PAISAJE CON MAYÚSCULAS
Hace unos años, el Departamento de Medio Ambiente planteó la declaración de Paisaje Protegido para gran parte de la Comarca del Maestrazgo. Rápidamente surgió un movimiento ciudadano en su contra, justificado en el recorte de derechos que tal figura de protección habría llevado consigo, afectando a labores tradicionales como la caza, ganadería, agricultura y explotación del monte en general, que habrían quedado limitadas por la normativa correspondiente.
La población se posicionó negativamente y de forma clara en las reuniones convocadas al efecto, sin apenas posibilidad de debate. Otras opiniones fueron arrolladas por la inercia del momento que, además, se acrecentó con la urgencia impuesta por la Administración. Por otra parte, la propuesta de Paisaje Protegido iba unida a la creación de una Reserva de Caza, lo que no ayudó a aclarar posturas sino todo lo contrario, sumaba factores de confusión.
Pasados cinco años, y al no poder crear una figura suficientemente amplia en torno a la cual estructurar todo tipo de actividades, conjugando población y entorno, nos encontramos con que en el Maestrazgo se han creado una serie de Monumentos Naturales. Éstos ponen en valor lugares muy concretos que, ya de por sí, son lo suficientemente representativos como para no necesitar dicho título: difícilmente se iba a aprobar un proyecto con afecciones a las Grutas de Cristal o a los Órganos de Montoro. Sorprende por otra parte que, si estos Monumentos se han podido crear sin ningún tipo de rechazo de la población, hace cinco años no se pudiera ni debatir la figura de Paisaje Protegido (que, aun no siendo perfecta, podía conllevar un desarrollo con importantes repercusiones en una población necesitada de proyectos, y en una extensión lo suficientemente amplia).
Por eso, resulta obvio reclamar una mayor seriedad en las propuestas, que deben basarse en un verdadero intercambio de ideas. No resulta fácil conjugar una población reticente a cualquier cambio (y cuya valoración del entorno está basada en su complicado quehacer diario) y una Administración que nunca ha demostrado una verdadera apuesta por el mundo rural (con proyectos puntuales pero sin claros objetivos de desarrollo global). Y en medio, un Paisaje con mayúsculas, que periódicamente es agredido (incendios, parques eólicos, canteras, etc.) con una fuerza digna de nuestra época: cualquier afección actual supera en intensidad a las que nuestro territorio ha recibido en décadas.
Y es que podemos llamarle Paisaje Protegido, Carta del Paisaje o Plan de Desarrollo Rural Sostenible. El nombre resulta coyuntural según el momento, con pequeños matices en las formas, pero el fondo corresponde a la necesidad real de conjugar el desarrollo con el respeto a un entorno de gran valor.
Autor del texto: José Manuel Salesa Ariste
Autor de la ilustración: Juan Carlos Navarro
Colectivo Sollavientos