martes, 27 de mayo de 2014

EL PINO ROYO DE PUERTOMINGALVO: PAISAJE CON FIGURAS EN LA SIERRA DE GÚDAR

 Autor: Chabier de Jaime Loren



Paisaje con figuras fue un programa de Radio Televisión Española que, durante los primeros años de la transición política, destacó por su formato, novedoso en el tratamiento de las biografías de personalidades históricas españolas. Dirigida por Mario Camús y con textos de Antonio Gala, contaba con un único actor o actriz, rodeándola de los paisajes en los que había desarrollado su vida. Eran biografías de los personajes que a todos nos habían enseñado en el colegio aunque ya incluía a algunos menos afines a la historiadores del franquismo. Seguía ensalzando el patriotismo español pero, en buena parte ya quedaba eclipsado por la profunda carga humana de cada personaje. A muchos niños y jóvenes aquel programa nos marcó.
Recorriendo hace unas semanas las carreteras de la sierra de Gúdar. Me acordé de aquel programa. Habíamos remontado en puerto de Linares y nos encaminábamos a través de suaves montes cubiertos de bosquetes, pastos y campos de cereal, hacia nuestro destino: Puertomingalvo.
Hacia el noreste, en medio de un amplio prado y enmarcado en una antigua cerrada de piedra seca, había un enorme ejemplar de pino royo (Pinus sylvestris). Era la figura central en el paisaje. 
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Era un ejemplar notable y muy sano. Su grueso y agrietado tronco se dividía desde muy pronto en diversas ramas que crecían retorcidas en todas las direcciones ofreciendo al conjunto de la copa una forma esférica. La propia de los viejos pinos.
Como los personajes de aquel programa, este pino solitario nos estaba evocando múltiples sucesos acontecidos en su entorno en los doscientos o trescientos anillos que puede tener su tronco. Una historia con muchos sucesos cotidianos como las regulares nevadas que afrontar cada invierno que han ido cincelando sus ramas, tronzando brotes muy expuestos, conservando las ramas retorcidas. Una larga exposición a las tormentas, tan regulares en esta sierra, final de la rampa que arranca en el mar Mediterráneo y que fuerza a la convección de las masas de aire cálido y húmedo. Tormentas asociadas a rayos que, aquí y allá, como una incierta lotería se descargan en los solitarios árboles de estos montes marcando a fuego sus troncos. En la larga vida del pino, predominan las jornadas apacibles en los que se benefició de la compañía de los rebaños. Recortando la oveja las hierbas de su entorno, la cabra a los espinos y sabinas chaparras. Sesteadero de unas y otras durante las horas de rumia en las largas tardes de verano a la vez que acumulaban el sirle bajo su sombra. Rebaños trashumantes hasta hace tan solo cuarenta años. Rebaños que andaban dos veces al año los azagadores que unían las tierras bajas de la plana de Castellón con los prados frescos de la sierra de Gúdar.
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Y sucesos esporádicos y extraordinarios, que ocasionan profundos –aunque a veces a medio plazo- cambios en el paisaje. Las guerras carlistas, las desamortizaciones de bienes y el desplome de la industria textil en el siglo XIX, la expansión industrial y del naranjera en las tierras bajas, el éxodo humano irreversible de los años 60 y 70 del pasado siglo, la recuperación del bosque, la Política Agraria Comunitaria que alcanza hasta los últimos rincones de estas sierras …
Unos y otros sucesos han marcado las vidas de las personas que han compartido el espacio y el tiempo con este pino solitario de El Puerto.

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