Sostenibilidad es un concepto en boga. Describe las cualidades que debe tener la actividad humana en relación con el medio físico: ha ser perdurable en el tiempo, no comprometer nuestro futuro ni degradar el medio natural. La ganadería extensiva que se desarrolla en las sierras de Teruel produce alimentos de una manera sostenible. Sin embargo, la ganadería y la agricultura están amenazadas en el Maestrazgo por una acumulación de macroproyectos de energías renovables. Las afecciones son más que evidentes (pérdida de suelo disponible, servidumbres, contaminación, peligro de accidentes), y pondrán a prueba nuestra eterna paciencia para proseguir con nuestras actividades.
La tramitación ambiental del llamado clúster del Maestrazgo, proyectado entre la Sierra de Gúdar y el Maestrazgo, ha conseguido el visto bueno ministerial por medio de una Declaración de Impacto Ambiental que, en sus setenta y pocas páginas, pretende blanquear el mayor atentado ambiental perpetrado en estas sierras, olvidada desde siempre. La práctica totalidad de sus masías fueron vaciándose por la marginación en la que quedaron arrumbadas a causa del modelo desarrollista. Ahora, un desarrollismo de nuevo cuño fija sus ojos en ellas. Ironías de la vida, las masías otrora despreciadas ahora son interesantes para extraer energía eléctrica mediante plantas eólicas y fotovoltaicas, una energía que será enviada lejos para perpetuar el cada vez mayor abismo entre el mundo rural y el urbano. Por imposición decidida en despachos lejanos, y no por voluntad propia, somos territorio de sacrificio.
Parece que la maquinaria que desarrolla estos planes está perfectamente engrasada, y amparada por un silencio cómplice de la mayoría de partidos políticos. Solo alguna voz discrepante advierte de la locura en la que nos estamos viendo sumergidos. Nuestros representantes en los ayuntamientos, sin consultarnos a los vecinos, se han doblegado a los intereses de la empresa promotora, Forestalia. Muchos han actuado en completo silencio, con total falta de transparencia. Deberían recordar que son los responsables de la gestión de un poder público, no los dueños de los pueblos.
Debemos recordar también que este despliegue industrial es para varias décadas. ¿Es ético decidir por todos y para siempre sin explicar nada? Nuestros representantes municipales dicen sentirse legitimados para tomar esta decisión. Una decisión excesivamente trascendente por lo disruptivo del cambio propuesto y por la perdurabilidad de sus efectos. ¿Es, pues, legítimo decidir sobre un asunto sin haber advertido durante la campaña electoral que ese era el proyecto sobre el que iba a girar la gestión municipal durante los siguientes años? Es decepcionante verlos afanarse trabajando en él y olvidarse de sus vecinos. Vecinos que, nosotros sí, hemos decidido vivir aquí, donde se desarrolla nuestro proyecto de vida, por nuestras raíces y por las cualidades extraordinarias de nuestro entorno. Es preocupante verlos convencer a propietarios de que firmen los acuerdos porque «es bueno para el pueblo» o alentando el miedo de la expropiación. O saber que desde su posición alientan el conflicto social para acallar las voces críticas.
Parece necesario volver a recordar que la base económica de estos pueblos es la ganadería y también el turismo asociado al paisaje que disfrutamos. Parece más necesario que nunca recordar de dónde venimos para adivinar dónde nos quieren llevar. Ni somos indigentes rurales ni estamos desesperados para tragar con estas ruedas de molino. Este negocio es para otros, no para los que vivimos aquí, y la ruptura social creada va a costar de cicatrizar.
Joaquín Gargallo
Ganadero. Plataforma a favor de los Paisajes de Teruel