El mundo tiene dos graves problemas entrelazados, el cambio climático y la crisis energética. La quema de petróleo, gas natural y carbón ha liberado una gran cantidad de gas CO2, dióxido de carbono, que está calentando la atmósfera y que en España provocará un aumento de la ya penosa sequía. La segunda parte es que el petróleo y el gas se agotarán a medio plazo y sus precios se están poniendo a niveles prohibitivos. Carbón queda en grandes cantidades en algunos países.
La respuesta del gobierno español para los próximos decenios consiste en un cambio moderado del modelo energético actual: las energías renovables se potencian con timidez y persiste el veto a la energía nuclear. Así pues, seguiremos dependiendo en gran medida del petróleo, del gas natural y del carbón.
Para quemar el carbón está previsto construir nuevas centrales térmicas con la técnica llamada de captación y confinamiento del CO2, que aún está en fase experimental. Las centrales se colocan donde más convenga por razones industriales, no necesariamente en las cuencas mineras. Se las suministra con carbón; de importación, ya que el nacional es caro y de regular calidad; y el CO2 se lleva por tuberías hasta una zona con buenas condiciones geológicas llamada reservorio, donde se inyecta en las rocas mediante sondeos, a más de mil metros de profundidad. A mi entender esta técnica tiene varios inconvenientes: su dudosa factibilidad económica, la dependencia de un material importado, la producción de diversos residuos además del CO2 y la dificultad de asegurar que el gas se mantenga en el subsuelo a largo plazo. Hay que señalar que el CO2 no es venenoso; es el gas que expulsamos al respirar y el que añaden a los refrescos.
El Ministerio de Industria ha reservado diez áreas repartidas por la Península como posibles reservorios de CO2. Una está en el Maestrazgo. Es un cuadrado de unos 780 km2 centrado en Tronchón, que comprende todo o parte de los términos de Tronchón, Villarluengo, Mirambel, Cantavieja, Ejulve, Castellote, La Cañada de Benatanduz, Bordón, La Cuba, La Iglesuela del Cid, Fortanete, Pitarque y Las Parras de Castellote, en la provincia de Teruel, y Olocau del Rey, Todolella, La Mata de Morella, Portell de Morella y Forcall en Castellón. La zona fue sondeada tiempo atrás en busca de petróleo y parece tener buenas condiciones para el almacenamiento de CO2. En los próximos años se investigará en detalle.
Con esta iniciativa se plantean dos amenazas importantes para la conservación del medio natural en pleno centro del Maestrazgo. Por un lado el impacto que tendrá sobre el paisaje la red de tuberías, caminos, sondeos y resto de estructuras que deban construirse para inyectar el CO2, en una cantidad que estimo en decenas de millones de toneladas; cada tonelada de carbón quemado produce unas tres toneladas de CO2. La otra es dónde se construirá la nueva central térmica, prevista de una potencia de 500 MW, la mitad que la de Andorra.
Tanto el gobierno central como el aragonés están interesados en el proyecto. A ambos compete, también, actuar con la cautela necesaria para no degradar una de las zonas naturales de Aragón mejor conservadas. Antes de gastar tiempo y dinero en la investigación del reservorio del Maestrazgo convendría hacer un estudio preliminar de impacto ambiental, por si se llega a la conclusión de que es inviable. Cabe señalar que el ministerio ha reservado otra zona próxima, entre Caspe y Fabara, con mucho menor impacto ambiental.
Juan Paricio Cardona