Asociacionismo en el medio rural
José Manuel Salesa*
Es difícil encontrar algún pueblo que no tenga algún tipo de asociación. Ya sea cultural, de amas de casa, de cazadores, de desarrollo rural… organizarse con algún fin parece algo intrínseco al ser humano. Sin embargo, en el medio rural, significarse en un grupo o asociación no siempre ha estado bien visto, por lo que tradicionalmente se ha reducido, en muchos casos, a los agrupamientos familiares o a las labores comunales del pueblo, regidos por normas casi nunca escritas pero bien conocidas.
Con el tiempo y poco a poco las asociaciones han ido sustituyendo esas costumbres, aunque se mantienen en muchos casos las reticencias a pertenecer a ellas por reparos tan ancestrales como los propios pueblos. Por eso, conseguir que sus gentes se asocien es, en sí mismo, algo positivo. Si además los objetivos trascienden más allá de organizar reuniones o fiestas, tanto mejor.
Ejemplos hay muchos, pero como muestra y por conocimiento de causa citaré la Asociación para el desarrollo de Montoro de Mezquita (1), en el Maestrazgo. Esta asociación sin ánimo de lucro se fundó en enero del año 1996 con el objetivo de desbloquear las gestiones administrativas que tenían paralizado el proyecto de instalación del tendido eléctrico y que provocaban que, a finales del siglo XX, Montoro no tenía suministro regular de la red general que suministra luz eléctrica. Con esfuerzo se consiguió que en agosto de 1997 Montoro dispusiera de corriente eléctrica, y que en diciembre del año 1999 finalizara la instalación de teléfonos en los domicilios particulares.
Desde entonces se han promovido otros numerosos proyectos, como la rehabilitación de diversos edificios; la creación de un fondo fotográfico; la realización de cursos; recuperación de tradiciones; intervención en foros, etc.
Todo ello constituye un claro ejemplo de lo que el asociacionismo puede lograr en una zona donde era necesario luchar por conseguir servicios e infraestructuras consideradas básicas y que, sin embargo, no existían. Estar organizados posibilita la consecución de servicios y derechos cuya obtención de manera individual resultaría complicada en una zona especialmente afectada por la despoblación.
Sin embargo, cabría destacar dos labores tal vez menos tangibles en cuanto a resultados, pero no por ello menos importantes:
Por una parte, estar presente como parte interesada en las tramitaciones administrativas de proyectos que afectan al territorio. Como contrapunto a la Administración, el asociacionismo se ha convertido en muchos casos en la única opción para poner de manifiesto opiniones diferentes al discurso oficial. Así, tanto esta Asociación como muchas otras de nuestro territorio alegan y muestran su opinión, no siempre afín a lo dispuesto por las administraciones públicas. Parques eólicos, pistas y carreteras, canteras y muchos otros proyectos cuentan, en muchas ocasiones, con la única opinión crítica de alguna de nuestras asociaciones.
Por otra parte, crear un sentimiento de unión y colaboración que en nuestros pueblos es cada vez más necesario. La despoblación que se vive en muchos casos como algo inevitable crea un sentimiento de abandono que puede ser compensado en parte por las asociaciones. En muchas ocasiones, éstas son dinamizadas por personas que viven fuera, pero que se preocupan por lo que ocurre en su pueblo, recuperando tradiciones y patrimonio, y creando nexos de unión diferentes a la vecindad que aportan nuevas esperanzas.
(1) www.montorodemezquita.es
Colectivo Sollavientos*