domingo, 27 de marzo de 2011

AFECCIONES PAISAJÍSTICAS Y FUTURO (yXI)




CASTELFRIO



Dos años después del incendio forestal de Castelfrio, apagado el fuego y las múltiples voces elevadas junto a las llamas, el Gobierno de Aragón parece haber apostado por actuar a ritmo de presupuesto, sin haber reflexionado sobre el funcionamiento de este sistema ecológico.


Actualmente todavía puede contemplarse maquinaría trabajando en la preparación de las futuras repoblaciones; madera quemada agrupada en fajinas dispersas por las laderas, en ocasiones con una clara función de retención del suelo, en otras es difícil precisar una función más allá de la apuesta por reducir el coste de retirar la madera y ofrecer una imagen de que se trabaja por la restauración; construcción de nuevas pistas forestales que facilitan el acceso a los trabajos en el monte, algunas de ellas no exentas de impacto ambiental.


Se han incorporado nuevos elementos sin una evaluación de las consecuencias de ello a medio y largo plazo, como puede ser la degradación del suelos por compactación o por erosión. Esperamos que no se olvide hacer un seguimiento de la respuesta del medio ante esas actuaciones y, así, poder definir modelos de actuación que puedan ser aplicables en el futuro en otras situaciones semejantes.


Las proyecciones de algunos modelos de cambio climático predicen para un futuro próximo el incremento de los grandes incendios, cuyos efectos pueden verse agravados por la despoblación rural. Mirando al pasado, tenemos claro que cuando el campo se exprimió hasta los límites, abancalando laderas para cultivo, pastando las últimas matas, aprovechando los últimos rebollares para carbón y leña, era difícil producir un incendio al carecer de combustible para su propagación. Pero esa situación también repercutía negativamente ya que, al no disponer de espacios forestales, el territorio era más vulnerables a la acción de las aguas torrenciales, con la consiguiente perdida de suelo por erosión, y se carecía de otros servicios ambientales de los que nos beneficiamos en estos momentos en que la presión intensiva sobre el territorio ha disminuido.


Hay un aspecto que nos llama la atención. Este lugar fue propuesto en 1998 por el Gobierno de Aragón como lugar de interés comunitario y, en base a ello, declarado espacio de la Red Natura 2000. Pese a ello, Castelfrío no dispone de un inventario de fauna y flora, ni tiene elaborado un plan de gestión para la conservación de los valores que llevaron a su declaración como espacio protegido, elementos necesarios para diseñar y planificar las líneas de trabajo en pro de conservar los valores por los que fue catalogado. Sin una base documental y de planificación es difícil prever hacía donde nos dirigimos y el resultado final de la restauración. Este espacio a restaurar debería considerar la recuperación de un paisaje lo más cercano posible a aquel por el que se incorporó a la red de espacios protegidos europeos, que además ofrezca una mayor protección frente a perturbaciones como el fuego, tanto en resistencia como en la capacidad de resurgir de nuevo en el hipotético caso de que volviera a verse afectado y por supuesto garantice la supervivencia de las diferentes poblaciones y comunidades singulares de flora y fauna.


No es la primera vez que la gestión de este espacio conlleva ciertas transformaciones sin un conocimiento exhaustivo del funcionamiento del sistema. Las gestión ganadera tradicional, las repoblaciones forestales de pinos en la década de los años sesenta y setenta del siglo pasado, la gestión cinegética, no nos consta que hayan sido potenciadas por su repercusión en la conservación de un paisaje o de los elementos físicos y biológicos que alberga; desconocemos su impacto sobre el territorio.


Quizás se están desaprovechando instrumentos financieros de la UE como los fondos Life, orientados hacía estas líneas de trabajo en la conservación de la biodiversidad.



Ángel Marco Barea


Colectivo Sollavientos


domingo, 20 de marzo de 2011

AFECCIONES PAISAJÍSTICAS Y FUTURO (X)



La Sierra del Pobo, ¿futuro, valor y paisaje?

La Sierra del Pobo es el contrafuerte más occidental de las serranías de Gúdar, un relieve de unos 30 km de longitud con disposición Norte-Sur. En tiempos fue un macizo cubierto de carrascales, sabinares y enebrales, y hoy en día aún pueden verse bosquetes y ejemplares dispersos de aquellas especies, aunque predomina la flora arbustiva, así como gramíneas y pratenses que se extienden a ras del suelo.

Seguramente gran parte de esta superficie fuera patrimonio de la Comunidad de Teruel, los montes blancos que servían de pasto y leñas a los vecinos de las aldeas. Durante siglos la normativa foral reguló su explotación, amparó su regeneración y sancionó las infracciones. Se controlaban, pautaban o —si era necesario— se prohibían las talas, las roturaciones, el pastoreo y la caza. Aunque indudablemente el medio natural se transformó, no es muy descabellado pensar que a inicios del siglo xviii el paisaje fuera diferente al actual. Fue a partir de este momento cuando, a tendencias que ya se manifestaban, se unieron otras precondiciones para un cambio más drástico. La abolición de los fueros, la decadencia de la Comunidad de aldeas y una nueva mentalidad jugaron en contra del modelo de gestión observado hasta el momento.

Sin embargo, fue seguramente a partir del siglo xix, con la articulación del Estado español y la consolidación del modo de producción capitalista, cuando más debió de avanzar la deforestación que peló nuestros montes. Durante la primera mitad del siglo xx se arrancaba hasta la última aliaga con la que alimentar hornos, estufas y chimeneas. Así nos llegó nuestro actual paisaje en la Sierra del Pobo, visto desde la Virgen de la Peña, en Aguilar, una inmensidad de soledades que te saca de este mundo. Es un paisaje bello aunque no sean los Pirineos. Huele a tomillo arrasado por luz abrasadora y viento helador, y al florar las aliagas se convierte en un mar amarillo. En los cortados viven cabras montesas y buitres, y entre los arbustos, valiosísimas aves esteparias. Alberga Hábitats de Interés Comunitario y de la Red Natura 2000. Pero está solo en una tierra que no parece de nadie y a la que le caben desgracias como el incendio del Castelfrío en 2009.

No es raro escuchar que montes como esos, antes de que estén abandonados, mejor que produzcan algo. Y, sin embargo producen. Producen servicios medioambientales, que aunque no nos los paguen, tienen un valor contante y sonante. Es cierto que no computan en el PIB, pero el PIB tampoco estima como riqueza nacional el trabajo de las amas de casa. Con este panorama las sierras se ven abocadas a inversiones rentistas y, en general, empobrecedoras como la energía eólica. Con el mismo entusiasmo que falta de reflexión sobre el sector, nos abocan a un futuro en el que desde San Just hasta el puerto Escandón todo será un continuo de parques eólicos. Si el paisaje debe producir, ¿por qué malbaratarlo? ¿Cuánto territorio y recursos naturales se consumen para producir, en comparación, una cantidad ridícula de energía? La energía eólica, por su ineficiencia, además de costarnos dinero, no evita que en las centrales se sigan produciendo CO2 y desechos nucleares, y residuos radioactivos en el procesado de las denominadas tierras raras que se emplean en los aerogeneradores. Y los beneficios del consumo de esa energía, una vez más, no se van a generar aquí.

Si el dogma es no valorar ni pagar nuestro principal valor diferencial, el medio y el paisaje; si este patrimonio debe producir de forma activa, ¿por qué en vez de inversiones vinculadas con las características del territorio y que refuerzan sus valores y su capacidad de producción integral, nos reservan las que lo destruyen en beneficio principal de otros? ¿Por qué lo sacrifican con aerogeneradores, líneas de alta tensión o minas de arcilla a cielo abierto, a la vez que no dudan en castigar a la ganadería y la agricultura, que forman parte de ese paisaje? ¿Por qué algunos hablan de sostenibilidad y hacen lo contrario? Tal vez sea por su falta de reflexión sobre el paisaje y su valor... Por no hablar del desdén hacia el significado profundo que tiene ese paisaje por su universalidad y como seña de identidad nuestra, precisamente aquello que no tiene traducción en un balance contable.

Autor del texto: Ivo Aragón

Autor de la ilustración: Juan Carlos Navarro

Colectivo Sollavientos

jueves, 17 de marzo de 2011

CAMPESINO Y RURAL

El mundo que conoció mi abuelo murió a golpe de hipotecas, pisos esqueléticos de 80 metros cuadrados, asfalto, fábrica, sueldo, crédito y supermercado.
El mundo que conoció mi abuelo murió también con la tele. Compra esto y aquello. Tira y recicla, pero compra tío, compra. Ja, ja, mira a los de la boina. Aragón y España en Directo, ¡ por Dios desaparecer!.
En el mundo no tiene cabida el campo ni el campesino, la siega y la fiesta de los santos. No tiene cabida el juntarte en bodegas y tabernas, en cantar por cantar y trabajar cantando.
El pueblo es producto. Producto es la ermita, el dance, la semana santa. La gente es producto. La jota es producto (por eso no se canta mas que en el escenario). El boinas es producto. El abuelo, producto también. ¿Y tú?. ¿Vives en el campo?. Pues producto. Véndete, algo tienes que vender, incluso tu alma.
Primero nos hicieron híbridos. ¿Ahora?; lo rural ha muerto, ¡viva lo rural!

Víctor Guíu, Poeta

domingo, 13 de marzo de 2011

AFECCIONES PAISAJÍSTICAS Y FUTURO (IX)




UN PAISAJE, UN TROZO DE HISTORIA, UNA IDENTIDAD


Entre la aspereza de las calizas del Jurásico de un amplio territorio de la Ibérica turolense, se localizan hondonadas de bondad. Esto ocurre donde dónde la erosión rompe aquel sustrato para llegar a materiales blandos que el agua y el tiempo se encargan de vaciarlo en pequeños y suaves valles cerrados. Son materiales del llamado Keuper, arcillas donde las plantas no sólo encuentran un suelo más generoso en nutrientes, también capas impermeables donde el agua no se infiltra al subsuelo y aflora en superficie. El hombre siempre se ha percatado de la singularidad de esos enclaves.

Uno de estos lugares es la Baronía de Escriche, a escasos 20 km de la ciudad de Teruel. Extensos pinares y sabinares, fondos de valle cubiertos de pastizales verdes, salpicados de álamos en torno a la línea del riachuelo y agrupados alrededor de las fuentes, contrastan con la hostilidad de la árida hoya de Teruel.

Su origen histórico se remonta a la Reconquista. El Rey otorga el Señorío a los que le prestan apoyo en la guerra. Como tal peculiar forma de propiedad, tanto de la tierra como de los hombres, se organizó hasta la década de los setenta del siglo pasado, aun cuando los cambios de la Constitución de 1812, con la abolición de los Señoríos y la formalización de municipios, impusieron ficticias figuras institucionales. Desde La Casa Grande de Escriche, casa solariega de la familia Sánchez Muñoz, se administraba todo el término constituido por 12 masadas.

Fraccionada la propiedad, a principios del siglo XXI la Diputación Provincial de Teruel compró el núcleo urbano constituido por la Casa Grande, la Iglesia de San Bartolomé y los varios cientos de hectáreas adscritos a esa parte de la finca. Tras una restauración orientada a la gestión de lugar hacia el turismo de calidad, el núcleo arquitectónico-histórico ha sufrido una notable transformación. Un proyecto ambicioso de alto coste, subordinado a la inyección de dinero público, que en estos momentos ha demolido todo el interior de la Casa Grande, ha eliminado el anexo de casas de los masoveros y pajares con los que conformaba la Plaza de San Bartolomé, y ha incorporado un bloque de hormigón, todo ello de alto impacto en el territorio. Desconocemos la forma en que serán reincorporadas las pinturas murales que se han retirado para restaurar, si se repondrán en la nueva fachada las antiguas rejas de las ventanas y el escudo de la familia…, si la remodelación de la casa va a poder volver a cobijar la identidad histórica de la que procede.

En la obras se han incorporado materiales modernos, pero no se ha apostado por la innovación tecnológica en otras facetas como el suministro de energía eléctrica. Lejos de apostar por energías alternativas, se ha construido una nueva instalación eléctrica que enlaza en Cabigordo y atraviesa un espacio hasta la fecha sin torres ni cables. Desconocemos cómo se va afrontar la depuración de aguas residuales.

El aprovechamiento del medio natural no ha sufrido una importante transformación. Ha desaparecido el ganado lanar y se ha intensificado el uso del vacuno. El asilvestramiento del bosque y matorral no sólo aporta una estética más natural, sino mayor variedad de especies; adquieren protagonismo los servicios ambientales que ofrece, por encima del valor de la madera. Los pastizales también aportan biodiversidad frente al monocultivo del cereal en las terrazas roturadas antaño. La colonización de la cabra montés ha llenado el nicho ecológico que antes ocuparon los rebaños de ovejas y cabras domésticas.

Algunas voces que han hablado de transformar ese medio en un amplio campo de golf no han valorado los recursos que se perderían. Desaparecería un amplio patrimonio natural y etnológico, se frenarían posibles proyectos de recuperación de fauna y se borrarían los testigos que aún quedan en el paisaje acerca de las costumbres de quienes habitaron estos territorios.

El paisaje como identidad cultural, como un libro abierto de la historia de este lugar, como indicador de la calidad ambiental del ecosistema, pende de un hilo. Todo depende de la forma en que se decida continuar con su gestión. Desconocemos qué objetivos buscan los propietarios actuales de la finca. La Diputación Provincial de Teruel debería experimentar en este espacio, tan vinculado a la identidad turolense, fórmulas de participación pública no sólo para definir su futuro, sino para, en estos tiempos de crisis, buscar formas de financiación que impliquen a la sociedad en el proyecto.

Desde nuestro punto de vista, el lugar no puede perder sus lazos con la historia, su capacidad para albergar la memoria de unas formas y unos modelos de vida que conforman nuestra identidad, su poder de evocación, ni su valor como indicador claro de la salud del ecosistema.


Autor del texto: Ángel Marco Barea

Autor de la ilustración: Juan Carlos Navarro

Colectivo Sollavientos

domingo, 6 de marzo de 2011

AFECCIONES PAISAJÍSTICAS Y FUTURO (VIII)




UN PAISAJE AFECTADO



Diferentes paisajes y ambientes conforman una comarca singular como Andorra-Sierra de Arcos. Cada uno de sus nueve municipios ha ido configurando un paisaje particular en función de sus características geográficas y de su evolución histórica, económica, cultural y social.


En el norte, el municipio de Andorra se adentra en el valle del Ebro con altitudes que rondan los 400 m mientras que al sur el municipio de Ejulve con la Sierra de Majalinos sobrepasa los 1.600 m. El bosque seco mixto, el monte mediterráneo con características de continentalidad, el encinar, el quejigal, la vegetación húmeda y los pinares de altura son las formaciones vegetales más representativas si observamos el mapa de la vegetación potencial de Aragón. En pocos kilómetros de recorrido se puede apreciar una gran variedad paisajística, conformada por las diferentes altitudes y las variaciones climáticas. Una comarca con una importante biodiversidad vegetal y faunística que cuenta con paisajes abruptos como los cañones de los ríos Martín y Guadalopillo, con montañas suaves como la Sierra de Arcos, relieves con fuertes pendientes y cortados rocosos que se adentran en el Maestrazgo, con una gran riqueza en cavidades subterráneas y espectaculares dolinas como la Sima de San Pedro, entre otros muchos parajes y rincones.


Realizar un recorrido a través de sus cumbres, ya sean cerros o montañas, sería la mejor manera de apreciar y valorar los diferentes paisajes que conforman este territorio y de poder observar con gran claridad las intervenciones humanas realizadas a lo largo del tiempo. Esta comarca situada en el nordeste de la provincia de Teruel presenta un hermoso y rico patrimonio natural, que a lo largo de los siglos se ha visto afectado por diferentes actividades antrópicas que han ido dejando su impronta y le han conferido una singularidad “enciclopédica” en cuanto a variedad de afecciones se refiere.


Las actividades tradicionales, como la agricultura, la ganadería, la obtención de carbón vegetal y los usos domésticos, ejercieron una gran presión sobre los recursos forestales, quedando constancia de ello en las grandes extensiones deforestadas, muchas dedicadas al cultivo de cereal de secano, al olivar y a la obtención de pasto para los ganados. Pinares, encinares y quejigales fueron talados, quedando en la actualidad pequeños reductos como el encinar de la Muela entre Gargallo y Crivillén y bancales donde encinas centenarias permanecen solitarias como testigos de un antiguo esplendor. El abandono de estas actividades en la actualidad queda reflejado en el paisaje por la presencia de numerosas zonas arbustivas de monte bajo que podrían contribuir a generar futuros bosques. Las masas boscosas autóctonas cuentan con una casi nula representación, mientras las zonas repobladas se van adueñando lentamente. Igualmente, los sotos fluviales se encuentran en la actualidad muy reducidos por el avance de vegas y huertas.


La minería del carbón es la actividad que mayores impactos paisajísticos ha ocasionado a través de las impresionantes y extensas explotaciones a cielo abierto de lignito iniciadas en el periodo de 1973 a 1986. Éstas han dejado al descubierto lo más íntimo de la tierra, profundas heridas que forman ya parte inherente del paisaje en municipios como Ariño, Alloza, Andorra, Estercuel y Gargallo. En algunas de ellas se han realizado ejemplares restauraciones que han ido conformando nuevos paisajes y promoviendo nuevos usos del suelo ante la imposibilidad de retorno a la situación inicial. La Val de Ariño, que abarca tres de los municipios, es un buen ejemplo de ello.

La minería de arcilla también cuenta con importantes explotaciones en varios de los municipios, especialmente en Crivillén, desde 1970. Tales explotaciones han generado igualmente impactos paisajísticos y, a pesar de haber supuesto un importante incentivo económico en la zona, la materia prima obtenida genera mucho más empleo y riqueza fuera de ella, al igual que ocurre en el resto de la provincia. Una de las problemáticas asociadas es la existencia de antiguas escombreras que han quedado sin restaurar generando importantes procesos de degradación ambiental.


Otros ejemplos de afecciones paisajísticas los encontramos en las canteras de extracción de áridos. El río Regallo, en el municipio Andorra, ha visto profundamente modificado su cauce a causa de ello.


A todas las afecciones citadas podemos sumar otras procedentes de actuaciones curiosamente derivadas de objetivos ambientales, como es el caso de la cantera de obtención de calizas en el municipio de Andorra para el proceso de desulfuración de la Central Térmica. Esta cantera, que inició su actividad tímidamente al estar situada en una zona de difícil visibilidad, ha ido poco a poco “comiéndose” el paisaje y pasando a constituir un nuevo impacto en la zona.


Tristemente, y para finalizar, hemos de citar el impacto de una nueva catástrofe, esta vez de origen natural: la extensa superficie quemada en los municipios de Ejulve, Crivillén y Alloza en el verano de 2009. Una gran superficie, fundamentalmente forestal, que ha sufrido un gran y grave impacto paisajístico, ambiental, económico y social, y de la cual no podemos conocer el futuro a medio y largo plazo. Una afección por causas naturales a la que se sumaron erróneas actuaciones de repoblaciones pasadas y la problemática presente y futura del calentamiento global, que propicia la generación de grandes incendios forestales. 12.000 ha de paisaje quedaron arrasadas en toda la provincia de Teruel, 12.000 ha asoladas que podrían haber contribuido a la generación de un desarrollo económico basado en recursos naturales correctamente gestionados.


Ante todas estas afecciones, que también son sufridas por otras comarcas, cabe preguntarse si vamos a seguir aceptando la destrucción de nuestros paisajes y su degradación ambiental, como un “daño colateral” inevitable de la actividad económica actual, o si optaremos por nuevos caminos y procesos económicos sostenibles que conserven y mejoren nuestro patrimonio natural.



Autora del texto: Olga Estrada

Autor de la Ilustración: Juan Carlos Navarro

Colectivo Sollavientos