jueves, 5 de diciembre de 2024

EL CAOS EN EL CAUCE DEL POYO



Con origen en una depresión en altura en niveles altos (DANA), ha emergido un caos significativo en la Hort del Sur en Valencia. Un cauce torrencial que había permanecido un largo periodo de tiempo en calma reactivó su vitalidad, su energía que le hace crecer, cambiar y evolucionar. Hoy es bien conocido el barranco del Poyo, que desemboca en la Albufera de Valencia. 


Desde hace más de medio siglo, los científicos son conscientes de que el mundo no se comporta de forma tan predecible como sugiere la física clásica o el determinismo. Desde la meteorología hasta las poblaciones de plantas y animales de los ecosistemas, o los cauces de los barrancos cuando llegan a una zona llana, el caos gobierna los latidos de estos fenómenos cuando hay pequeñas variaciones. Estamos atribuyendo los efectos en Valencia a las precipitaciones en las montañas, olvidándonos de que el sistema funciona a través de una interacción entre el fluido y el sólido, entre el agua y los sedimentos.


Dudo que mi querida ciencia sea capaz de predecir el camino que tomará, después de un tiempo, un sistema donde se combina agua y sedimentos. Dudo que un hidrólogo haya pensado alguna vez que el lecho del barranco del Poyo transportaría arcillas, piedras, coches, camiones, neveras… y qué efecto tendría toda esta combinación en un nuevo caudal que no es ni líquido ni sólido, sino una mezcla indeterminada e impredecible. ¿Qué hubiera pasado si un par de tráileres enormes hubieran llegado al cauce del Turia en aquella fatídica noche del 29 de octubre? ¿Alguno de los expertos que propone conectar dos cauces torrenciales ha podido evaluar el comportamiento de un efecto azaroso de ese incidente puntual?

Estamos atribuyendo parte de la responsabilidad al cambio climático, sin prestar atención a que estamos introduciendo nuevas variables o parámetros en el ecosistema del paisaje urbano, que también han tenido una influencia importante en las consecuencias finales de la riada. El caos del que hablamos no significa azar y desorden; significa imprevisibilidad de nuestras acciones, donde las matemáticas no pueden ayudarnos a evaluar cómo se comportará la naturaleza, ya que existe un nivel en el que entra en juego el azar. Por ello, el principio de precaución en las zonas donde puede aparecer el caos es una de las mejores soluciones que se me ocurren para afrontar el futuro.


Me duele la destrucción del paisaje, ya sea urbano o natural, ya sea la Horta Sud o el Maestrazgo. Convivir con la naturaleza a veces implica lidiar con la incertidumbre de cómo será la erosión, la modificación de la tierra y cómo nos influirá en el futuro. Un tráiler que llega por azar a un cauce, un coche en una curva, un deslizamiento de tierra en un barranco pueden llevarnos a que lo previsto se vuelva imprevisible y que la creatividad del caos aparezca. Mi cariño a todos los afectados.


Sergio Chueca
Colectivo Sollavientos

Autor de las fotografias: Gonçal Tena

domingo, 1 de diciembre de 2024

¿CUAL HA SIDO EL PAPEL DEL NUEVO CAUCE DEL TURIA EN LOS EFECTOS DE LA DANA?



Estos días se han oído declaraciones, y se han leído escritos, en los que se dice que el Plan Sur, una obra del mesofranquismo materializada en los años 60 del pasado siglo a raíz de la riada de 1957, ha salvado a Valencia de una nueva gran riada. Esta idea es básicamente falsa, porque ambas riadas, la del Turia y la de la Rambla del Poyo, no tienen nada que ver, salvo unas lluvias generadas por las tormentas de la misma DANA. Son dos cuencas diferentes que han generado dos riadas diferentes en el tiempo y en el espacio. En este contexto ¿cuál ha sido el papel de esta magna obra?

En síntesis, el Plan Sur exporta riadas de la cuenca del Turia a la de la Albufera, y se confía en que el canal será capaz de vehicular unos 5000m3/seg, aunque por fortuna todavía no se ha podido experimentar su funcionamiento previsto. Este caudal es mucho mayor que el caudal de la riada del 57. ¿Cuáles son los elementos básicos de su diseño? Esta obra hidráulica ha tenido que construirse con una modificación de la geomorfología del lugar. Ha tenido que adpatarse a una nueva topografía. Podemos distinguir tres tramos: (i) primero se ha tenido que excavar el canal en la divisoria de aguas de ambas cuencas, la del Turia y la del piedemonte de la Albufera (entre Mislata y Quart), (ii) luego se ha tenido que amortiguar la excesiva pendiente con un salto de agua (en Xirivella), y (iii) finalmente, a partir de La Torre, se han tenido que levantar unas motas artificiales hasta 6m por encima de la llanura, pues a la altura de los arrozales del N de la Albufera ya no hay pendiente natural, y el mar entra hasta unos 3 km (más o menos hasta la altura del puente de la pista de Silla). En el antiguo cauce, la pendiente hidráulica del rio se ha ido generando con todas sus riadas y derrames de sedimentos. El Turia se ha ido construyendo su abanico aluvial, con unas pendientes adaptadas a su dinámica fluvial. En el nuevo cauce, por el contrario, se ha tenido que diseñar unas pendientes artificiales que se piensa que funcionarán, pero, como en todo “invento hidráulico”, no podrá comprobarse su correcto funcionamiento hasta que no ocurra otro evento extremo, como mínimo como el de la riada del 57, y eso no ha ocurrido todavía.

 ¿Qué ha pasado con esta riada del Turia? Que el nuevo cauce ha vehiculado sin problemas una riada normal del Turia. No hubo aporte aguas arriba del embalse de Loriguilla, y el caudal se alimentó de las escorrentías que venían del Rio de Chera (el pequeño embalse de Buseo fue superado rápidamente), y de una modesta riada de la Rambla Castellarda, más las de otros pequeños barrancos. En el Azud de la Presa, en Manises, los volúmenes máximos horarios de caudal pudieron estar en no más de 2000m3/seg. Una magnitud de riada que ya ha experimentado el Nuevo Cauce en otras ocasiones, y que en ningún momento generó riesgo de derrame. Una magnitud que, sin duda, hubiese salido por un antiguo cauce del río Turia sin obstáculos. El Nuevo Cauce no salvó a Valencia de una gran riada, como máximo de un buen susto.

Uno de los riesgos asociados a las riadas que pasan y han de pasar en un futuro por el Nuevo Cauce es que desborden en su tramo final. Allí, en especial en los últimos cinco kilómetros, para conseguir una pendiente hidráulica que acabe llevando al agua al mar, como señalábamos, ha sido necesario elevar los márgenes del río respecto a la llanura. Como la zona es de transición geomorfológica entre el final del abanico del Turia (al N) y la Albufera (al S), la margen izquierda está más elevada que la derecha. En esta última, las motas artificiales no solo impiden que el agua del Turia vierta hacia la Albufera, sino también que el agua del piedemonte llegue al Nuevo Cauce. Y esto es lo que ha ocurrido en esta ocasión, con efectos posiblemente graves: las motas han posibilitado que las aguas derramadas del Bc. de Torrent, que bajaban desde Paiporta, se hayan acumulado en La Torre, Forn d’Alcedo y Castellar-Oliveral, (y probablemente también en Sedaví). Fueron aguas más tranquilas, pero de mayor profundidad. Este efecto de barrera lateral se sumó a los de la vía del tren y de la Pista de Silla, unos obstáculos transversales. El problema es que el volumen de agua que se escapaba desde el ápice del cono del barranco, desde Picanya y Paiporta, y que no podía fluir fácilmente hacia el N, no tenía más remedio que ir hacia el E. 

Alejandro J. Pérez Cueva

Catedrático de Geografía Física, Universitat de València

martes, 26 de noviembre de 2024

LA CONEXIÓN RAMBLA DEL POYO-NUEVO CAUCE DEL TURIA:VENTAJAS Y RIESGOS



Estos tristes días pasados se ha planteado la posibilidad de una conexión entre la Rambla del Poyo y el Nuevo Cauce del Turia como una solución a las riadas de l’Horta Sud. Incluso se ha llegado a afirmar que el proyecto estaba ya planteado, y que, de haberse llegado a hacer, se hubiesen salvado muchas vidas. ¿Cómo se puede estar tan seguro de ello?

Este proyecto, de realizarse, como la mayor parte de las grandes obras hidráulicas (puentes, pantanos, encauzamientos artificiales…) sería un “invento”. La esencia de un invento es que se trata de un diseño nuevo que se piensa que funcionará. Pero, la gran diferencia entre un invento hidráulico para situaciones extraordinarias y un invento normal es que el primero no puede probar su funcionamiento hasta que no ocurra un evento extremo. Si un ingeniero inventa una bombilla más eficiente, un motor de avión o un barco para la Copa América de vela, lo prueba. Si funciona, lo patenta o lo intenta mejorar. Pero la suerte o la desgracia de los ingenieros y arquitectos de obras hidráulicas es que normalmente no pueden probar en vida si sus inventos van a funcionar correctamente. Suerte para los malos y desgracia para los buenos.

Se conocen pocos casos en que un ingeniero o arquitecto hidráulico pudo probar en vida su invento. Pero es el caso de Bartolomé Ribelles Dalmau, director de las obras de la antigua carretera Valencia-Barcelona y autor del Pont Nou sobre el Mijares, justo después de su confluencia con la Rambla de la Viuda. Las obras comenzaron en 1784 y acabaron en 1790, y Bartolomé Ribelles “inventó” un elegante puente de estilo neoclásico. No solo se limitó a construir un puente nuevo, sino que, como buen arquitecto, intentó un diseño novedoso para su época. Y las rivalidades profesionales ya ocurrían en aquellos tiempos.

El Mijares es un rio de temibles riadas, y la Rambla de la Viuda todavía más. Si coinciden ambas riadas, el efecto puede ser catastrófico, y eso es lo que pensaban los colegas enemigos de Ribelles: que el puente no resistiría. Pero cuando ya estaba prácticamente finalizado, a falta de pretiles y poco más, ocurrió en 1787 una de las principales riadas históricas de la zona. La riada del Mijares destruyó un puente en Onda, y la de la Rambla de la Viuda, otro en Atzeneta. Se dice que las aguas llegaron a cubrir totalmente el Pont Nou. Imaginen la angustia del arquitecto que lo inventó ¿Resistiría como él pensaba, o sería destruido como pensaban otros colegas de su profesión? Pero, al bajar las aguas, allí estaba, para su gozo y para despecho de sus detractores.

Por suerte o por desgracia no ha podido probarse si el invento del Nuevo Cauce del Turia funcionará como se ha previsto. Este invento hidráulico es especial, porque exporta las riadas de la cuenca del Turia a la del piedemonte de la Albufera. No es un invento sencillo, pues ha tenido que crear unas pendientes adecuadas para su correcto funcionamiento hidráulico: desaguar avenidas de claro mayor volumen que la de 1957 y proteger así Valencia. Para ello (i) el cauce ha tenido que excavarse en el umbral de la divisoria de aguas entre las dos cuencas, (ii) ha tenido que recurrir a un salto de agua en su tramo superior, el salto de Xirivella, para amortiguar la velocidad de las aguas ocasionada por una excesiva pendiente, (iii) discurre con una pendiente del cauce similar a la de la llanura aluvial en su tramo medio y (iv) tiene que sobreelevarse respecto a la llanura hasta unos 6 metros, al final. La razón de esto es que, en los últimos tres kilómetros, la pendiente es nula: el mar entra hasta casi la altura de la Pista de Silla. 

Las incógnitas que plantea este tan novedoso y difícil invento hidráulico son varias: si el agua embocará bien al principio, antes de que comience la obra dura, o si parte de ella volverá a circular por el viejo cauce; si parte del agua rebosará entre la margen derecha y Quart, y se dirigirá hacia Xirivella, donde sería retenida por la vía del tren; si la ruptura de pendiente en su tramo medio, más o menos a la altura del cementerio municipal de Valencia, cuando el fondo del cauce se acerca a una pendiente cero, no provocará un freno y acumulación excesiva de agua; si el canal está bien dimensionado en su parte final, cuando tiene que confiar en la pendiente hidráulica de la lámina de agua hasta llegar al mar; o si la elevación del mar en los temporales de levante pudiera exigir una sección de cauce mayor en este tramo final… Todo ello con una solución que, como decíamos, exporta las riadas de una cuenca a otra.

Lo más probable es que el diseño de este invento esté bien realizado, y logre vehicular el caudal previsto. Pero ¡todavía no se ha podido comprobar!, y puede tardar años en que suceda. En este contexto, plantear otro invento hidráulico, como el de encauzar la Rambla del Poyo, de todas o parte de sus aguas, hacia el Nuevo Cauce, no deja de ser algo arriesgado. Los cálculos gruesos de la situación pasada son simples y aparentemente convincentes: Si sumamos la riada del Turia, de algo más de unos 2000 m3/seg a la de la Rambla del Poyo, de otros 2000 y pico m3/seg, nos salen unos 4500 m3/seg; todavía nos sobran 500m3/seg. Pero ¿qué pasaría si se juntasen dos riadas un poco mayores? ¿o si no acabase de funcionar del todo bien el invento del Nuevo Cauce? ¿o si las transformaciones de sus cuencas propiciasen riadas con mayores volúmenes y caudales con mayor conectividad hidráulica?...

El problema de las riadas de la Rambla del Poyo en l’Horta Sud es muy difícil de solucionar: ni pequeños embalses de laminación en la cuenca media y alta, ni reforestación de amplios sectores, ni microembalses de recarga de acuíferos en las montañas calcáreas de cabecera, ni un embalse algo mayor en Cheste, ni volver a ruralizar los usos del suelo… El encauzamiento de parte de las aguas en el cono de deyección del barranco, desde la su zona apical, en Torrente, hacia el Nuevo Cauce, no deja de ser una solución parcial más a implementar, pero nunca la solución definitiva, y mucho menos cuando no hemos podido comprobar su funcionalidad. Habría que pensarlo muy bien, y posiblemente recalcular los parámetros de la solución propuesta: que el Nuevo Cauce admita las aguas de la Rambla del Poyo cuando él puede tener problemas por sí mismo. 

El elemento positivo es que la probabilidad de que coincidan los dos picos de crecida en el mismo tiempo en la confluencia de ambos cauces artificiales es muy baja. Esta vez, por ejemplo, la riada del Turia fue unas horas posterior a la de la Rambla del Poyo, y eso, en situaciones extremas, puede ser suficiente. 

El problema de los inventos hidráulicos para situaciones extremas es que no podemos probar su funcionamiento, pero, muchas veces, no tenemos más remedio que echar mano de ellos. Por ello, hay que pensarlos muy bien, y nunca actuar con la prepotencia de que son soluciones definitivas.

Alejandro J. Pérez Cueva

Catedrático de Geografía Física, Universitat de València