Manifiesto Colectivo Sollavientos
sábado, 28 de diciembre de 2024
viernes, 27 de diciembre de 2024
DESPOBLACIÓN RURAL (y IV). EFECTOS DE LA DESPOBLACIÓN
Hemos de concluir esta serie de entradas en las que hemos intentado reflejar el contenido de la Charlas de Sollavientos que sobre el tema de la despoblación se desarrollo en Abril del año 2017.
Desde su posición de ecólogo, Jose Manuel Nicolau nos plantea: ¿pasa la solución para construir un nuevo modelo de poblamiento y de ocupación del territorio, más centrado en potenciar las cabeceras de comarca?
<Por abordar la cuestión del despoblamiento con sentido positivo, prefiero hablar de que se ha de construir un nuevo modelo de poblamiento, más que de que hay que luchar contra el despoblamiento. Sobre nuevos modelos de poblamiento no tengo nada propio que aportar. De las opciones que he oído, me parece razonable centrar los esfuerzos en mejorar los servicios y la oferta de trabajo en las cabeceras de comarca o subcomarca. Un alcalde prepirenaico afirmaba que “cada pared de piedra que se cae de un bancal en mi pueblo es un fracaso de esta sociedad, así que yo lucho por levantarla”. Y alguien le replicaba que, en las guerras, a veces lo inteligente es replegarse para consolidar la posición. Quizá haya que hacerlo así, reforzar ciertas localidades que juegan un papel clave en la organización del territorio y que son más atractivas para el asentamiento de las familias. Pero entonces ¿qué hacer con los pueblos más pequeños? Hay alguien que habla ya de los “pueblos de temporada”, que sólo tendrán población en los periodos de vacaciones, guardados en invierno por empresas de mantenimiento. Difícil de aceptar tal cosa.
El principal efecto ecológico del despoblamiento es la naturalización de los montes. Este fenómeno ha de ser gestionado para que resulte provechoso para la sociedad.
Para analizar el estado ambiental de España es útil dividir el territorio en las categorías tradicionales de “monte, agro y medio urbano”.
Las grandes ciudades están tratando de sobrevivir, con mayor o menor fortuna, a la contaminación atmosférica, al ruido, al estrés que provoca la congestión. El deterioro de la salud y de la calidad de vida de los ciudadanos es materia de gran preocupación que está en las agendas políticas. El elevado consumo de energía y materiales está detrás del cambio climático y salpica al agro y al monte.
Los medios agrarios están experimentando una degradación notable por la intensificación de la agricultura y la ganadería. El regadío y el secano generan una contaminación difusa que degrada (eutrofiza) las aguas de los ríos y de los pozos. El uso (abuso) de fertilizantes químicos y pesticidas, junto con la eliminación de ribazos, setos y márgenes están detrás de la formidable pérdida de biodiversidad: las aves agrarias son las que más están declinando y las abejas polinizadoras están en un retroceso muy preocupante. Y las crecidas aumentan por la suela de labor de la maquinaria agrícola (alguna vez habrá que estudiar qué pasa en la cuenca del Jiloca). Esta es una asignatura pendiente del medio rural: producir alimentos saludables y de manera sostenible.
¿Y en el monte, qué pasa en nuestros montes? Pues que tras el despoblamiento rural se ha reducido muchísimo la explotación que se hacía de los montes. La cabaña ganadera (ovejas, cabras) ha descendido notablemente, ha desparecido del todo el carboneo y se han abandonado bancales de cultivo marginales. La consecuencia de ello es que antiguos pastizales hoy infra-pastoreados, así como bancales de cultivo abandonados están siendo colonizados por matorrales y árboles y evolucionan hacia bosques. Y esto ocurre de Almería al Pirineo. Por su parte, los montes históricamente carboneados de encina, quejigo, roble melojo, han evolucionado hacia montes bajos llenos de rebrotes. Y no se acaban aquí los cambios: el jabalí, el corzo, la cabra montesa multiplican sus efectivos y se extienden por el territorio, a la par que los ganados desaparecen del monte. Y ojo, que detrás está llegando el lobo. Se trata de un proceso de renaturalización (rewilding) generalizado en Europa que, algunos vivimos como el fenómeno natural más importante ocurrido en el lapso de nuestras vidas (respetando el cambio climático).
Es verdad que, en el monte, además de la naturalización ocurren otras cosas porque tanto el agro como las urbes “salpican” con su consumo insaciable de recursos y materias primas. De manera que en los montes se abren canteras; se construyen embalses que merman drásticamente los ríos; líneas eléctricas, parques eólicos y solares; infraestructuras viarias, estaciones de esquí y segundas residencias; vertederos y almacenes de residuos. Y envolviéndolo todo están las emisiones a la atmósfera de gases invernadero. Sobre ello estamos. Pero el proceso de fondo, es la renaturalización, el asilvestramiento.
¿Este impulso de recuperación ecológica es bueno o malo? Desde el punto de vista de la propia naturaleza, parece claro que los ecosistemas están ganando funcionalidad. Desde el punto de vista de la sociedad, estamos ganando algunas cosas y perdiendo otras, por lo que es necesario gestionar activamente el cambio. Los procesos que están cambiando son múltiples. El más llamativo para mí es que los nuevos matorrales y bosques también consumen agua, por lo que se está reduciendo el caudal de los ríos y de los acuíferos. Se estima que los ríos llevan ahora un 20% menos de agua que en los años 1930 por este fenómeno: habrá que decidir cuánta agua queremos que produzcan nuestros montes; el proyecto de La Zoma (Cuencas Mineras) es una primera aproximación pionera en este sentido, utilizando el ganado para que produzca agua azul (de uso humano). Por otro lado, los matorrales y árboles están contribuyendo al desarrollo de los suelos y extraen dióxido de carbono de la atmósfera y fijándolo en la vegetación y en el suelo. Esto es bueno para mitigar el cambio climático y mejorar la calidad del agua. Pero al mismo tiempo desaparecen ecosistemas esteparios y formaciones abiertas de vegetación –algunos incluidos en la directiva hábitats- por la matorralización y desarrollo del bosque ¿se está comprometiendo la biodiversidad? Y los bosques de encinas, quejigos y robles que, tras el abandono del carboneo evolucionan hacia densos montes bajos cerrados, tienen una excesiva proporción de troncos y ramas respecto a la de hojas, lo que les hace más vulnerables a las sequías, de manera que necesitan tratamientos de aclareo como el resalveo para gozar de buena salud. También el aumento de la superficie forestal contribuye a reducir las crecidas de los ríos y los efectos de las inundaciones de pequeña y mediana magnitud. Las repoblaciones forestales de los años 50 y 60 se seguirán quemando, por lo que hay que hacer labores de aclareo, las cuales, además de reducir la propagación del fuego, dan pie a la entrada de otras especies que “naturalizan” las plantaciones forestales y las hacen más resilientes frente a los incendios y más biodiversas.
En definitiva, este cambio colosal que se está produciendo en nuestra naturaleza necesita de manejo, de intervención, para que sea provechoso para la sociedad en la provisión de “servicios”. Algunos tan vitales como el agua, la polinización, el aire saludable, el control de inundaciones, de plagas, del cambio climático; el paisaje que sostiene al turismo, que forja la identidad de los pueblos y alimenta el espíritu. Y esta gestión tiene que ser llevada a cabo desde una sociedad rural estructurada social y demográficamente, culta –es decir con su propia cultura que procede de la tradicional- abierta al conocimiento (I+D+i), que ha de estar en su base; y consciente –y orgullosa- de que así su contribución al bienestar del conjunto de la sociedad es de primer orden. No olvidemos que el monte y el agro –un agro proveedor de alimentos saludables de forma sostenible- están en la base de cualquier sociedad. No sólo la tecnología es fuente de bienestar, también la naturaleza con los seres humanos que la trabajan.>
jueves, 26 de diciembre de 2024
DESPOBLACIÓN RURAL (III): EL ARRAIGO
Sergio del Molino en su ensayo "La España Vacia" detalla la necesidad de su generación, los viejojóvenes, hijos de emigrantes del medio rural a la ciudad, de encontrar la identidad perdida en sus raices ancladas en los pueblos y en una cultura que desaparece. Huerfanos de un mundo sin referencias sólidas. Se identifica con una generación, que como él dice: "no tenemos edad ni vivimos en ningún sitio".
Jose Manuel Nicolau nos define EL ARRAIGO como un sentimiento humano profundo al que no nos puede hacer renunciar el modelo social imperante.
<Ante los datos abrumadores sobre el vaciado incesante del medio rural y la incapacidad de frenarlo a pesar de cuantiosas inversiones e iniciativas, hay quien defiende –desde un supuesto pragmatismo y una supuesta “racionalidad económica”- darlo por inevitable y, como mucho, poner paños calientes. Creo que es la misma corriente de pensamiento que pretende que asumamos la precariedad laboral, la merma en los servicios públicos, la reducción de las pensiones y tantas otras cosas, como inevitables para que el sistema siga funcionando. Es una perspectiva que conlleva una profunda deshumanización de la sociedad.
El arraigo y la vinculación a un territorio y a un clan es un comportamiento humano ancestral, irracional, emocional, fijado genéticamente porque resultó adaptativo, ventajoso, para la supervivencia y expansión del Homo sapiens. Es verdad que la manipulación política de este sentimiento atávico ha dado lugar a horrores tremendos en la historia de la humanidad, guerras y holocaustos incluidos. Pero aquí estamos hablando de otra cosa. Hablamos de que la identidad de las personas tiene una dimensión individual pero también otra colectiva y ésta se construye a partir de ingredientes como el paisaje donde uno crece y las personas que le acompañan en su crecimiento. “Quiero vivir aquí” es el lema que se lee en las numerosas pancartas que cuelgan de las casas de Artieda, pueblo pirenaico que lucha contra el recrecimiento de la presa de Yesa desde hace 30 años. El derecho a vivir donde se ha nacido o criado uno. En la tierra de los antepasados. Donde uno dio su primer beso. Donde uno vivió sus primeros juegos y aprendió a cantar. O donde montó su negocio. Se trata de una fuerza poderosa, conmovedora, que nos humaniza. La tenacidad de Francisca y Emilio, los últimos de Jánovas. El recuerdo de un paraje que nos reconforta cuando sentimos la soledad lejos de “casa”. Levantar colectivamente, entre un grupo de personas, un proyecto de vida común. Un asentamiento humano. Y mantenerlo. La fuerza de lo común, de lo colectivo, del grupo vinculado a un territorio, a un lugar, genera algo nuevo ¿una propiedad emergente? que potencia al ser humano. ¿También hay que renunciar a ello? ¿Y qué ofrecen a cambio, mudarse de ciudad periódicamente en pos de trabajo; parejas viviendo y criando desde ciudades diferentes? ¿Un individualismo sufriente que genera seres humanos con una identidad débil?
Hace unos años un alcalde de Javalambre defendió la construcción de la carretera por la vertiente sur de la Sierra ante un grupo de estudiantes de Ciencias Ambientales de la Universidad. La carretera produce un gran impacto ambiental sobre un espacio que es punto caliente de la diversidad (hot spot) a nivel internacional, por lo que ha sido rechazada en dos ocasiones por las administraciones ambientales. Sin embargo, su discurso, cargado de sentimiento y de amor por su pueblo y por los suyos, nos conmovió. Veía la infraestructura como la última oportunidad para que su vida –entregada a la defensa noble de su pueblo y a buscar un futuro para sus hijos en él- tuviera sentido. Personalmente creo que estaba equivocado en su demanda de la carretera, pero he de confesar que el sentimiento de arraigo a su Sierra y a su gente –que me pareció auténtico- me penetró.
Está pendiente en el Colectivo Sollavientos que se haga la redacción de un “Elogio de la vida rural”, pues son numerosas las razones por las que es muy negativo para cualquier sociedad no contar con un medio rural vivo y dinámico. Comento brevemente un aspecto que me toca de cerca: el papel imprescindible de la gente del campo para solucionar la crisis ecológica del planeta. Asistimos a una Crisis Ambiental Global que está poniendo en riesgo las bases del funcionamiento de la sociedad. Se está trabajando mucho para frenar la degradación ambiental del planeta, pero con poco éxito. Y una de las razones es que la mayoría de las personas no tienen una percepción nítida de que la naturaleza, con los “servicios” que nos proporciona, es la base de nuestra supervivencia y bienestar. La gran mayoría de la población mundial –urbanita- sólo reconoce la tecnología como fuente de su bienestar. Y es que, el alejamiento de la naturaleza de una sociedad cada vez más urbana nos conduce a la alienación ecológica. Además del conocimiento intelectual, para entenderla, valorarla y ponerla en el lugar que le corresponde –la base de todo- se requiere mantener con la naturaleza una estrecha relación emocional, sensorial, empírica. Y esto pasa por que haya una sólida comunidad rural, en contacto con el medio.>
miércoles, 25 de diciembre de 2024
DESPOBLACIÓN RURAL (II): RAZONES ECONÓMICAS Y AMBIENTALES
Pero el profesor Nicolau señala que detrás del despoblamiento también hay razones económicas, materiales, relacionadas con el funcionamiento de la economía de mercado, con el sistema capitalista, que necesita concentrar los factores de producción (materias primas, capital, mano de obra/tecnología, información) en determinados lugares (grandes ciudades) a costa del vaciado de otros (medio rural). Y parece que el actual capitalismo financiero es todavía más indiferente al territorio. Los efectos de esa apuesta de la “economía” por las ciudades en detrimento del campo se plasman, no sólo en las menores oportunidades de trabajo, sino también en la de servicios. La oferta de servicios básicos como educación, transporte y salud es inferior a la disponible en las ciudades. Y esta es una de las principales causas, de tipo material, por las que muchas familias han optado por dejar su pueblo.
Las nuevas formas de la economía, los nuevos sistemas de comunicación y medios de transporte y de movilidad probablemente requieran de un modelo de ocupación del territorio distinto al actual, que tiene sus orígenes en la sociedad medieval e incluso en las anteriores y que se desarrolló bajo unas tecnologías desaparecidas en la actualidad.
También hay circunstancias ecológicas que influyen en el despoblamiento. Las regiones de menor productividad biológica, más inaccesibles y de condiciones climáticas más adversas se han vaciado más. No es lo mismo vivir en la Llanura de Aquitania o en la campiña andaluza que en la zona más continental de la península ibérica como es buena parte de la provincia de Teruel.
La despoblación ha adquirido en Teruel un gran protagonismo en los últimos meses. No sólo en los medios de comunicación, también en las referencias a esta situación desde diferentes instituciones: Diputación General de Aragón, Diputación Provincial de Teruel, Comarcas, Ayuntamientos. Pero si observamos que, a lo largo de los años, a pesar de la concienciación ciudadana, también política, no se ha invertido la tendencia de pérdida de población, hemos de pensar que el despoblamiento no se ha abordado políticamente de manera decidida y que además hay posiciones diferentes entre la clase política, los agentes sociales y la propia ciudadanía.
Además de las dimensiones cultural, económica y ecológica, el fenómeno del despoblamiento tiene también una dimensión política:
<En función del tipo de política territorial que se aplique, el proceso puede –si no revertirse- sí al menos ser manejado. En la Unión Europea se han aplicado políticas con mucha dotación económica para mantener la actividad en el medio rural. Como ejemplos, ahí están la PAC y los programas Leader. Reconoce su carencia del conocimiento suficiente para tener una opinión sobre la efectividad de estos y otros programas. Sospecho que habrán tenido fallos de concepción y de ejecución, pero intuyo que sin ellos todo habría sido peor.
Parece haber un consenso en que hay mucho margen de mejora en la dotación de servicios básicos al medio rural, medida primordial para mantener a la población. Hay posiciones políticas que arguyen el elevado coste económico de los mismos para no mejorarlos al nivel que sería necesario. Pero, obviamente, este es un asunto puramente político, que tiene que ver con las prioridades en el gasto para cada gobierno. Y sabemos que en España en los últimos decenios se han priorizado otros sectores e intereses por encima del mundo rural. No entraré en el trasvase de fondos públicos hacia la banca y las grandes empresas para no ser tildado de hacer demagogia.>.
En el Colectivo Sollavientos se ha vivido y participado en la controversia entre dos perspectivas políticas sobre cómo revitalizar el mundo rural: la que tiene su centro de gravedad en las inversiones externas, ya sean públicas o privadas, y la que lo tiene en un aprovechamiento de recursos endógenos por parte de un tejido social autóctono. Obviamente, ambas no son excluyentes, sino que se solapan y complementan. Las gentes del Colectivo Sollavientos hemos tomado partido respecto a iniciativas como la minería de arcillas en el Teruel Interior, la planta de cogeneración de Aliaga, el fracking del Maestrazgo, etc. Y conocemos la polémica de tantos y tantos proyectos, desde parques eólicos, a las autovías a Cuenca o a Molina de Aragón, la carretera de Javalambre, etc. Algunas de estas iniciativas eran directamente un engaño (el parque temático medieval que se quería construir en Gargallo o el proyecto de casinos de Gran Scala en los Monegros). Otras muchas ocasionan un impacto ambiental que afecta a valores paisajísticos claves para el desarrollo endógeno a partir del turismo o del sector primario. El balance entre el efecto dinamizador de estos proyectos y sus efectos ambientales negativos es materia de discusión y controversia. Y algunas otras iniciativas externas han dinamizado claramente el territorio, como Dinópolis, fábricas de Monreal del Campo o de Utrillas, el aeropuerto de Teruel o la autovía Sagunto-Teruel-Zaragoza.
martes, 24 de diciembre de 2024
DESPOBLACIÓN RURAL (I). EL GRAN TRAUMA
Vamos a publicar varias entradas, bajo el título "DESPOBLACIÓN RURAL", centradas en las reflexiones aportadas en la primera charla de unas jornadas celebradas en Teruel durante el mes de Mayo de 2017, por considerar que sigue de actualidad su contenido en relación a la Despoblación. Algunas zonas de la provincia de Teruel como la Sierra de Albarracín son un auténtico desierto demográfico y las perspectivas de futuro son pesimistas.
La charla ser desarrollo en un dialogo entre Sergio del Molino, ya saben, autor del ensayo La España Vacía, y el profesor de la Universidad de Zaragoza, Doctor en Ecología, José Manuel Nicolau Ibarra (aprovechó las posibilidades de la era digital, para presentar su trayectoria profesional -muy ligada a investigación en torno a la restauración de ecosistemas mediterráneos-, con el enlace de una charla magistral que ofreció el pasado mes de Agosto en el IX Congreso Colombiano de Botánica: https://www.youtube.com/watch?v=rnwgDQz6sJU)
La mayoría del público que llenó la sala del salón de actos de la Cámara de Comercio acudió pensando en la presentación de un libro. La España Vacía convertido en un best seller nacional. Ha sido catalogado por los críticos como el mejor ensayo del año 2017 en España. Sergio del Molino aportó su visión global respecto a este país desde una perspectiva, discutible, en el que a lo largo de la historia su organización social y económica ha girado en torno a núcleos urbanos y en concreto Madrid, desde que se declaró capital del Estado. Desde esta perspectiva argumenta en su libro que hemos recibido una herencia cultural en torno al paisaje de escritores de la Generación del 98, de Instituciones de referencia como la Institución Libre de Enseñanza, etc.. Una nueva generación, quizás la suya, ha nacido en el medio urbano y necesita una identidad para conocer su lugar de procedencia, en su mayoría el medio rural que sus abuelos abandonaron en busca de una oportunidad en la ciudad. De esa búsqueda en los últimos años se desarrolla una nueva cultura en torno a la música, a la literatura, también a la búsqueda de un nuevo modelo socioeconómico donde con las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías (las TIC “Tecnologías Informáticas de Comunicación”) retornar. En su ensayo argumenta sus razonamientos y supongo que son discutibles e interpretables, pero a a algunos personalmente nos gusta el reto lanzado para cuestionar aspectos de la educación recibida, que pueden ser revisables.
El profesor de Universidad José Manuel Nicolau, con quien nos une una gran amistad desde hace más de treinta años, y que además es miembro del Colectivo Sollavientos, fue más allá. Con un criterio académico y sustentado en su experiencia personal de contacto con el territorio aragones, hizo un análisis no sólo de las causas de la despoblación, también de sus consecuencias. El vacio del territorio no sólo deja profundas huellas en la economía, también lo hace en el paisaje, en la cultura, en la sociedad, e incluso repercute en los recursos que desde estos territorios se ofrece al país. En concreto estamos hablando de las necesidades de una sociedad urbana, y los recursos que obtiene del medio rural.
Hemos vivido el despoblamiento y el desarraigo como una experiencia no traumática, aunque conocemos gentes que tuvieron que abandonar sus casas de forma dolorosa por la construcción de embalses o macroproyectos de repoblación forestal. También fue traumática la desvertebración del tejido social en la provincia de Teruel durante y tras la guerra civil.
Los datos objetivos están ahí: el despoblamiento del medio rural lleva ocurriendo desde hace varias décadas de forma vigorosa y está experimentando un repunte en los últimos años. Es un fenómeno que, hasta la fecha, no se ha sabido/querido parar. Y no tenemos certidumbre de cómo se podría revertir en un futuro próximo.
Hay bastante consenso sobre las causas del despoblamiento: Culturales y económico-políticas, principalmente.
Para abordar esta situación es necesario identificar sus causas. Creemos que se conocen bien, aunque haya ciertas discrepancias, sobre todo en cuanto al peso que se atribuye a la gestión política (causas externas) y a los propios cambios en las personas, en el territorio y en la sociedad (causas internas).
Parece haber un consenso en que las causas de fondo son culturales. Lo analiza muy bien José Ramón Bada en su magnífico ensayo “La sed. Los Monegros y otra escala de valores”. Y nos lo ha transmitido con claridad Víctor Guiu en el foro del Colectivo Sollavientos (http:wwwsollavientos.blogspot.com). La percepción de la gran mayoría de la población actual es que su ideal de vida se realiza mejor en las grandes ciudades que en el campo. Por la oferta de ocio, de formación, de desarrollo profesional; por las posibilidades de interacción con otros y de encontrar amigos o pareja; de conseguir las cosas de manera inmediata y estar conectado con el mundo y en red; por la mayor facilidad de consumo; y por muchas cosas más. El trabajo es un factor limitante pero sólo hasta cierto punto, muchos hemos oído el testimonio de un alcalde que se lamentaba de que los jóvenes de su pueblo dejaban el trabajo en la fábrica para ir a Zaragoza sin nada, pero con expectativas de una vida más “divertida y atractiva” que la del pueblo.
Analizar las razones por las que el ideal de vida actual es el que es para una gran mayoría social -que ve más atractiva la vida urbana que la rural- es un debate interesante, que nos llevaría muy lejos. Sólo decir que en las sociedades rurales tradicionales –y más aún en las que eran más pobres en recursos naturales- la clave de la supervivencia estaba en la subordinación del individuo a los intereses del grupo. Ahí están los tiones del Pirineo –los hermanos segundones no herederos-, los matrimonios arreglados, etc. Conviene releer de vez en cuando libros de Severino Pallaruelo: “Pirineos, tristes montes”, “Ruidos de Zuecos”. Sin embargo, desde la Revolución Francesa todos aspiramos a realizarnos como personas libre e individualmente, eligiendo nuestro oficio, nuestra pareja, nuestro lugar de residencia, etc. Otra cosa es que en la práctica esa libertad de elección sea una quimera o funcione adecuadamente. Pero es una aspiración/ilusión irrenunciable para cada uno de nosotros.
sábado, 21 de diciembre de 2024
DEL MITO DE LA GOTA FRÍA A LA PSICOSIS DE LA DANA
Es erróneo referirse al último episodio de lluvias torrenciales e inundaciones como “la DANA del 29 de octubre”
1.-Imagen de satélite del 29 de octubre de 2029 en la que se aprecia junto al Mediterráneo la extraordinaria capa de nubes que descargó cantidades de lluvia que llegaron a los 772 litros por metro cuadrado en Turís (Valencia). Foto: Eumetsat
El 29 de octubre se produjo en varias zonas de España un excepcional temporal de lluvias torrenciales y persistentes que derivó en un episodio histórico de inundaciones. Las consecuencias, con más de 200 personas fallecidas y pérdidas económicas incalculables, son de dominio público, pero en estas últimas semanas asistimos, sorprendentemente, a una confusión generalizada sobre los factores que intervinieron en la excepcionalidad del temporal y constituye una verdadera paradoja que, de forma masiva, incluso en ámbitos especializados del mundo de la meteorología, se hable continuamente de “la DANA del 29 de octubre” para referirse a este episodio. Es incorrecto. La DANA, como en otras situaciones atmosféricas famosas que produjeron lluvias intensas (en algunos casos con inundaciones, en otros no), sólo es un ingrediente, y no el más importante, de un escenario conjunto en el que intervienen factores meteorológicos, geográficos, territoriales y urbanísticos, entre otros.
Lo correcto es hablar de temporal de lluvias intensas o de inundaciones
Para referirnos a lo acontecido el 29 de octubre de 2024 en muchas poblaciones de la Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, Andalucía, Murcia y otras zonas de España lo correcto es hablar de temporal (de lluvias intensas) o de inundaciones. También, por supuesto, de riada, de la misma forma que ocurrió en 1957 en Valencia. “La riada de 1957” es una denominación correcta, que sintetiza bien lo sucedido en la capital del Turia tras el desbordamiento del río del mismo nombre los días 13 y 14 de octubre de 1957. Aunque ya se conocía entre los meteorólogos, el concepto gota fría no era popular todavía, y eso evitó que se usara. A pesar de que uno de los factores meteorológicos de aquel temporal del 13-14 de octubre de1957 fue una gota fría, hubiera sido peregrino que después alguien se hubiera referido a aquel hito de la historia de Valencia como “la gota fría de 1957”. De la misma forma, es absurdo que actualmente, y de manera indiscriminada, no en las conversaciones de calle, sino en círculos especializados y científicos se hable, tanto en redes sociales como en publicaciones, de “la DANA del 29 de octubre” para referirse de forma genérica a lo sucedido.
Tras las trágicas inundaciones del 19 y el 20 de octubre de 1982 en las provincias de Valencia, Alicante y Murcia se popularizó la gota fría. El impacto social fue demoledor tras la rotura de la presa de Tous y la gigantesca avenida del río Júcar, ocurridas tras caer aguas arriba cantidades de lluvia cercanas a los 1.000 litros por metro cuadrado en menos de 24 horas. Una vez que se supo que en aquel temporal de lluvias excepcionalmente torrenciales intervino un factor denominado gota fría, el imaginario popular lo hizo suyo y en los años posteriores se asoció erróneamente el concepto como algo equivalente a inundaciones. Eso ocurrió hasta la saciedad en los años 80 y 90, hasta el punto de que, con la mejor de las intenciones, un grupo de meteorólogos propuso un nuevo término para intentar acabar con aquel mito de la gota fría que continuamente daba pie a creencias erróneas. Así nació la DANA, acrónimo de depresión aislada en niveles altos. Uno de los objetivos era erradicar la asociación del término gota fría con inundaciones y difundir uno nuevo para evitar su mal uso, es decir, que la gente y los medios de información dejaran de utilizar el concepto como un sinónimo de catástrofe.
Del mito a la psicosis
La intención era loable, aunque los hechos acaban de demostrar que el cambio de nombre no ha servido de mucho. Tras lo del 29 de octubre hemos pasado del mito de la gota fría a la psicosis de la DANA y, visto lo sucedido en los 80 y 90, es probable que nos esperen varios años en los que inevitablemente se asocie la palabra DANA a inundaciones, cuando es un error manifiesto. Por esa razón, en los ámbitos meteorológico, científico, periodístico e institucional debería hacerse una reflexión acerca del uso del término y abordar la necesaria divulgación para que la sociedad entienda que esa asociación es errónea y puede alimentar una psicosis injustificada.
Los temporales de lluvias intensas que se producen en las comunidades del Mediterráneo y otras zonas de España los causan varios factores. A veces, también hay una gota fría o DANA, es decir, un embolsamiento de aire frío en las capas altas de la atmósfera. Poniendo como ejemplo la Comunidad Valenciana, los elementos fundamentales son otros: el primero un temporal de vientos de levante con un importante recorrido marítimo. El segundo, que en otoño la temperatura del agua del mar es alta. Y el tercero, que tierra adentro, en las comarcas valencianas del interior, hay cadenas montañosas que fuerzan al aire a ascender cuando sopla ese viento de levante cargado de humedad. Ese ascenso y la gigantesca condensación de vapor de agua que se produce en esas condiciones son la clave del problema, ya que suele derivar en precipitaciones muy intensas, que son la base de los temporales de lluvias torrenciales.
Si además hay una DANA o gota fría en las proximidades, dependiendo de su posición, puede aumentar la intensidad de las precipitaciones. Pero una DANA, por sí misma, no es la clave del asunto y los otros factores son mucho más importantes. Cuando la superficie del Mediterráneo está tan cálida, como al final del verano y en otoño, una borrasca en capas bajas que empuje esos vientos con recorrido marítimo hacia la fachada mediterránea no necesita que haya una DANA en las alturas para producir lluvias intensas. Incluso un potente anticiclón al norte o noreste de la Península, con su centro de altas presiones en alguna zona del continente europeo, puede ser problemático al empujar aire con gran recorrido marítimo hasta las comunidades del Mediterráneo español.
En resumen: una gota fría o DANA no es suficiente para causar lluvias torrenciales y hay otros factores involucrados, hasta el punto de que las inundaciones pueden ocurrir sin que estén presentes. Creer que una gota fría o DANA significa necesariamente inundaciones es un error que ya se cometió en el pasado y sería absurdo que vuelva a ocurrir. Y constituye un contrasentido que el término se utilice de forma indiscriminada por parte de meteorólogos, científicos, comunicadores y autoridades políticas, como si se tratara del agente fundamental que causó las inundaciones.
Vicente Aupí
Escritor y divulgador científico.
* Artículo original publicado en el blog de Aemet.
https://aemetblog.es/2024/12/07/del-mito-de-la-gota-fria-a-la-psicosis-de-la-dana/
jueves, 19 de diciembre de 2024
DANTE Y KAFKA EN LA ZONA 0
El infierno pasado por fango
Día 29 de octubre, 18 horas de la tarde. Un viento furibundo zarandea los árboles del parque con extrema virulencia. Las ramas, enzarzadas en una monstruosa lucha, crujen y, en cualquier momento, podrían romperse y caer al suelo. Pienso, como decía mi padre, que mientras haga tanto viento no lloverá. Y la verdad es que no llovió ni una gota. Nada en absoluto. Aunque el Destructor del Poyo, desde el medio día, venía haciendo su camino.
18:30 horas. Hay mucho ajetreo en la escalera. Alarmados, bajamos al patio. Unos cuantos vecinos están contemplando cómo el cruce de calles se ha convertido en un torrente de agua, que crece a la velocidad del rayo, que irrumpe en el patio, que romperá la puerta del garaje y, poco a poco, ira subiendo por las escaleras, haciéndonos retroceder y preguntarnos cuándo se detendrá.
18:55 horas. Desde un balcón próximo graban el salvamento de varios conductores, atrapados en sus coches en esta encrucijada de la Partida del Divendres. Poco después, esos mismos jóvenes logran meter en nuestro patio a una mujer, con la cara descompuesta, a la que han rescatado de la barrancada. Le han salvado la vida. Varias vecinas le ayudan a cambiarse de ropa y, luego, María la sube a casa, donde pasará la noche, angustiada por lo que haya podido pasar a sus compañeras de trabajo.
El nivel del agua sube. En una esquina, ha quedado atrapado un coche entre un naranjo y la pared. Por él y con ayuda de una escalera y cuerdas podrán zafarse varias personas. Todos los vecinos que miran desde sus ventanas tienen el corazón en un puño, contienen la respiración y, con toda seguridad, hacen fuerza inconscientemente para evitar que se caigan y sean arrastrados por el torrente.
19:59 horas. He subido a casa para llamar a mis hijas que están nerviosas y quieren imágenes que les den certeza de que estamos bien. No las consigo, pese a que he tratado de mostrar el parque donde el agua está más remansada. Veo ahora en la primera fotografía que, en primer plano, hay un par de vecinos, con el agua por los hombros, que examinan los coches, cuyos circuitos han hecho contacto y pitan y parpadean como en una escena de cine de terror, mientras por la calle de san Juan bajan, como submarinos con los periscopios al aire, contenedores de todos los colores y funciones.
20:13 horas. En los bolsillos gruñen extrañas chicharras. Cuando echamos la mano al móvil y vemos que se trata de un mensaje de alerta, a estas horas, nos miramos sin nada que añadir. La rabia y el resentimiento aún no han podido abrirse camino, ante la imperiosa necesidad de ayudar, de llamar a familiares, de saber cómo y dónde se encuentran. Estamos demasiado aturdidos y si ahora puedo identificar las horas y los minutos es porque han quedado grabados en imágenes datadas (Pienso que del mismo modo habrán quedado registradas todas las llamadas telefónicas y los números con los que se han comunicado, aunque fuera entre las 13 y las 17 horas de la tarde).
Nos subimos otra vez a casa. Al poco, tocan el timbre. Un vecino del primer piso me pregunta si tengo una soga: “¿Una soga? No, no”. Me dice que están intentando rescatar a una mujer desde su balcón y bajo con él. Me dan una linterna para que enfoque, mientras otros vecinos le lanzan una cadena de sábanas. ¡Más sábanas, más sábanas! Y se hace otra cuerda para crear más probabilidades de ayuda. Durante un buen rato, animamos a la mujer para que trate de atarse a ellas. La brutal corriente la baquetea de un lado a otro y no le permite resguardase en la pared y atarse a las sábanas. En las películas todo es más fácil. Al lado, revienta una persiana del garaje. Ella con asombrosa entereza, se aproxima una y otra vez a la pared. El 112 debe estar colapsado. Nadie contesta. Todas las llamadas de socorro son inútiles. Intentamos alzarla. “Apóyate con los pies en la pared” le señala alguien y ella lo intenta. Vemos su esfuerzo y parece que va a conseguirlo, que vamos a conseguirlo... De pronto, se rompe la cuerda y nos quedamos mudos. Trata de nadar, bracea para acercarse a la otra orilla. La corriente central es tan fuerte que se apodera de ella como un tornado, aunque sigue moviendo los brazos y ladeando la cabeza con fuerza. Durante unos segundos, la miramos; le vemos la cara; deseamos que pueda escapar a esta terrible y espantosa furia. Vencidos e impotentes, cada uno regresa a su casa en silencio. Desde cada ventana, miramos los coches acelerados, los contenedores, las neveras... Rogamos que no choque con ninguno de estos objetos. Esa cara no se nos olvidará jamás. Y sabemos que esto les habrá ocurrido a muchas otras personas en ese infierno horroroso y terrible de la zona 0 ¡Que noche para insomnes!
El amanecer tampoco será radiante. Hacia las 4 o las 5 de la mañana del día 30, oigo unas voces. Todos las oímos y nos asomamos a las ventanas: “¡Daviddd, Mareeee!” Varias personas, con palos para tantear el suelo, buscan a sus familiares. Una hora después regresan por el mismo camino y con las mismas voces…, con la misma esperanza indomable. ¡Ojalá David y la Mare todavía se cuenten entre los vivos!
Kafka en la zona 0
Desde esas primeras horas de la mañana del día 30 hasta hoy (día 19 de noviembre), no es Dante quien ha imaginado lo que nos pasa sino Kafka. Como este año se ha celebrado el centenario de su muerte, he releído El Castillo y he leído por primera vez El buitre. En la novela todos los intentos del protagonista por conocer al dueño del castillo son infructuosos. No hay nadie al mando. El sistema funciona perfectamente para sostenerse a sí mismo, los protocolos están bien engrasados, pero el gobierno es una oquedad sin nombre, un socavón abismal, sin presencia alguna, mientras sobre las murallas vuelan las cornejas.
En el cuento El buitre, un ave rapaz y carroñera, picotea persistentemente los pies de una persona viva, indefensa, para devorarla, pero acabará ahogado en la sangre que “llenaba todas las profundidades y desbordaba todos los diques”.
Quienes vivimos en la zona 0 sabemos lo que es la desorganización y agitarnos como pollo sin cabeza. Lo que más me ha sorprendido es que también lo están viviendo las personas que han venido a echar una mano, sean voluntarios individuales o agrupados o sean miembros de los distintos cuerpos y uniformes que han pasado por aquí. Desorganización es el nombre del buitre. ¡Perdón!: desorganización organizada. De arriba a abajo, me decía alguien de protección civil, anteayer; ¡Que llevamos 16 días en medio del fango¡ gritaba una mujer desesperada a unos policías, venidos de lejos, que les impedían sacar el fango y amontonarlo en la calle, por orden municipal. Vemos pasar camiones, cubas, zapadores, infantería. policías, guardias civiles, miembros de protección civil, bomberos de aquí y de allá. ¡Gracias a todos ellos por su inmenso trabajo! ¡Que sería de nosotros todavía hoy sin sus máquinas, sus palas y cepillos, sin su voluntad de cambiar esta situación, sin su coraje!
En la última semana, hemos visto desaparecer mucha de esta ayuda. Las romerías de voluntarios ya no se han manifestado ni siquiera en el fin de semana. Es posible que hayan ido a otros pueblos, ahora que son más fáciles los desplazamientos. Pero también que se haya agotado el filón. En los últimos tres días, hemos visto pasar por la puerta de la calle de nuestro patio, y supongo que algo similar sucede en todos los demás y en todos los pueblos de la zona 0, cuatro o cinco tipos de uniformes cada día, que escuchan atentamente y nos hablan con gran amabilidad, que nos dicen volveremos, mañana a las 8 estamos aquí, demain, tomorrow, y o bien mañana no llega nunca o quienes vuelven no disponen de las bombas potentes que se precisan para sacar fango y coches de los sótanos y garajes ¡Cuánto esfuerzo improductivo! Hemos solicitado ayuda al Ayuntamiento o al supuesto Centro de Mando que está en la zona de Ikea. Se han tomado nota. Esperen, tengan paciencia, vamos a contratar máquinas. En redes se ha puesto en marcha la organización de una protesta en el Ayuntamiento y, ¡oh milagro!, nuestro alcalde ha emitido una grabación por primera vez. ¿Nadie del ayuntamiento tenía autoridad y capacidad para dirigirse al vecindario en tantos días? ¿De verdad? ¿Nadie? ¿Todos se sentían desbordados por la situación?
Seguimos sin entender cuál es la lógica del plan y sospechamos que no hay plan. Dicen que Valencia seguirá siendo la tierra de las flores; que el pueblo volverá a estar como antes. Menos retórica, por favor. Hasta los niños y niñas se han hecho adultos en estos días. La esperanza se transmite de otra forma: con transparencia, cercanía y comunicación constante. Aquí seguimos, con paciencia, por supuesto, y con esperanza; pero no queremos hacerlo como quien espera a Godot.
Del covid 19 a la dana 24
Decía en el Parlament el presidente de nuestra Comunidad que ha aprendido las lecciones de la dana. Me he preguntado inmediatamente qué lecciones aprendió de la experiencia reciente del covid. Ese fue un momento para aprender mucho sobre logística pública para emergencias; logística para lo imprevisible, para la incertidumbre radical de la época en que hemos entrado. Hubo muchas voces que señalaron este cambio e insistieron en la necesidad de adoptar medidas para lo imprevisible. No hay constancia, en el tiempo que lleva al frente del gobierno, de que tomara nota de esas reflexiones y consejos, sino todo lo contrario.
Las catástrofes extremas –sea en forma de incendios de sexta generación, de pandemias, de cataclismos climáticos- no son una novedad de 2024. Los motivos para aprender eran evidentes y a los cargos políticos se debería llegar “aprendido”.
Lamentablemente continuará.
Antonio Ariño Villarroya
jueves, 5 de diciembre de 2024
EL CAOS EN EL CAUCE DEL POYO
Con origen en una depresión en altura en niveles altos (DANA), ha emergido un caos significativo en la Hort del Sur en Valencia. Un cauce torrencial que había permanecido un largo periodo de tiempo en calma reactivó su vitalidad, su energía que le hace crecer, cambiar y evolucionar. Hoy es bien conocido el barranco del Poyo, que desemboca en la Albufera de Valencia.
Desde hace más de medio siglo, los científicos son conscientes de que el mundo no se comporta de forma tan predecible como sugiere la física clásica o el determinismo. Desde la meteorología hasta las poblaciones de plantas y animales de los ecosistemas, o los cauces de los barrancos cuando llegan a una zona llana, el caos gobierna los latidos de estos fenómenos cuando hay pequeñas variaciones. Estamos atribuyendo los efectos en Valencia a las precipitaciones en las montañas, olvidándonos de que el sistema funciona a través de una interacción entre el fluido y el sólido, entre el agua y los sedimentos.
Dudo que mi querida ciencia sea capaz de predecir el camino que tomará, después de un tiempo, un sistema donde se combina agua y sedimentos. Dudo que un hidrólogo haya pensado alguna vez que el lecho del barranco del Poyo transportaría arcillas, piedras, coches, camiones, neveras… y qué efecto tendría toda esta combinación en un nuevo caudal que no es ni líquido ni sólido, sino una mezcla indeterminada e impredecible. ¿Qué hubiera pasado si un par de tráileres enormes hubieran llegado al cauce del Turia en aquella fatídica noche del 29 de octubre? ¿Alguno de los expertos que propone conectar dos cauces torrenciales ha podido evaluar el comportamiento de un efecto azaroso de ese incidente puntual?
Estamos atribuyendo parte de la responsabilidad al cambio climático, sin prestar atención a que estamos introduciendo nuevas variables o parámetros en el ecosistema del paisaje urbano, que también han tenido una influencia importante en las consecuencias finales de la riada. El caos del que hablamos no significa azar y desorden; significa imprevisibilidad de nuestras acciones, donde las matemáticas no pueden ayudarnos a evaluar cómo se comportará la naturaleza, ya que existe un nivel en el que entra en juego el azar. Por ello, el principio de precaución en las zonas donde puede aparecer el caos es una de las mejores soluciones que se me ocurren para afrontar el futuro.
Me duele la destrucción del paisaje, ya sea urbano o natural, ya sea la Horta Sud o el Maestrazgo. Convivir con la naturaleza a veces implica lidiar con la incertidumbre de cómo será la erosión, la modificación de la tierra y cómo nos influirá en el futuro. Un tráiler que llega por azar a un cauce, un coche en una curva, un deslizamiento de tierra en un barranco pueden llevarnos a que lo previsto se vuelva imprevisible y que la creatividad del caos aparezca. Mi cariño a todos los afectados.
domingo, 1 de diciembre de 2024
¿CUAL HA SIDO EL PAPEL DEL NUEVO CAUCE DEL TURIA EN LOS EFECTOS DE LA DANA?
Estos días se han oído declaraciones, y se han leído escritos, en los que se dice que el Plan Sur, una obra del mesofranquismo materializada en los años 60 del pasado siglo a raíz de la riada de 1957, ha salvado a Valencia de una nueva gran riada. Esta idea es básicamente falsa, porque ambas riadas, la del Turia y la de la Rambla del Poyo, no tienen nada que ver, salvo unas lluvias generadas por las tormentas de la misma DANA. Son dos cuencas diferentes que han generado dos riadas diferentes en el tiempo y en el espacio. En este contexto ¿cuál ha sido el papel de esta magna obra?
En síntesis, el Plan Sur exporta riadas de la cuenca del Turia a la de la Albufera, y se confía en que el canal será capaz de vehicular unos 5000m3/seg, aunque por fortuna todavía no se ha podido experimentar su funcionamiento previsto. Este caudal es mucho mayor que el caudal de la riada del 57. ¿Cuáles son los elementos básicos de su diseño? Esta obra hidráulica ha tenido que construirse con una modificación de la geomorfología del lugar. Ha tenido que adpatarse a una nueva topografía. Podemos distinguir tres tramos: (i) primero se ha tenido que excavar el canal en la divisoria de aguas de ambas cuencas, la del Turia y la del piedemonte de la Albufera (entre Mislata y Quart), (ii) luego se ha tenido que amortiguar la excesiva pendiente con un salto de agua (en Xirivella), y (iii) finalmente, a partir de La Torre, se han tenido que levantar unas motas artificiales hasta 6m por encima de la llanura, pues a la altura de los arrozales del N de la Albufera ya no hay pendiente natural, y el mar entra hasta unos 3 km (más o menos hasta la altura del puente de la pista de Silla). En el antiguo cauce, la pendiente hidráulica del rio se ha ido generando con todas sus riadas y derrames de sedimentos. El Turia se ha ido construyendo su abanico aluvial, con unas pendientes adaptadas a su dinámica fluvial. En el nuevo cauce, por el contrario, se ha tenido que diseñar unas pendientes artificiales que se piensa que funcionarán, pero, como en todo “invento hidráulico”, no podrá comprobarse su correcto funcionamiento hasta que no ocurra otro evento extremo, como mínimo como el de la riada del 57, y eso no ha ocurrido todavía.
¿Qué ha pasado con esta riada del Turia? Que el nuevo cauce ha vehiculado sin problemas una riada normal del Turia. No hubo aporte aguas arriba del embalse de Loriguilla, y el caudal se alimentó de las escorrentías que venían del Rio de Chera (el pequeño embalse de Buseo fue superado rápidamente), y de una modesta riada de la Rambla Castellarda, más las de otros pequeños barrancos. En el Azud de la Presa, en Manises, los volúmenes máximos horarios de caudal pudieron estar en no más de 2000m3/seg. Una magnitud de riada que ya ha experimentado el Nuevo Cauce en otras ocasiones, y que en ningún momento generó riesgo de derrame. Una magnitud que, sin duda, hubiese salido por un antiguo cauce del río Turia sin obstáculos. El Nuevo Cauce no salvó a Valencia de una gran riada, como máximo de un buen susto.
Uno de los riesgos asociados a las riadas que pasan y han de pasar en un futuro por el Nuevo Cauce es que desborden en su tramo final. Allí, en especial en los últimos cinco kilómetros, para conseguir una pendiente hidráulica que acabe llevando al agua al mar, como señalábamos, ha sido necesario elevar los márgenes del río respecto a la llanura. Como la zona es de transición geomorfológica entre el final del abanico del Turia (al N) y la Albufera (al S), la margen izquierda está más elevada que la derecha. En esta última, las motas artificiales no solo impiden que el agua del Turia vierta hacia la Albufera, sino también que el agua del piedemonte llegue al Nuevo Cauce. Y esto es lo que ha ocurrido en esta ocasión, con efectos posiblemente graves: las motas han posibilitado que las aguas derramadas del Bc. de Torrent, que bajaban desde Paiporta, se hayan acumulado en La Torre, Forn d’Alcedo y Castellar-Oliveral, (y probablemente también en Sedaví). Fueron aguas más tranquilas, pero de mayor profundidad. Este efecto de barrera lateral se sumó a los de la vía del tren y de la Pista de Silla, unos obstáculos transversales. El problema es que el volumen de agua que se escapaba desde el ápice del cono del barranco, desde Picanya y Paiporta, y que no podía fluir fácilmente hacia el N, no tenía más remedio que ir hacia el E.
Alejandro J. Pérez Cueva
Catedrático de Geografía Física, Universitat de València
martes, 26 de noviembre de 2024
LA CONEXIÓN RAMBLA DEL POYO-NUEVO CAUCE DEL TURIA:VENTAJAS Y RIESGOS
Estos tristes días pasados se ha planteado la posibilidad de una conexión entre la Rambla del Poyo y el Nuevo Cauce del Turia como una solución a las riadas de l’Horta Sud. Incluso se ha llegado a afirmar que el proyecto estaba ya planteado, y que, de haberse llegado a hacer, se hubiesen salvado muchas vidas. ¿Cómo se puede estar tan seguro de ello?
Este proyecto, de realizarse, como la mayor parte de las grandes obras hidráulicas (puentes, pantanos, encauzamientos artificiales…) sería un “invento”. La esencia de un invento es que se trata de un diseño nuevo que se piensa que funcionará. Pero, la gran diferencia entre un invento hidráulico para situaciones extraordinarias y un invento normal es que el primero no puede probar su funcionamiento hasta que no ocurra un evento extremo. Si un ingeniero inventa una bombilla más eficiente, un motor de avión o un barco para la Copa América de vela, lo prueba. Si funciona, lo patenta o lo intenta mejorar. Pero la suerte o la desgracia de los ingenieros y arquitectos de obras hidráulicas es que normalmente no pueden probar en vida si sus inventos van a funcionar correctamente. Suerte para los malos y desgracia para los buenos.
Se conocen pocos casos en que un ingeniero o arquitecto hidráulico pudo probar en vida su invento. Pero es el caso de Bartolomé Ribelles Dalmau, director de las obras de la antigua carretera Valencia-Barcelona y autor del Pont Nou sobre el Mijares, justo después de su confluencia con la Rambla de la Viuda. Las obras comenzaron en 1784 y acabaron en 1790, y Bartolomé Ribelles “inventó” un elegante puente de estilo neoclásico. No solo se limitó a construir un puente nuevo, sino que, como buen arquitecto, intentó un diseño novedoso para su época. Y las rivalidades profesionales ya ocurrían en aquellos tiempos.
El Mijares es un rio de temibles riadas, y la Rambla de la Viuda todavía más. Si coinciden ambas riadas, el efecto puede ser catastrófico, y eso es lo que pensaban los colegas enemigos de Ribelles: que el puente no resistiría. Pero cuando ya estaba prácticamente finalizado, a falta de pretiles y poco más, ocurrió en 1787 una de las principales riadas históricas de la zona. La riada del Mijares destruyó un puente en Onda, y la de la Rambla de la Viuda, otro en Atzeneta. Se dice que las aguas llegaron a cubrir totalmente el Pont Nou. Imaginen la angustia del arquitecto que lo inventó ¿Resistiría como él pensaba, o sería destruido como pensaban otros colegas de su profesión? Pero, al bajar las aguas, allí estaba, para su gozo y para despecho de sus detractores.
Por suerte o por desgracia no ha podido probarse si el invento del Nuevo Cauce del Turia funcionará como se ha previsto. Este invento hidráulico es especial, porque exporta las riadas de la cuenca del Turia a la del piedemonte de la Albufera. No es un invento sencillo, pues ha tenido que crear unas pendientes adecuadas para su correcto funcionamiento hidráulico: desaguar avenidas de claro mayor volumen que la de 1957 y proteger así Valencia. Para ello (i) el cauce ha tenido que excavarse en el umbral de la divisoria de aguas entre las dos cuencas, (ii) ha tenido que recurrir a un salto de agua en su tramo superior, el salto de Xirivella, para amortiguar la velocidad de las aguas ocasionada por una excesiva pendiente, (iii) discurre con una pendiente del cauce similar a la de la llanura aluvial en su tramo medio y (iv) tiene que sobreelevarse respecto a la llanura hasta unos 6 metros, al final. La razón de esto es que, en los últimos tres kilómetros, la pendiente es nula: el mar entra hasta casi la altura de la Pista de Silla.
Las incógnitas que plantea este tan novedoso y difícil invento hidráulico son varias: si el agua embocará bien al principio, antes de que comience la obra dura, o si parte de ella volverá a circular por el viejo cauce; si parte del agua rebosará entre la margen derecha y Quart, y se dirigirá hacia Xirivella, donde sería retenida por la vía del tren; si la ruptura de pendiente en su tramo medio, más o menos a la altura del cementerio municipal de Valencia, cuando el fondo del cauce se acerca a una pendiente cero, no provocará un freno y acumulación excesiva de agua; si el canal está bien dimensionado en su parte final, cuando tiene que confiar en la pendiente hidráulica de la lámina de agua hasta llegar al mar; o si la elevación del mar en los temporales de levante pudiera exigir una sección de cauce mayor en este tramo final… Todo ello con una solución que, como decíamos, exporta las riadas de una cuenca a otra.
Lo más probable es que el diseño de este invento esté bien realizado, y logre vehicular el caudal previsto. Pero ¡todavía no se ha podido comprobar!, y puede tardar años en que suceda. En este contexto, plantear otro invento hidráulico, como el de encauzar la Rambla del Poyo, de todas o parte de sus aguas, hacia el Nuevo Cauce, no deja de ser algo arriesgado. Los cálculos gruesos de la situación pasada son simples y aparentemente convincentes: Si sumamos la riada del Turia, de algo más de unos 2000 m3/seg a la de la Rambla del Poyo, de otros 2000 y pico m3/seg, nos salen unos 4500 m3/seg; todavía nos sobran 500m3/seg. Pero ¿qué pasaría si se juntasen dos riadas un poco mayores? ¿o si no acabase de funcionar del todo bien el invento del Nuevo Cauce? ¿o si las transformaciones de sus cuencas propiciasen riadas con mayores volúmenes y caudales con mayor conectividad hidráulica?...
El problema de las riadas de la Rambla del Poyo en l’Horta Sud es muy difícil de solucionar: ni pequeños embalses de laminación en la cuenca media y alta, ni reforestación de amplios sectores, ni microembalses de recarga de acuíferos en las montañas calcáreas de cabecera, ni un embalse algo mayor en Cheste, ni volver a ruralizar los usos del suelo… El encauzamiento de parte de las aguas en el cono de deyección del barranco, desde la su zona apical, en Torrente, hacia el Nuevo Cauce, no deja de ser una solución parcial más a implementar, pero nunca la solución definitiva, y mucho menos cuando no hemos podido comprobar su funcionalidad. Habría que pensarlo muy bien, y posiblemente recalcular los parámetros de la solución propuesta: que el Nuevo Cauce admita las aguas de la Rambla del Poyo cuando él puede tener problemas por sí mismo.
El elemento positivo es que la probabilidad de que coincidan los dos picos de crecida en el mismo tiempo en la confluencia de ambos cauces artificiales es muy baja. Esta vez, por ejemplo, la riada del Turia fue unas horas posterior a la de la Rambla del Poyo, y eso, en situaciones extremas, puede ser suficiente.
El problema de los inventos hidráulicos para situaciones extremas es que no podemos probar su funcionamiento, pero, muchas veces, no tenemos más remedio que echar mano de ellos. Por ello, hay que pensarlos muy bien, y nunca actuar con la prepotencia de que son soluciones definitivas.
Alejandro J. Pérez Cueva
Catedrático de Geografía Física, Universitat de València