Agustí Guilera*
Hoy nos reunimos aquí para hablar del patrimonio natural, cultural y social de Hinojosa de Jarque. Nos convoca, en esta ocasión, el Colectivo Sollavientos con su declaración de principios: “’Soplan vientos’ en las altas tierras de Teruel. Queremos que sean vientos frescos y nuevos. Queremos que soplen fuerte, que limpien la atmósfera, que arrastren el polvo, disipen las brumas y traigan lluvias benefactoras”.
Sollavientos nos convoca y nos da empuje, ánimo e ilusión para hablar de lo que nos une y nos da identidad en Hinojosa de Jarque como colectividad humana.
Hinojosa de Jarque tiene una gran riqueza simbólica, tanto cultural como natural, laboriosamente labrada por los tiempos; algunos ejemplos de ello son: el asentamiento celtíbero de la antigua Damaniu, la ermita barroca del Pilar, el atrio renacentista del ayuntamiento, la torre de la iglesia, y más recientemente el Parque escultórico dedicado “A la memoria de los pueblos”, y si me permiten también añadiré la recuperación del antiguo molino. A nivel medioambiental y paisajístico no podemos olvidar, entre otras cosas, la importante riqueza de la población de chopos cabeceros, que precisa de una urgente atención y cuidado; de la necesidad de una futurible replantación de especies arbóreas así como la recuperación del río La Val. La protección de este medio natural también será indicativo y sintomático de una sociedad culta y respetuosa con el medio ambiente añadiendo, si cabe, aún más valor simbólico.
Hace ya un tiempo, en mi andadura por estas tierras, y antes de asentarme en ella, fue una gran sorpresa encontrar un pueblo y un parque escultórico fusionados como un todo en sí mismo. Fue un impacto emocional comprobar como la cultura creaba un sello de personalidad y belleza en un entorno rural. Un ejemplo de amor, un amor que nace de esa tierra dura y áspera de vientos, que se expande y contagia. El amor de unos visionarios que transformaron la realidad en belleza, la de unos artistas que esparcieron y sembraron de estatuas los campos, como el labrador esparce la simiente.
Otra de las experiencias que me llevó a elegir este lugar fue precisamente la contemplación paisajística del extenso valle de La Val desde lo alto de la pista que atraviesa los cerros. Algo me decía en mi interior que podría ser un buen lugar para desempolvar el ancla de mis alforjas.
La rehabilitación del antiguo molino, a parte de una satisfacción personal no exenta de sacrificio, no puedo dejar de decirlo, ha representado una nueva reincorporación al mundo simbólico y patrimonial de Hinojosa de Jarque. El Molino, los molinos en general, han sido un lugar y un referente importante en el inconsciente colectivo, y por lo tanto de la cultura, de muchas generaciones y que por tradición oral ha conformado una memoria histórica y por lo tanto simbólica. Ahora el antiguo molino de Hinojosa de Jarque es el Molino de Damaniu, precisamente en honor a nuestros viejos pobladores y antepasados que seguramente disfrutaron desde la loma de Damaniu de los cielos, los cierzos y las lluvias de este fructífero y hermoso valle.
Así pues, el patrimonio simbólico de Hinojosa de Jarque se entrecruza y nos da identidad. “Quien pierde las raíces pierde la identidad”, dice el lema. No perdamos estas raíces, preservemos nuestro PATRIMONIO SIMBOLICO que es lo que da sentido al pasado, al presente y al futuro.
Finalmente, hablar de Hinojosa de Jarque es hablar de los pueblos de La Val donde se asienta. El valle de La Val conforma una unidad geográfica, humana, social, cultural y económica que hermana a estos pueblos y les da personalidad, consistencia y sentido de existir.
Hoy el valle se encuentra amenazado por el trazado de una línea de alta tensión. Como en la película Bienvenido Mr. Marshall, la línea de alta tensión cruzaría velozmente el valle, como un insulto a la inteligencia, expoliando tierras e impactando negativamente en el paisaje, un paisaje que es parte de nuestro patrimonio colectivo.
Como prueba de esta unidad geográfica y humana, un generoso y solidario Fuenteovejuna, “todos a una”, los municipios del valle se han puesto de acuerdo para impugnar esta línea de alta tensión. Una línea que los impulsores llamarán “progreso”, el mismo progreso seguramente que hoy nos ha llevado a la quiebra generalizada de la sociedad del bienestar y al desmantelamiento de los derechos sociales. Para que una “democracia real” se instaure definitivamente en nuestras vidas es necesaria una nueva cultura: que los poderosos sean sensibles y respetuosos con los derechos de los afectados, de las minorías y de las voces de los más débiles.
Siempre habrá que estar permanentemente vigilantes, al acecho y a vuelo de pájaro, para preservar nuestro patrimonio natural y cultural de cualquier neoliberalismo disfrazado de “interés general”. Siempre habrá que luchar para que el progreso sea estrictamente sostenible a todos los niveles y ponga freno a la cultura del derroche y de la “inmediatez”.
De valles como éste habrá muchos y seguramente más bellos, la única diferencia está en que éste es nuestro valle.
Por el derecho a decidir nuestro futuro, no todo a cualquier precio ni tampoco pan para hoy, hambre para mañana. No queremos nuestro cielo mallado de cables de alta tensión ni queremos vivir bajo una metálica tela de araña donde corra por sus cables la sangre de un desarrollo insaciable y depredador. Por un cielo limpio en el cual, como nuestros antepasados, podamos nacer, crecer y morir en paz. Por la conservación de un paisaje, el nuestro, el de La Val, y por el derecho a vivir con menos para vivir mejor. Las futuras generaciones nos lo agradecerán.
Muchas gracias a todos por vuestra asistencia.
* Colectivo Sollavientos
Texto de bienvenida con el que Agustí Guilera, el molinero de Damaniu, nos recibió en la reciente jornada que mantuvimos en Hinojosa de Jarque.