martes, 4 de mayo de 2010

SOLLAVIENTERO




Soy de pueblo. Juro (del verbo jurar), ando, bebo, fumo, y juego al guiñote. Me gustan los toros y la cerveza. No soy listillo, ni lo quiero parecer. Leo libros y alguna vez ojeo el Marca (sección ciclismo).
Hablar, dialogar. Ese es el gran asunto pendiente de este país, de esta nuestra tierra. Todo se personaliza, se “visceraliza”, muchas veces por intereses particulares de los que “no dan puntada sin hilo”. Somos así, y actuamos de manera irracional cuando lo que se pretende por algunos colectivos como el nuestro es respetar precisamente los valores de nuestra tierra de manera racional, elegante y sin ninguna “verdad absoluta”. Debatiendo y reflexionando: ese es nuestro pecado. No se está en contra de extracciones y proyectos sin más, si no de extracciones ilegales y de proyectos que atacan la dignidad y el desarrollo futuro de la tierra. O al menos así lo entendemos nosotros.
En varios artículos ya se ha comentado el factor cultural de la despoblación. La gente nos equivocamos dando tanto poder a la economía. ¿Están convencidos los pueblos de que determinados proyectos de gran impacto una carretera solucionará sus problemas?. Si lo están, andan bastante equivocados. Ahí están las pruebas de muchos de esos desastres.
Hacer de un pueblo una urbanización, por ejemplo, es acabar con el pueblo. Es como si se despoblara. Pasa a convertirse en otra cosa. No hay medias tintas en la piel de toro.
Los “sollavienteros” tienen talante. Respetan a las gentes y al territorio porque son gente y territorio. Opinan, si, sólo faltaría, y siempre han acudido a las citas a las que se le ha llamado, tanto por su parte como por la de los demás. No somos neorrurales o gilipollas urbanitas. Somos mucho más. Gente que quiere transmitir su forma de decir y hacer las cosas. ¿Tan malo es eso?
La realidad objetiva es que determinadas prácticas están destruyendo el patrimonio paisajístico y ambiental, es decir, lo que somos, lo que fuimos y lo que seremos. Si eso es lo que se quiere, que se diga, sin medias tintas ni falsas hipocresías populistas de ayuntamientos y diputaciones. Retorcer y malinterpretar intencionadamente nuestras palabras sólo causa daño y sólo busca culpables donde no los hay. Aunque a algunos grupos eso les venga muy bien, como ha pasado y pasará en otros pueblos.
Estamos dispuestos a debatir. A tomarnos un café con nuestros amigos de todos los pueblos de Teruel y desde el respeto discutir y aportar ideas. Lo demás son demagogias interesadas. No insultamos a nadie, aunque a veces nos sintamos insultados.
Soy “sollavientero” a mucha honra. Mientras tanto, cuando acabo mi jornada de trabajo cojo mi coche y me voy a mi pueblo de Teruel. Dejo las cosas en casa, como. Me doy un paseo y veo como la gente se envejece, cómo cada día hay menos parroquianos en misa, menos gente tomando cañas cuando acaba el trabajo… y sigo en mi ilusión de querer una tierra mejor, que no explote ilegalmente sus recursos, que ordene sus proyectos de futuro y que sea respetuosa con el medio ambiente. Y me vuelvo a la cama de mi casa, en mi pueblo, porque al día siguiente, como todo hijo de vecino, tengo que madrugar e irme a trabajar.



Víctor Guíu Aguilar, Poeta

Colectivo Sollavientos

1 comentario:

José María dijo...

Evocaciones legítimas, entrañables, buenas. Y...¡a mucha honra! Subrayas lo que quieres.Deseas ver crecer y colorearse las tejas. Así, sí.
Porque no todo son números. Las estadísticas estropean el valor natural de las cosas. Y aquí, sí que se pueden hacer cosas. Y aquí, tenemos sentimientos, hijos.