domingo, 3 de enero de 2021

LA BUENA EDUCACIÓN PARA TERUEL

 

 


¿Cómo calibrar la gran importancia de la educación para conseguir el mayor bienestar posible para cada una de las individualidades que componemos la ciudadanía, y el mayor equilibrio social y natural? (Bienestar individual y equilibrio socio-natural se retroalimentan). Dejémoslo en extrema e ineludible. Sin entrar en especificaciones, Teruel se merece una buena educación: la mejor, aquella que dote a las personas de unas adecuadas competencias individuales y ciudadanas, no tanto para enfrentarse a un mundo hostil, sino para aportar a su transformación en otro más acogedor; en palabras de Nélida Zaitegi, maestra y presidenta del Consejo Escolar de Euskadi, con la finalidad de: “hacer gente competente para vivir en un mundo que soñamos y queremos”, aderezada con los valores éticos de libertad, justicia, respeto, solidaridad y coherencia, y encaminada a la asunción de conciencias presididas por la autonomía y responsabilidad, el espíritu crítico y la empatía, y por la creatividad e iniciativa de las personas y de los grupos. ¿Encaja este planteamiento con el enunciado del 4º ODS de la ONU para 2030? Parece que sí: Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos (objetivo plenamente vigente en cualquier lugar y época futura). Podríamos añadir que la consecución de los 16 Objetivos de Desarrollo Sostenible restantes depende ciertamente de éste, y que estos postulados se avienen al actual tiempo de pandemia y al posterior de la reconstrucción. Todo depende de la educación.

Descendiendo de la utopía necesaria y ya entrando en metas más específicas, que enfoquen la ruralidad a través de la escuela, Teruel debe conseguir que la educación permita a su alumnado prioritariamente, y a la población en general, conocer (no se puede amar lo que no se conoce y el amor profundo lo salva todo) y valorar la identidad del medio rural del que proceden, fortaleciendo el sentimiento de enraizamiento (¿panacea contra la despoblación?). Es necesario aproximar a chicos y chicas a la comprensión y asunción de las causas y efectos del cambio ambiental y social en el entorno rural, y en este orden de cosas, que las escuelas e institutos desarrollen estrategias metodológicas, basadas en la observación de dichos cambios en el territorio turolense. Cada centro educativo debería involucrarse en el estudio de su entorno más próximo, con actividades variadas (recorridos naturalistas, observaciones meteorológicas, dibujo al aire libre, recogida de muestras naturales, entrevistas a agricultores y ganaderos, participación de las personas de más edad, etc.): el ‘trabajo de campo’ está servido; la permanencia entre las paredes del aula, cuando obligue la meteorología y para poner en común y sistematizar todo lo observado y experimentado. Abordada esta cuestión con rigor, será más fácil descubrir y adoptar estrategias de adaptación y mitigación de los efectos del Cambio Climático que avanza inexorablemente. Las nuevas tecnologías, a su servicio. Con este enfoque educativo, ni qué decir tiene que se debe garantizar la formación permanente de maestras y maestros. 

En el currículum de formación profesional deben figurar actividades de aprendizaje de prácticas agrícolas y ganaderas que conecten la tradición con una innovación que preserve el escenario donde se proyecten sin hipotecas futuras. 

Es preciso fomentar de una manera efectiva la formación de la sociedad para valorar el Patrimonio y los Paisajes naturales y culturales, para lo cual no hay que perder de vista el Convenio de Faro (27-10-05), suscrito por el Estado español, cuyo artículo 13 expresa la obligación de: 

a) facilitar la inclusión de la dimensión relativa al patrimonio cultural en todos los niveles educativos, no necesariamente como asignatura en sí misma, sino como fuente fecunda de estudio para otras disciplinas

b) reforzar el vínculo entre educación sobre el patrimonio cultural y formación profesional.” La adquisición de los saberes y técnicas tradicionales para su aplicación en la restauración y conservación del Patrimonio, fomentaría la creación de empleo cualificado y la fijación demográfica. Todo lo expuesto, más la implicación de la Universidad, contribuirá a la creación de “la sociedad del conocimiento” en nuestro medio rural. 

Gonzalo Tena Gómez

Colectivo Sollavientos