miércoles, 25 de mayo de 2022

REMONTADA DEL RÍO EBRÓN

A Cándido, antiguo cartero de la zona

  

Remontar cursos de ríos, caminando por la orilla, se ha convertido en una actividad humana beneficiosa. Repercute en la mejora de la salud física y mental de las personas, y esta última se invoca con frecuencia en las circunstancias actuales. Puede hacerse en compañía o en solitario, con diferentes alicientes. Si el curso del río y su entorno están bien conservados, se añade el valor de la contemplación estética, que refuerza el equilibrio espiritual proporcionando placer a la vista (para esto también deberían conservarse los paisajes). Si de paso, se adquieren algunas nociones científicas en relación con fenómenos geológicos, hidrológicos, biológicos o humanos sobre el terreno, miel sobre hojuelas, que el aumento de los conocimientos también proporciona satisfacción, al margen de la utilidad de su aplicación o de las conductas que modifique. En el trayecto puede aprenderse, por ejemplo, que la sabina albar es una vieja resistente, y que su porte arbóreo y sus frutos maduros azulados la distinguen de su hermana la sabina negra. Parece que, en lo que algunos de estos aspectos concierne, afortunadamente, la remontada de ríos se lleva últimamente. (Y todo mientras otra remontada destrucción y muerte avanza en Ucrania).


 

Un itinerario señalizado remonta el río Ebrón, que baja de la Sierra de Albarracín y afluye al Turia en su kilómetro 21 en el Rincón de Ademuz, rincón que deberíamos invadir los turolenses, o, como mínimo, promover allí un referendum de autodeterminación, dado su encaje fuera del territorio de

su propietaria, la Comunidad Valenciana, y su penetración en Aragón, aunque también podríamos buscarnos otro enemigo y entrar en conflicto armado con la poderosa Castilla-La Mancha por la región de Cuenca, que también lo toca por el este. Bromas de dudoso gusto aparte, el camino arranca del pueblo de El Cuervo y llega al de Tormón (ambos pertenecientes a la Comunidad de Teruel) y se transita en unas 3 horas. Consta de tramos suaves, otros encajados en la roca y otros más encosterados y elevados. Las pasarelas y peldaños metálicos son discretos y su agresión a la roca y al suelo -a la vista- puede calificarse de leve (no es el caso de otros itinerarios provinciales de pasarelas metálicas mucho más agresivas). Luego hay que volver, si no te espera un coche en el destino, pero cuesta abajo la cosa va más rápida. El tramo superior, muy soleado, no es muy apto para recorrerlo en las horas centrales del estío. 


 

Los Estrechos del Cañamar constituyen la parte más espectacular del recorrido. El caudal sobre lecho calcáreo es abundante (se aprovecha muy bien para el regadío de mucho más abajo), las aguas son transparentes y algunas pozas exhiben una profundidad que supera la estatura humana. La fauna prácticamente no se deja ver, ni siquiera los peces. Más arriba se atraviesa el puente natural de la Fonseca, con idéntico nombre y probable proceso de formación que el del río Guadalope en La Algecira, Maestrazgo, pero el del Ebrón mucho más elevado. Y más adelante, después de un soleado e inclemente ascenso, seguido de un descenso más breve, se alcanza la Cascada de Calicanto, la joya de la corona, con sus 20 m. de caída y posibilidad de baño a sus pies, junto a un molino harinero, el “de abajo” de Tormón, con su casa aledaña también en lamentables ruinas, donde se puede ver el casco metálico de una turbina que suministró electricidad al pueblo.


 

A la entrada de la población, un cartel con fondo azul de la Diputación de Teruel anuncia al visitante un “Tormón sin agresiones sexistas”, pero muestra el 016 por si las moscas. Siempre es una garantía para la docena de sus habitantes, de larga trayectoria vital. Entre ellos, Cándido, el antiguo cartero, nonagenario y muy comunicativo con algún visitante curioso, historia viva local. P. D.: En Tormón no puede dejar de visitarse el pequeño y precioso lavadero de "acequia cubierta", situado a la salida del pueblo por la carretera de El Campillo, nada más cruzar el puente. Junto al lavadero de Allepuz, son los únicos ejemplares que existen de esta primitiva tipología de lavaderos en todo el Alto Turia.

Gonzalo Tena Gómez, Colectivo Sollavientos