
El pasado 14 de noviembre celebramos en Cedrillas una Jornada sobre “Desarrollo local sostenible en el medio rural”. Quisiéramos continuar la reflexión que iniciamos esa tarde de sabado en la Sierra de Gudar.
Con este texto de reflexión de José Manuel Nicolau, queremos iniciar un debate en el Blog sobre el futuro de Teruel, valorando los modelos de desarrollo que se nos presentan.
Nos gustaría la máxima participación a través de la sección de “comentarios”, que ofrece esta forma de comunicarnos.
En la sociedad turolense hay un sentimiento de insatisfacción y de frustración porque esta tierra no ofrece perspectivas de futuro ni posibilidades de llevar adelante un proyecto de vida. No hay futuro para los jóvenes, que tienen que emigrar. La insatisfacción lleva en ocasiones a la queja, al sentirse agraviados con otros territorios. Incluso se llega al victimismo. Y a la baja autoestima.
Se dice que la escasez de perspectivas de futuro se debe en primer lugar a la falta de empleo por falta de dinamismo económico y a la precariedad de servicios sociales básicos.
Por ello desde las administraciones y desde el sector privado se han acometido diversas iniciativas para atraer inversiones y promover proyectos que dinamicen la economía y creen puestos de trabajo. Y se ha tratado de mejorar los déficits de algunos servicios.
Se han hecho cosas a escala macro: la autovía mudéjar, Dinópolis, las estaciones de esquí, el aeródromo de Caudé, mejoras en algunos servicios sociales (sanidad), la ciudad del motor, el Jamón de Teruel ... Y se siguen demandando otras que se consideran vitales: el eje ferroviario Sagunto-Santander, la autovía Teruel-Cuenca, el AVE ...
(También hay muchas iniciativas a escala micro, endógenas, relacionadas con el turismo, el sector agro-alimentario, el medio ambiente. La opinión hegemónica en la provincia, aunque las valora, les da menor peso que a las macro, principalmente porque generan menos empleo).
Lo hecho en estos años no ha mitigado la insatisfacción. Y la irritación parece que estuviera aumentando.
Pero sucede un hecho aparentemente llamativo: hay jóvenes que, a pesar de tener trabajo en la industria o el turismo en la provincia, lo dejan para marchar a las grandes ciudades: Zaragoza, Valencia, Madrid. Esto es una queja de algunos alcaldes. Como explica José Ramón Bada en su libro "La sed. Monegros y otra escala de valores" las personas de hoy en día buscamos, sobre todo, tener acceso a las cosas con la mayor inmediatez posible y estar bien conectados a las redes de comunicación. Y eso sólo se consigue en las grandes ciudades. Por eso hay un traslado a las ciudades por considerarse el medio más adecuado para la realización personal en el mundo actual.
Parece difícil que aunque la economía de Teruel crezca y, por ejemplo se alcance el objetivo de los 50.000 habitantes en la capital, desaparezca la insatisfacción. Porque los jóvenes seguirán prefiriendo vivir en una gran ciudad antes que en una pequeña capital de provincias, que seguirá sin satisfacer las "necesidades" de hoy en día. Y esa realidad seguirá generando frustración. Los hijos que estudian fuera no vuelven a una ciudad pequeña. Por falta de trabajo y/o de alicientes. (Me gustaría disponer del dato de qué tipos de empleos se están generando y el porcentaje de ellos ocupados por inmigrantes, en Teruel).
Así, que la tarea que hay emprendida por el crecimiento económico turolense a toda costa, reivindicando infraestructuras e inversiones, puede ser necesaria, no sé, pero no va a ser suficiente para calmar la insatisfacción de fondo. ¿Lo han pensado los políticos y fuerzas vivas que han tomado este rumbo? ¿Saben a dónde nos quieren llevar?.
¿O quizá estoy equivocado y con el AVE, la autovía de Cuenca, la de Monreal-Alcolea, el ferrocarril en condiciones, se alcanzará un nivel de actividad que satisfaga las expectativas de vida del común del turolense? ¿O por lo menos el ciudadano se sentirá atendido, querido por el estado y será eso lo que le recompense? (En el fondo "lo que necesitamos es amor").
En todo caso esta apuesta por el mayor crecimiento posible tiene una derivada a destacar, entre otras: la pérdida de patrimonio natural, cultural y paisajístico. Las infraestructuras, el urbanismo, el esquí, la minería, la industria ocasionan impacto ambiental. La opinión generalizada en Teruel es que dada la situación de penuria y de desventaja de la provincia respecto a otros lugares españoles, la cuestión ambiental no puede frenar ningún proyecto que genere empleo. Incluso de forma implícita se pide una cierta excepcionalidad en la aplicación de la normativa ambiental vigente.
Recientemente, algunos turolenses que trabajan en empresas importantes de la provincia me han confesado, medio en broma medio en serio, que no ven mal algunas de estas infraestructuras que impactan sobre la naturaleza, siempre y cuando no afecten a sus territorios preferidos, los que recorren y pasean con deleite para "cargar las pilas", los que les alimentan su espíritu, los que les ayudan a encontrar serenidad y sosiego o los que forman parte de sus señas de identidad. Y es que hay más personas de las que podría parecer en principio para las que la naturalidad y soledad del paisaje turolense constituyen una fuente de bienestar emocional imprescindible. Y pueblos enteros, como Aguilar de Alfambra, que valoran más su paisaje que los supuestos beneficios de una industria extractiva. Se ha escrito que la Celtiberia era el mejor territorio para comunicarse con los dioses en la Iberia pre-romana. No lo sé, pero hoy en día las sierras, las parameras, los vagos y tantos rincones del paisaje de Teruel siguen transmitiendo una fuerza y espiritualidad extraordinarias. Esto va a quedar muy diezmado con la dinámica del crecimiento incesante, que reduce la naturalidad del paisaje turolense. Porque no se trata tanto de su riqueza biológica, sino de su naturalidad. En Teruel hay grandes extensiones de paisajes deforestados con los suelos erosionados, degradados por nuestros antepasados, quienes llevaron a cabo una gestión no sostenible. ¡Tantos cabezos y parameras pelados! Sin embargo, aunque desvestidos de la cubierta forestal, y desprovistos del suelo, su aspecto natural por ausencia de estructuras artificiales ligadas al urbanismo, infraestructuras o industria, transmite. Transmite mucho, como el desierto, las estepas, los altiplanos, la alta montaña, también desolados.
Esta reflexión puede resultar ridícula y aún insultante para algunos. El paradigma actual sostiene que el paisaje está para producir, "para dar de comer" por encima de las demás cosas. Producir bienes materiales. ¿Se imaginan una sociedad que decidiese proteger espacios naturales por su valor emocional o espiritual? Eso lo hacían y lo hacen algunas comunidades indígenas. ¡Pero nosotros!
Se ha fijado la idea de que "Teruel está muy mal socio-económicamente" y que hay que hacer "lo que sea" para sacarlo adelante. Y este paradigma se ha impuesto de tal manera que quien se sale de él, e incluso quien sólo lo matiza, recibe críticas feroces. Por ello el margen en lo ambiental es escaso. Y hay otra derivada más. El diagnóstico negativo y victimista tapa los valores positivos que tiene la vida en Teruel y que escasean en las grandes ciudades: la paz social, la seguridad, la tranquilidad, la proximidad a la naturaleza, las relaciones más humanas, entre otras.
Quienes pensamos que desarrollo es mucho más que crecimiento económico nos encontramos incómodos con la visión reduccionista vigente. Y también con la agresividad con que se impone. Pero tenemos derecho a expresar que el desarrollo también -sobre todo- debe ocuparse de la parte emocional y espiritual del ser humano. Que el territorio turolense es privilegiado en este sentido. Que el crecimiento basado en la aplicación de tecnología impacta sobre el territorio y cercena sus valores más intangibles.
Cómo compaginar una economía con la vitalidad necesaria para que la sociedad funcione y haya unas ciertas expectativas de futuro, con la conservación y restauración del patrimonio natural es un reto para el que no tengo respuesta ni estoy capacitado. Pero sí tengo derecho a pedir que las autoridades se apliquen a esa tarea. Entre otras cosas porque lo manda la Constitución del 78 y las directivas europeas.
JMNicolau, noviembre 2008