jueves, 6 de octubre de 2016

SER TUROLENSE, UNA RESPONSABILIDAD



Gonzalo Tena Gómez*
El título del artículo imita la frase (“ser cretense es una responsabilidad”) del literato Nikos Kazantzakis, famoso, sobre todo, por su autoría de la novela que sirvió de base a la película “Zorba el griego” y también de otra, fundamento de  “La última tentación de Cristo”. Este filósofo heterodoxo, muy apegado a su tierra, Creta, amaba el paisaje y consideraba la dimensión divina de la Naturaleza, a la que idolatraba; mantenía una mirada cretense, dirigida al futuro, y era partidario de una conciencia universal (conjugaba identidad y cosmopolitismo).
En este largo periodo de (des)gobierno en funciones, nuestra querida tierra,  como cualquier otra, ha seguido haciendo marcha. Sus problemáticas específicas, aunque no exclusivas, continúan vigentes. No son ni más, ni menos, ni más importantes que las de cualquier territorio del Estado, incluidas las zonas más pobladas; pero son las nuestras y las que, por tanto, debemos encarar, sin dar el mínimo pábulo al victimismo, que se ha patentizado como una estrategia inútil de superación y mejora de situaciones desaventajadas. 
De un tiempo a esta parte continuamos siendo “desierto poblacional” (un poco exagerada parece la expresión): poco más de 9 habitantes/ km2, considerando el total del territorio provincial; 3 hab./km2 en amplias áreas del Teruel Interior (confróntese con los 93,5 hab./km2 en el reino de España), y con una seria tendencia al envejecimiento (que juega a favor del fortalecimiento del sector terciario, el de los servicios). Y con esto hay que organizarse y seguir planteándose cómo, por lo menos, no perder más población.
Aunque el seco y caluroso verano que acaba de finalizar no se ha ensañado con nuestros  montes en cuanto a incendios (109 ha de arbolado y pastos vueltas a quemar desde el 2009 en Ejulve), la amenaza del fuego continúa alzándose como una espada de Damocles sobre los cabezos turolenses. Pese a contar con personas con gran preparación en gestión forestal, ninguna estrategia global sobre bosques y prevención de incendios se ha puesto en marcha y se continúa actuando a salto de mata (quemada). A la hora de la extinción, se hace lo que se puede. Muchas gracias a los hábiles y arriesgados pilotos de hidroaviones y helicópteros, así como a las abnegadas cuadrillas de extinción sobre el terreno.
Varios proyectos de extracción de arcillas a cielo abierto amenazan con desfigurar el paisaje a cambio de nada en los altos Guadalope y Alfambra, al amparo de una Ley de Minas obsoleta y la no decidida asunción de la protección ambiental por parte de la administración. Al menos, el fracking nos da un respiro en el Maestrazgo, mientras el patrimonio arquitectónico y etnológico, sobre todo, ligado a las masadas, sigue su camino del deterioro.
En cuanto a la instalación de parques eólicos e infraestructuras eléctricas, no existe una planificación sobre las zonas en que podrían o no colocarse, en función de sus impactos ambientales y paisajísticos, y van surgiendo “espontáneamente”.
La constitución del Parque Cultural del Chopo Cabecero en el Alto Alfambra, supondrá un balón de oxígeno para estos viejos árboles amenazados que tanto (oxígeno y otras cosas) nos han dado.
¿Ya se han eliminado los nitratos de las aguas potables de pueblos de las riberas del Jiloca y del Matarranya?
Ante estas problemáticas, no debemos dejar de lado nuestro ser responsable y de mantener nuestra mirada turolense activa. Que la reflexión y el debate serenos prendan en la ciudadanía y la clase gobernante para orientar el futuro de Teruel. 

* Colectivo Sollavientos 


No hay comentarios: