Cualquier reflexión sobre los sistemas energéticos debe partir de la
premisa de que la energía es un bien escaso, y su producción, sea por el
sistema que sea, es costosa y difícil de almacenar, por lo que tiene que estar
generándose de forma permanente. También es importante considerar, a la vez,
que es un bien básico y de utilidad pública, por lo tanto, que debe estar
accesible para todos, independientemente de su condición económica o social.
Desde estos presupuestos se debe abordar la reflexión del modelo energético más
adecuado para una sociedad, que debe apostar por la sostenibilidad si quiere
tener futuro.
La mejor energía, la más barata y la que menos contamina es la que no se
consume. Por eso el ahorro y la eficiencia deben ser los pilares de un nuevo
modelo. Se trata de encontrar e implantar sistemas lo más eficientes posible,
que no desperdicien, como ocurre en el modelo actual. Se calcula que éste, en
el transporte y la distribución, consume una parte importante de la energía
generada, sobre un 10%, lo que puede suponer en España unos 1.700 millones de
euros anuales, que se pagan entre todos los consumidores. Mientras estos costes
se carguen en la factura directamente, las grandes compañías no se van a
preocupar de reducir estas pérdidas. También hay que considerar la eficiencia
de los aparatos utilizados, en algunos muy escasa y, por tanto, con grandes
consumos. La movilidad hay que reorientarla desde un uso abusivo de transporte
individual hacia propuestas más comunitarias y hacia medios que no consuman
energía. La construcción debe hacerse bajo parámetros de mejor aprovechamiento
de la energía y menos pérdidas, mediante el aislamiento térmico de los
edificios nuevos, rehabilitando todos aquellos que son poco eficientes y
apoyándolo con ayudas adecuadas a la renta de sus usuarios.
En esta búsqueda de la eficiencia se debe tender a redes inteligentes que
supongan la utilización de tecnología informática para optimizar la producción
y distribución, con el fin de equilibrar la oferta y la demanda. Ello pretende
aportar un sistema que optimice todo el proceso y redunde en un ahorro
significativo. La irrupción de las energías renovables ha cambiado los flujos
de la energía en la red eléctrica, pues los usuarios no solo consumen, sino que
también producen, por lo que el flujo es bidireccional. La red inteligente
gestiona este flujo y ayuda a ahorrar energía, a reducir costes e incrementar
la usabilidad y transparencia del proceso.
Es imprescindible el abandono de los combustibles fósiles, por su alto
potencial contaminante, tanto en sus emisiones de CO2, que
contribuyen al calentamiento global y al cambio climático, como en las
partículas emitidas que contaminan el aire que respiramos. Se tiene que hacer
una apuesta decidida por las energías limpias o menos contaminantes. Hay un
gran potencial en la geotermia, que no está desarrollado, o en la energía que
puede producir el mar, así como en el aprovechamiento del sol y del aire,
siempre de forma eficiente y con el menor impacto paisajístico posible. Pero,
avanzando hacia un consumo de proximidad, de relacionar la producción y el
consumo en un espacio cercano, potenciando el autoconsumo y favoreciéndolo
mediante una ley justa de Balance Neto, que abandone la protección de las
grandes empresas productoras y distribuidoras y apueste por el consumidor y su
capacidad de autoabastecimiento.
Es muy importante avanzar en la soberanía energética, que supone una
distribución descentralizada, una generación de energía por medio de muchas
pequeñas fuentes en lugares lo más próximos al consumo, de forma que eviten
pérdidas en el transporte y se mejora la fiabilidad del sistema. Otro eslabón
de esta búsqueda de la soberanía es el autoconsumo con balance neto, que supone
la posibilidad de producir la propia electricidad y también poder verter a la
red los excedentes. También ayudará la creación de plantas renovables de uso
local, que abastezcan a pequeñas o medianas poblaciones y que sean gestionadas
por ellas mismas, con lo que ello supone de abaratar costes y de ser más
eficientes.
Dar pasos hacia un nuevo modelo energético es avanzar en el empoderamiento
de la población, en la sostenibilidad del planeta y en la soberanía de los
consumidores. Aunque quizás uno de los inconvenientes sea la disminución de
beneficios de los grandes lobbys
eléctricos y de las puertas giratorias: una disminución de ‘su’
crecimiento, pero no del bienestar de la población.
Javier Oquendo
Colectivo Sollavientos