lunes, 21 de diciembre de 2020

La gran nevada que sorprendió a España en plena canícula durante su segundo año sin verano

 





Los excepcionales temporales de nieve y lluvia de julio de 1932 tras la erupción del volcán Quizapú marcan un episodio climático insólito

 

Los pueblos de El Maestrazgo y las serranías de Albarracín y Cuenca se cubrieron de blanco en medio del asombro de sus vecinos y veraneantes

Aragón, Cataluña, la Comunidad Valenciana y el País Vasco vivieron un julio excepcionalmente anómalo con lluvias acumuladas de hasta 232 litros/m2

Las cenizas volcánicas tuvieron efectos directos en el clima y redujeron la radiación solar en España, favoreciendo un verano más frío de lo normal 

 

Vicente Aupí

Las crónicas del clima de España hablan de nevadas célebres, extraordinarias por su copiosidad o por inesperadas en lugares al nivel del mar. Sin embargo, la más singular del siglo XX tuvo que ser la de 1932, causante de perplejidad no en tierras cálidas, sino entre los pobladores de serranías donde la nieve cae todos los inviernos. Su asombro no obedecía a la magnitud de la nevada, sino al día en que ocurrió: un 19 de julio, en plena canícula, el periodo en el que España suele soportar, un año normal, los calores más intensos.

Aquel día de 1932 el verano regresó al invierno para tapizar de blanco extensas zonas de montaña en la Península, entre ellas los Montes Universales, El Maestrazgo, la Serranía de Cuenca y, muy probablemente, también Gredos. En la sierra turolense de Albarracín cuajó generosamente y sin contemplaciones por encima de los 1.400-1.500 metros de altitud y muchos pueblos, como Bronchales y Terriente, vieron sus caseríos engalanados con un manto de nieve que en algunos puntos se dice que llegó a medio metro. La estampa de Bronchales, inmaculadamente níveo un mes de julio, quedó inmortalizada gracias a una foto que desde entonces se guarda en su ayuntamiento y da fe de la envergadura del fenómeno. Tal vez sin esa imagen fuera difícil creerlo, pero su conservación atestigua la veracidad de una nevada excepcional que fue extensiva a decenas de pueblos españoles, incluido Morella, en el Maestrazgo de Castellón, a una altitud muy inferior.

 

Un verano anómalo tras la violenta erupción del volcán Quizapú

La verdadera singularidad del temporal fue su carácter generalizado, que recogen los boletines meteorológicos de la época, en los que queda patente la excepcional situación meteorológica. Realmente, lo sucedido del 17 al 20 de julio de 1932 fue el clímax de un periodo de precipitaciones abundantes y temperaturas anormalmente bajas e impropias para el verano de un país cálido como el nuestro. No resulta difícil vincular el extraño comportamiento de la atmósfera aquellas semanas de 1932 con la colosal erupción del volcán Quizapú, ocurrida tres meses antes, el 10 de abril, en Chile y considerada como una de las más importantes del siglo XX, con impacto directo sobre el clima de la Tierra.

Los efectos de la erupción fueron patentes no sólo en el continente americano, sino también en el resto del mundo. En Chile, Argentina y Brasil toneladas de ceniza oscurecieron el cielo y sepultaron pueblos y ciudades, para extenderse en las semanas posteriores por diferentes zonas del Globo. Ya en julio, la prensa española recoge el testimonio de meteorólogos de la época vinculando las nubes de cenizas suspendidas en la atmósfera con el enfriamiento de aquellas semanas y la situación meteorológica. Probablemente se trató de un nuevo año sin verano, a menor escala, que recordó lo sucedido en 1816 en Europa por el enfriamiento planetario forzado por la erupción, un año antes, del volcán Tambora. Como ésta, la del Quizapú de 1932 fue una erupción pliniana y forma parte del grupo de episodios volcánicos con consecuencias directas en el comportamiento del clima terrestre.

 

10 ºC de máxima en Ávila y 17 ºC en Valencia un 19 de julio

Aunque el documento gráfico que se conserva en el Ayuntamiento de Bronchales es el mejor aval de la nevada del 19 de julio de 1932, el análisis de la situación general vivida en el conjunto de España refuerza la credibilidad del fenómeno, ampliamente recogido en la prensa de esos días. En los boletines del Servicio Meteorológico Español (como se llamaba entonces la actual Aemet) hay datos que despejan cualquier sombra de duda: aquel día estival en el que la nieve caía inesperadamente, las temperaturas fueron de pleno invierno en el resto de España. La máxima fue de 10 ºC en Ávila; en Cuenca, Guadalajara, Segovia, Soria y Teruel no se superaron los 11 ºC; Madrid y Huesca compartieron una máxima de 13 ºC y, lo más espectacular, la mediterránea Valencia no pasó de los 17 ºC. Una máxima de 17 ºC en la ciudad del Turia un 19 de julio parece un chiste vista en la actualidad, cuando son frecuentes noches tropicales con mínimas estivales que no bajan de 24 y 25 ºC y dificultan el sueño a sus habitantes.

Estas temperaturas diurnas, propias de un día de diciembre o enero, avalan el frío reinante sobre España y permiten extrapolar que las condiciones en las zonas de montaña y sus pueblos fueron invernales. Los 10-11 ºC de máxima registrados en capitales de provincia situadas entre 900 y 1.200 metros de altitud fueron acompañados en Teruel y Ávila de unas mínimas de 4 y 5 ºC, respectivamente, por lo que en zonas más altas se dieron condiciones aptas para que nevara, a pesar de que el calendario sugiriera que España estaba en verano.

Los mapas de isobaras de esos días muestran una situación atmosférica atípica, más propia de las que se suelen dar en invierno cuando se producen en España invasiones de aire polar. En el mapa de superficie de aquel 19 de julio de 1932 se observa un gran paralelismo con situaciones propias de invasiones de aire polar en invierno, como la que se inició el 24 de diciembre de 1970 en una de las mayores olas de frío del siglo XX. En ambos mapas, una intensa corriente de aire frío llega hasta España arrastrada por centros de altas presiones en el Atlántico y bajas presiones sobre Escandinavia y otros puntos del continente europeo. La principal diferencia es que uno correspondía a una jornada canicular y el otro a lo más duro del invierno. Las temperaturas no empezaron a normalizarse hasta muy avanzado el mes de agosto.

 

Cosechas arruinadas y récords de lluvia en el Cantábrico y el Mediterráneo

Lamentablemente, el insólito temporal de nieve de aquel verano no fue algo aislado o anecdótico, sino que hay que englobarlo en el contexto del mes de julio climatológicamente más anómalo que podemos encontrar, en cuanto al régimen de precipitaciones, durante el siglo XX. Los mismos días que nevó en las serranías del interior y sus pueblos, la España mediterránea y su entorno sufrió uno de los peores temporales de lluvia registrados un mes de julio. Entre los días 17 y 20 se produjo un episodio de precipitaciones que descargó 121 litros en Tortosa, 115 en Castellón, 85 en Valencia, 74 en Tarragona, 67 en Zaragoza y 52 en Teruel.

Lo más significativo, sin embargo, es que todo julio de 1932 tuvo un carácter extremadamente lluvioso y, además del intenso temporal de mediados de mes, muchos observatorios batieron su récord de precipitación acumulada para el mes de julio, que continúa vigente en la actualidad. El dato más rotundo es el del centenario observatorio de San Sebastián-Igueldo, que en julio de 1932 recogió 232 litros por metro cuadrado de precipitación, muy repartida a lo largo del mes, ya que llovió muchos días. El de 1932 se mantiene también como el julio más lluvioso de su serie climatológica en Tortosa (186 litros/m2), Barcelona (163) y Castellón (157). En Tarragona y Valencia el balance mensual fue de 140 y 115 litros/m2, respectivamente, valores todos ellos excepcionales para el clima estival del litoral mediterráneo, en el que lo típico es que julio marque el mínimo pluviométrico anual. En todos estos lugares se trata del mes menos lluvioso y algunos años no cae una gota.

El exceso de lluvia y las frecuentes tormentas causaron inundaciones generalizadas. Entre otros, se desbordaron los ríos Ebro, Gállego, Huerva, Jalón y Llobregat, que junto a la violencia de las tormentas causaron daños catastróficos en el campo español. La ruina en las cosechas del verano de 1932 evoca lo ocurrido en 1816 (el año sin verano) en buena parte de Europa por el tiempo frío y lluvioso que echó a perder los cultivos en muchos países. Tanto la erupción del Tambora, causante del desastre climático de 1816, como la del Quizapú en 1932, figuran entre las más violentas de los siglos XIX y XX.


Artículo publicado en El País el 13 de noviembre de 2020.

 

jueves, 17 de diciembre de 2020

El día polar en el que se alcanzaron -30 ºC en el corazón de España

 




Se cumplen 56 años del récord oficial de frío, registrado en el Observatorio de Calamocha-Fuentes Claras (Teruel)

 

El triángulo Teruel-Calamocha-Molina de Aragón, con más de un centenar de registros inferiores a -20 ºC, está considerado el Polo del Frío español

Los grandes episodios se han dado tras una invasión de aire polar precursora, al despejarse el cielo con viento en calma y suelo nevado

Entre capitales de provincia, la temperatura más baja corresponde a Albacete, con una mínima de -24 ºC en la gran ola de frío de enero de 1971

  

Vicente Aupí

 

Aquella mañana, la del 17 de diciembre de 1963, el personal de guardia en el Observatorio de Calamocha-Fuentes Claras (Teruel) tuvo que recurrir a un soplete para abrir la verja de la estación meteorológica. Todo se había petrificado con la descomunal helada, vistiendo totalmente de blanco el páramo turolense, en un paisaje que evocaba a las estepas rusas. Horas antes, Manuel Villamón, uno de los observadores, había anotado una temperatura de -21 ºC a la una de la madrugada y -28 ºC a las 7. Finalmente, tras acceder soplete en mano a la garita de los termómetros, se comprobó que la mínima había sido de -30 ºC, temperatura reconocida desde entonces por Aemet como récord oficial de frío en zonas pobladas de España. Villamón, a sus 90 años, esboza hoy una sonrisa al recordar con nostalgia esa época, en la que era habitual que en los turnos de nochevieja dejaran el champán a la intemperie hasta el momento de las uvas: “Ese 17 de diciembre, después de apuntar los -30 ºC, pensé si me habría equivocado, pero me convencí de que no al entrar en el centro de comunicaciones y comprobar que tenía el bigote escarchado”, declara a El País.

Aquellos -30 ºC parecen leyenda de otro tiempo, pero sintetizan la personalidad climática de una porción del solar ibérico de unos 2.000 kilómetros cuadrados, cuya referencia geográfica es el triángulo que forma Teruel con Molina de Aragón y la propia Calamocha. Con un perfil orográfico más bien llano, de horizontes abiertos, este triángulo y su entorno han deparado al Banco Nacional de Datos Climatológicos de Aemet más de un centenar de anotaciones con temperaturas inferiores a los -20 ºC desde finales del siglo XIX. El primero de la lista fue el célebre temporal de frío y nieve de enero de 1885, cuando Teruel y Molina de Aragón alcanzaron -20 ºC y -26,8 ºC, respectivamente. Pero el historial muestra que en estos 134 años casi todas las décadas cuentan con alguno de esos hitos de frío extraordinario. La última vez fue en las navidades de 2001, celebradas con los termómetros desplomados a -25 ºC, en la que puede considerarse la última gran ola de frío comparable a los episodios históricos de los siglos XIX y XX.

Vigías del pasillo aéreo

El récord de -30 ºC de 1963 fue la culminación de varias décadas con frecuentes temporales de frío y nieve, tanto en esta zona como en el resto de España. En la década de los 40 el Ministerio del Aire puso en marcha en Molina de Aragón y Calamocha dos observatorios cuyo principal cometido ha sido vigilar las condiciones atmosféricas del pasillo aéreo Madrid-Barcelona, que pasa por la vertical de ambas. Pero al poco tiempo de su entrada en servicio se comprobó que algunos inviernos las temperaturas caían a valores glaciales, como los -25,0 ºC de Calamocha en 1945 y los -26,7 ºC y -28,2 ºC de Molina de Aragón en 1947 y 1952, respectivamente.

Durante su historia, el observatorio de Calamocha ha tenido diferentes emplazamientos. En la actualidad y en sus primeros tiempos ha estado en el propio municipio, pero entre 1951 y 1980 se instaló, con la denominación Calamocha VOR (radiofaro para la navegación aérea) en el vecino término de Fuentes Claras, a 900 metros de altitud, donde se produjo el registro del que este martes, 17 de diciembre, se cumplen 56 años. No obstante, los datos de ese día de las cercanas Molina de Aragón y Monreal del Campo, que alcanzaron mínimas de -28 ºC, atestiguan que en toda la zona hubo valores muy similares, en el entorno de los -30 ºC, dignos de las regiones polares.

 

Cielo despejado, ausencia de viento y suelo cubierto de nieve

La frecuencia de tales episodios en esta zona de la península Ibérica hay que buscarla en la facilidad con la que confluyen varios factores meteorológicos desencadenantes: todo empieza con alguna invasión de aire polar acompañada de nevadas, pero la clave es el escenario atmosférico posterior, consistente en una o varias noches con tres ingredientes indispensables: cielo despejado, ausencia de viento y suelo nevado. Esta es una peculiaridad del clima del triángulo Teruel-Calamocha-Molina de Aragón, y sus datos atestiguan una evidente tendencia a que confluyan estos tres factores con posterioridad a una entrada previa de aire de origen polar, que actúa como elemento precursor. En estas condiciones se han dado la práctica totalidad de los episodios, con desplomes térmicos de más de 20 ºC en pocas horas durante las largas noches cercanas al solsticio de invierno. Los factores que intervienen en estos escenarios atmosféricos son independientes de la actual tendencia de calentamiento observada, que afecta sobre todo a las temperaturas medias mensuales y anuales, pero no es óbice para que se pueda repetir en cualquier momento, con la situación propicia, un episodio que dé lugar a nuevos registros de -20 ºC.

Un dato especialmente llamativo del día del récord de 1963 es que después de los -30 ºC registrados por la mañana, a mediodía el termómetro marcó una máxima de -11 ºC. Ese mismo día, las cercanas poblaciones de Molina de Aragón y Monreal del Campo, tras compartir una mínima de -28 ºC, observaron unas increíbles temperaturas máximas de -8 ºC y -16 ºC, respectivamente. No es difícil hacerse una idea de las dificultades que implicaban semejantes condiciones en la labor de los observadores. Entre otras personas, dicha tarea la han desempeñado en Molina de Aragón Rafael Sousa, José Antonio Martín Corral, Juan José Martín, Francisco Moya, David Momblona y su responsable actual, Mónica Valverde, quien incide en que “la gente mayor comenta que los inviernos no son como los de antes, y la verdad es que resulta difícil imaginar el rigor de olas de frío como la de diciembre de 1963”. En el Observatorio de Calamocha, junto a Manuel Villamón, ha compartido la batalla contra el hielo una larga decena de observadores, de los que continúan en activo Agustín Alijarde y Carlos Santos.

Mención aparte merece el Observatorio de Daroca, recientemente reconocido como estación centenaria por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), gracias a una serie climatológica que empieza en 1909. Su responsable en la actualidad, Yolanda Jiménez, afirma que “lo peor no es el frío, sino los horarios”. Antes de que ella recogiera el testigo, estuvieron al frente del observatorio Juan Serrano y Carmelo Saldaña, ya nonagenario, quien suele recordar que el día de los -30 ºC de Calamocha-Fuentes Claras se rozaron los -23 ºC en Daroca y sus dedos “se quedaron pegados al pluviómetro, que estaba totalmente helado”.

A pesar de la notable frecuencia con la que se han dado en esta zona, temperaturas inferiores a los -20 ºC también se han registrado en muchas otras zonas de España. En los archivos de Aemet constan, entre otros datos, -27,6 ºC en Camesa de Valdivia (Palencia) y -26,0 ºC en Riaño (León) y Munera (Albacete), todos ellos en enero de 1971, al igual que los -24 ºC de la base aérea de Los Llanos, en Albacete, que ostenta el récord de frío entre capitales de provincia. Junto a ella, algunas de las capitales españolas con registros muy notables son Burgos, con -22 ºC en enero de 1971; Vitoria, que llegó a -21 ºC en diciembre de 1962, y Salamanca, con -20 ºC en febrero de 1963.

 

Publicado en El País el 17 de diciembre de 2019.

martes, 15 de diciembre de 2020

ODS TERUEL 2030 (y 7): ENTRE LA IMAGINACIÓN Y EL DESEO

 



En un año aciago, con la firme esperanza de que dentro de diez años el paso de la pandemia presente, que ha vuelto a mostrar la fragilidad e interdependencia de la naturaleza y el ser humano, será solo un mal recuerdo y de que se habrán consolidado medidas universales para prevenir el surgimiento de otras, y no menos de que muchas de las medidas de reconstrucción del Pacto por Teruel sean realidad, quiero proyectar mi deseo imaginativo o mi imaginación desiderativa (ambos, imaginación y deseo son dos recursos baratos, productivos y sostenibles) hacia un escenario posibilista, nada de sueños utópicos lisonjeros, y sí dentro de los límites de los Objetivos de Desarrollo Sostenible que la ONU ha marcado en su agenda 2030. 

Para entonces la obsoleta y nefasta Ley de Minas ya estará actualizada. Subsanando su desequilibrio hoy en día a favor de las empresas explotadoras, estará orientada hacia una consideración efectiva de los derechos de la propiedad de los terrenos y la salvaguarda de los valores ambientales y paisajísticos. Y en este mismo orden de cosas, tendremos personas preparadas para acometer las restauraciones pertinentes, amparadas en una normativa precisa. La industria cerámica autóctona, por iniciativa de la empresa SAMCA estará en funcionamiento. El manifiesto Geología para una Nueva Cultura de la Tierra dado a conocer en Aguilar del Alfambra en junio de 2011, habrá tenido tiempo para afectar la mentalidad de la clase política provincial.

La población de Teruel seguirá siendo baja (siempre relativamente), con tendencia a la estabilización. Nuestros pueblos mantendrán (quizá hayan aumentado) su cuota de recepción de la inmigración (aquí más necesaria) y de la población neorrural, imprescindible. Se prevé un despliegue de jóvenes dinamizadores que exporten sus ideas: los planteamientos de dignificación de la vida rural de la Cosmopueblita de Burbáguena de la penúltima primavera estarán plenamente consolidados. Se verán niños en más pueblos, que recibirán una educación adaptada al medio natural y social. La escueta lista de pueblos abandonados (El Cañigral, El Alconzal, Mas de Labrador, Las Casillas de Bezas) no aumentará. El envejecimiento de la población se verá afectado ante la perspectiva positiva del aumento de la esperanza de vida, lo cual generará un fortalecimiento del sector servicios de la salud y asistenciales (deseamos tener y ser viejos sanos y sabios).

El  turismo de calidad en todas sus facetas culturales (geología y paleontología, paisaje y senderismo, observación de estrellas, gastronomía y enología, naturaleza, rutas etnobotánicas, fauna, investigación científica, arte, historia, parques culturales, deporte, un poco de todo…), constituirá un sólido soporte para la población activa estable, a la que puede beneficiar un alza en el movimiento cooperativo y el despliegue de la economía colaborativa y demás nuevas economías. El importante Museo de la Guerra Civil proyectado en la ciudad de Teruel estará abierto. Apurando, a lo mejor las pasarelas metálicas en las hoces y barrancos ya no estarán de moda.

La producción y procesamiento de productos autóctonos básicamente alimentarios (cárnicos, jamón, embutidos, quesos,  aceites, cerveza, vinos, trufas, repostería, azafrán, chocolate, conservas vegetales y mermeladas…) y artesanales (cerámica, forja, madera, tejidos, juguetes…)  se habrá consolidado y diversificado. Algunas de nuestras excelentes mieles habrán obtenido la etiqueta de denominación de origen (quizá la de Hinojosa de Jarque).

Una significativa mejora en la gestión de los bosques hará frente al avance inexorable de la variación en las manifestaciones del clima, lo que unido a medidas más eficaces en la prevención y extinción, evitará los incendios devastadores.

Una buena y asequible conexión a internet habrá llegado a los menores núcleos de población, lo que solucionará muchos problemas y abrirá camino a muchas oportunidades.

Para 2030 podrán convivir un despliegue de infraestructuras necesarias y suficientes con nuevos espacios protegidos declarados: El Parque Natural  de la Sierra de Javalambre (pendiente) y las Reservas de la Biosfera del Valle del Cabriel (efectiva desde el 6 de Junio), la del Alto Turia (pendiente) y otras. La cultura de la custodia del territorio también se habrá consolidado. La caza de jabalíes y cabras monteses estará regulada hacia una estabilización de sus respectivas poblaciones. Habrá un límite razonable en la creación de nuevas granjas porcinas y se llevará a cabo un tratamiento integral de los purines.

Se disparará el empleo de energías limpias. Podríamos ser pioneros en cubrir con placas solares los polideportivos y salones de usos múltiples de los pueblos. Para entonces nuestros ríos pueden estar saneados y nuestro medio libre de plásticos, al albur de una normativa más exigente en la prevención de este problema.

Nuestros pueblos estarán más guapos que nunca, preservando su urbanismo tradicional y su coherencia arquitectónica. Y en todo su territorio no se habrá establecido ningún paraíso fiscal, a pesar de que alguien ha pensado que esto supondría la solución definitiva para el futuro de Teruel.

Gonzalo Tena Gómez

Colectivo Sollavientos


jueves, 10 de diciembre de 2020

TE ODS 2030 (6): TERUEL ANTEL EL CAMBIO CLIMÁTICO





El Objetivo número 13 de los ODS comprendidos en la agenda 2030 de las Naciones Unidas dice : Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos.

Estos objetivos son un reto para todos los países e instituciones tanto públicas como privadas del planeta, pero se deben concretar y poner en práctica de forma realista en cada una de las instituciones y en cada uno de los territorios y entre sus ciudadanos. Por eso desde el Colectivo nos planteamos que se podría hacer en la provincia de Teruel para conseguir avanzar en la toma de medidas frente al Cambio climático.

El Cambio Climático suena desde hace unos años en las noticias y en los programas de divulgación y de opinión, también se ha colado en las conversaciones informales de calle o de tertulias de amigos ante un fenómeno climático extremo; forma parte del debate entre científicos de distintas disciplinas y con visiones muy diversas; incluso es un mantra para explicar o dar respuesta a cualquier fenómeno que no somos capaces de explicar.

Lo cierto es que para la gran mayoría de científicos y de investigadores del clima y de la tierra en sus múltiples disciplinas, es uno de los fenómenos más preocupantes de nuestro momento actual y una de las tareas a las que dedican buena parte de sus investigaciones, tanto para encontrar soluciones de mitigación, como para proponer posibles adaptaciones a la nueva situación. Lo es por su carácter global ya que no sólo afecta a un determinado espacio o país o territorio, sino que cualquier repercusión llega a todos los rincones del planeta.

También para la ciudadanía comienza a ser un tema no sólo de debate o de conversación sino  de toma de posición para encontrar soluciones. Así los movimientos juveniles que tanta resonancia han tenido en los últimos tiempos y las propuestas de declarar una Emergencia Climática, que tiene ocupada a muchas de las ONGs ambientalistas y a algunas instituciones.

Pero lo importante ya no es debatir, sino actuar ante una realidad aceptada por casi todos, aunque sea con matices. Teruel se debería posicionar como líder en la toma de decisiones y de propuestas ante el Cambio Climático por sus condiciones ambientales inmejorables y debería servir de modelo para implantarlas en otros lugares. Podemos plantear varias propuestas:

n  Convertir los pueblos de la provincia en autosuficientes energéticamente y con un consumo de proximidad. No se puede apostar por parques eólicos o solares que ocupen en territorio para exportar la energía y enriquecer a las grandes energéticas, sino por un modelo bajo en emisiones y en afecciones al paisaje.

n  Una política forestal que genere nuevas plantaciones desde el territorio y con gente del territorio y sus aprovechamientos reviertan en la población local con trabajos y beneficios adecuados.

n  Apostar por el consumo de proximidad, generando una información clara de los productos que se producen, de sus puntos de distribución y de sus productores. Habilitar espacios de venta y de sacrificio para los productos locales.

n  Apostar por programas y propuestas educativas para todos los colectivos que sensibilicen y generen una manera de actuar diferente en las forma de usar el transporte y en el consumo.

n  Generar una red de pueblos frente al cambio climático, que bajo un objetivo común, planteen y llevan a la práctica sus propias acciones.


Se puede apostar por convertirse en un territorio referente frente al cambio climático, que le dotaría de valor ambiental que es más necesario en este momento que el valor económico, sin olvidar que los valores ambientales deben revertir en calidad y sostenibilidad de sus habitantes.

Más que una utopía, lo que se plantea es una nueva visión de la realidad provincial para adaptarla a los nuevos tiempos y sus retos y, uno de ellos, sin duda, es el calentamiento del planeta.

Javier Oquendo

Colectivo Sollavientos



sábado, 21 de noviembre de 2020

ODS TERUEL 2030 (5): Y SOLAR TERUEL



Y no solo molinos encontraron don Quijote y Sancho Panza, también caballeros de brillante armadura como el caballero de los espejos... Y es que en nuestro caminar por el Teruel de 2030 todo indica que en nuestras sierras se divisarán, además de enormes aerogeneradores, grandes huertos solares ubicados en nuestras muelas y planicies.

A finales de los años 90 muchas masías de nuestra provincia se equiparon con pequeños paneles solares y baterías. En cierto modo fueron pioneros, una vez más, de una innovación que, evidentemente, iba en contra de intereses económicos mucho más poderosos que los de nuestros masoveros. La prioridad era la electrificación tradicional o la nada, tal como se ha demostrado con la Legislación vigente hasta hace pocos meses, que castigaba el autoabastecimiento; o con los esfuerzos por seguir realizando grandes tendidos eléctricos. Pero la cosa está cambiando: una nueva Legislación potencia el autoabastecimiento e incluso el vertido de electricidad sobrante a la red; la tecnología ha evolucionado y los precios de las instalaciones fotovoltaicas han bajado; y, finalmente, se impone la cruda realidad de un cambio climático que por fin parece forzar la modificación de modelos inamovibles, toda vez que está revitalizando nuevas opciones de energía, consumo y desarrollo.

Sin embargo, esta necesaria y obligada transición de la energía "sucia a la limpia" parece abocada a un mero cambalache: el desarrollo a base de minas y centrales eléctricas se sustituye por huertos solares y aerogeneradores, sin tener en cuenta que, aunque la producción eléctrica resultante pueda ser la misma o superior, los modelos no son equiparables. Las nuevas energías requieren de un mínimo número de empleos, por tanto, no pueden considerarse y "venderse" como motores de desarrollo, como sí lo fueron sus antecesoras. Si a esto se le suma que lo que aparece de forma continuada en el BOA con el título de "proyecto de interés autonómico" hace referencia a macro instalaciones promovidas por grandes empresas financiadas en muchos casos por fondos de inversión, nos encontramos con la antítesis del modelo de sostenibilidad que pretenden las energías renovables.

Y es que la energía limpia es codiciada por las grandes empresas que deben completar sus obligatorios cupos de renovables para poder acceder a las subastas internacionales. También es codiciada por nuestros políticos, que se ponen la etiqueta de la sostenibilidad cuando presentan uno de estos grandes proyectos, prometiendo trabajo y desarrollo. Y, evidentemente, también es codiciada por todos nosotros, ya que no dudamos que son parte de nuestro futuro.

Sin embargo, todo esto no implica caminar conforme marcan los Objetivos de Desarrollo Sostenible propuestos por la ONU y del espíritu del conjunto de ellos. La energía solar es un claro ejemplo de lo que debería ser un modelo de energía sostenible, de autoabastecimiento y local en la medida de lo posible. Y es que lo que hicieron los masoveros hace años es lo que se debería plantear en estos momentos: fomentar pequeñas instalaciones, tanto en hogares como en granjas o naves, en el ámbito rural y urbano, fomentando el autoconsumo y,  si es posible, el vertido a la red de lo que no se puede acumular o consumir. Sólo de esta manera estaremos cambiando un modelo que, de otra forma, nos presentará en un futuro lo que en un pasado fue Teruel: una fuente de recursos para una energía que se usa mucho más allá de sus montañas.

José Manuel Salesa Ariste

Colectivo Sollavientos

lunes, 16 de noviembre de 2020

ODS TERUEL 2030 (4): EL CAMBIO CLIMÁTICO AQUÍ






La reflexión sobre un asunto de tanta transcendencia resulta ineludible, en conexión con otras gravísimas cuestiones que acaparan nuestro día a día. El 25 de septiembre de 2015, los líderes mundiales adoptaron 17 objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos sus habitantes, como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible. Cada objetivo tiene metas específicas que deben alcanzarse en los próximos 10 años  hasta alcanzar el 2030. Se han de involucrar en su consecución los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y las personas individualmente. Recordamos  que el nº 13, que ya se aborda en otro artículo de esta serie, dice:

Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos (tomando nota de los acuerdos celebrados en el foro de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático).

Ya se tarda en poner en práctica medidas preventivas. Habrá que arbitrar otras adaptativas y paliativas. Los bosques de Teruel proporcionan recursos, empleo y servicios recreativos y paisajísticos. También contribuyen a la protección del suelo, al mantenimiento del ciclo del agua y de la diversidad de especies vivas, así como a la fijación del carbono atmosférico. El Plan Forestal de Aragón, que empezó a fraguarse con participación ciudadana en diciembre de 2016, habiendo pasado por las fases informativa, de debate y de retorno en junio de 2018, se ha de tomar muy en serio en su configuración final su propuesta de “gestión adaptativa frente al cambio climático” en lo referente al aumento de probabilidad de incendios, propagación de plagas y otros aspectos. En todos los ámbitos (agricultura, salud pública, protección civil…) se ha de tener en cuenta la proliferación de los fenómenos meteorológicos adversos, variaciones térmicas anómalas, disminución del volumen de agua disponible, etc. Este objetivo se apoya en todos los que utilizan el calificativo “sostenible”, y tratan sobre energía, producción, infraestructuras, crecimiento o ecosistemas.

El documento Estrategia Aragonesa de Educación Ambiental (EAREA 2030) nos avisa de que el cambio climático (encuadrado en el cambio global) está afectando negativamente a la salud de las personas, a la biodiversidad, a la agricultura y al turismo. Hay otros efectos relacionados: pérdida de recursos hídricos y pesqueros, pérdida de pastizales y otros agrosistemas tradicionales, contaminación por nitrógeno (purines). Así pues, se impone la implementación de medidas para aumentar la resiliencia en los sistemas naturales, en la población humana y en las actividades productivas.

Siguiendo con el documento citado, que se hace eco de las metas del ODS nº 13,  la educación ambiental –pilar básico para afrontar problemas relevantes y progresar colectivamente- ha de construir un discurso positivo y proactivo, que comporte un cambio de hábitos de vida relacionados con el consumo, residuos, transporte, movilidad, ganadería, agricultura y gestión forestal. Las estrategias educativas propuestas habrían de ser asumidas por las personas que ostentan cargos de responsabilidad y capacidad de decisión en el ámbito público.

Gonzalo Tena Gómez

Colectivo Sollavientos


lunes, 26 de octubre de 2020

ODS TERUEL 2030 (3): EDUCACIÓN DE CALIDAD Y MEDIO RURAL



Partiendo del punto de vista de alguien que, como yo, cree a pies juntillas que el problema del deterioro demográfico del medio rural es cultural, está claro que sólo cabe la Educación como punto de apoyo para evitar, paliar o, al menos, no comulgar con el proceso irreversible del “vaciamiento” rural.

Una y otra vez nos encontramos con la irremediable comparación de la educación española con los “popes” educativos de occidente. Nuestros ojos y nuestra cabeza han aprendido pues a citar el tan manido recurso del  “hay que fijarse en Finladia”. Y supongo que hay que fijarse así a lo bruto, sin otra cosa en la cabeza, sin llegar a comparar las realidades entre un país y otro y la corresponsabilidad del ciudadano en lo que pasa. Sí amigos, la corresponsabilidad, porque política, administración y administrados somos corresponsables de lo que pasa a nuestro alrededor, unos más que otros.

Podríamos empezar por imaginarnos un futuro educativo en el que fuesen los mejores los que dieran clase a nuestros hijos. Sería deseable y nadie en su sano juicio podría opinar lo contrario. Pero habilitar a los mejores en ese futuro laboral requiere premiar la formación, el esfuerzo y el compromiso de los docentes. Y si en países como Finlandia se premia socialmente el ser docente (primaria, secundaria o lo que sea), se premia también económicamente y, por lo tanto, ese premio hace que los más formados quieran ser docentes. Difícilmente podríamos equipararnos por ese lado los españoles cuando se teje un pensamiento del docente que poco tiene que ver con aquellos lares. Así, a día de hoy, entrar en la carrera de magisterio equivale en las notas de corte que cualquiera puede acceder a ella. Y en lo que se refiere al mundo rural, añadiremos que el sistema anquilosado y poco ágil de los interinos “errantes” convierte los proyectos en proyectos personales y de muy difícil continuidad, salvo casos ejemplares.

Para tener una educación de calidad, en general, deberíamos de aspirar a una sociedad donde elimináramos poco a poco el “clasismo educativo”. Si en la sociedad postmoderna hasta el más tonto o más pobre se refleja como clase media, nacen conceptos como la aporofobia y nos centramos en esa peligrosa trama liberal de la diversidad (leer a D.Bernabé); esto, tarde o temprano, se refleja en el sistema educativo. Si es que alguna vez se ha ido. Porque si hasta hace unas décadas estudiar en lo público era sinónimo de poca calidad, hoy por hoy, debido al clasismo educativo consustancial al español medio, hace que se apuesten por los clasismos concertados. Dado que no puedes optar a los privados, exige tu derecho a elegir un concertado. Y, como ocurre en cualquier otro servicio público, no utilizarlo lleva consigo que el imaginario público y político rebaje sus expectativas y, por tanto, su calidad.

La discontinuidad de la docencia en el medio rural, como decíamos, hace muy difícil la puesta en marcha de proyectos a largo plazo. No se trata de ser innovador con el sentido ridículo de hoy en día, en el cual cualquier pedagogo que no ha dado clase en su vida explica con neolenguajes y términos ingleses la mayor obviedad o la más absoluta tontería. Se trata, sin más, de premiar a los funcionarios comprometidos, que también los hay. Muy al contrario de lo que se sigue pensando en los pueblos, tal y como explicaba Salvador Berlanga en su paso por los CRIETs: el porcentaje de aprobados y de titulados del medio rural superaba porcentualmente el del ámbito urbano.

Por otro lado, la atención a la siempre recurrente diversidad no debe de constituir el foco que justifique o priorice la educación pública de calidad. Más bien, el esfuerzo y el apoyo personalizado; los recursos humanos y el compromiso del profesorado como punta de lanza de un proyecto global, educativo y comunitario. Y eso solo se puede transformar en una escuela laica, donde los dogmas no se viralicen directa o indirectamente y donde la actitud crítica y responsable vaya de la mano con el esfuerzo y la asunción de responsabilidades desde la más temprana edad. Resulta muchas veces bochornoso para el profesorado observar y leer algunos conceptos políticos que se repiten sobre el adoctrinamiento, pues dicho adoctrinamiento suele fundamentarse en las ideologías (reales o fingidas) de los partidos políticos.

Así pues, conceptos como la memoria ideológica tampoco deberían de constituir ejes de discusión, pues lo ideológico, siendo transversal, debe de serlo más en casa y menos en la escuela. Se deben de poner en canción de nuevo aspectos que para muchos pedagogos y políticos resultan “viejunos” como el esfuerzo. Y tampoco debemos obviar la competencia, porque el mundo no es como queremos y la escuela es formadora de ciudadanos.  El concepto de autoridad reforzaría la imagen del docente y de la escuela de calidad. La sobreprotección de los niños y la multiplicación de sus derechos (con pocos deberes aparejados) nos traen como consecuencia el desprestigio de la escuela pública y, por ende, la falta de calidad de la misma en el imaginario de la gente. Un imaginario popular que  es fiel reflejo de un neoliberalismo en auge que la sociedad ha comprado como bueno.

Retomando la realidad rural, debemos ser conscientes que todo ese panorama acaba afectando en cascada a nuestros alumnos. Alumnos que ni que decir tiene deberían de tener la calidad y servicios que cualquier urbanita. Sin embargo, todos los tropiezos que existen por una escuela pública de calidad se nos convierten en verdaderos abismos en determinadas zonas rurales. Y, hoy por hoy, sólo nos queda el voto, la protesta y la exigencia. Que cada uno actúe en consecuencia.

Víctor Manuel Guiu Aguilar

Colectivo Sollaviento

miércoles, 21 de octubre de 2020

ODS TERUEL 2030 (2): EQUIDAD EN EL HORIZONTE




No me siento capaz de encontrar una respuesta respecto al rumbo en que debe encauzar nuestra sociedad para persistir. Sin embargo, soy consciente de que andamos por el mal camino. Una parte de la sociedad consumimos compulsivamente más allá de lo que el Planeta puede resistir. La otra sobrevive sin llegar en muchos casos a cubrir sus necesidades básicas.

La ONU ha lanzado el reto de definir un modelo de desarrollo sostenible para el año 2030, abrir una ventana pensando en el futuro. ¿Cómo debe estar integrado el foro desde el que surjan ideas para salvar el Planeta de todos?

En el Norte somos voraces consumiendo materias primas. Saciados, vomitamos en el Sur no sólo nuestra basura,  también pretendemos civilizar a otros y en el proceso rompemos civilizaciones y originamos vacíos sociales que generan un gran sufrimiento a otros pueblos.

La tecnología, dirigida por el mercado, nos impulsa hacia un determinado modelo de desarrollo, diseña nuestras vidas y se convierte en motivo de fe para solucionar nuestros problemas. Al contrario que en las sociedades tradicionales, no son nuestras manos las que deben abrir el camino, nos creamos dependencia de la tecnología.

Vivimos en una sociedad de riesgos, término acuñado por el sociólogo Ulrich Beck. Hemos mejorado las condiciones de vida de nuestra sociedad. Nuestra confianza en el sistema es tal que asumimos los riesgos que lo acompañan.

Como escribió Saramago en su novela “Ensayo sobre la ceguera”, no somos conscientes del verdadero precio que pagamos por nuestro  modelo de vida: la explotación del Planeta, el expolio y opresión de grupos humanos  para obtener sus productos, la renuncia a nuestra libertad e intimidad  como tasa para acceder a la sociedad tecnológica de la información. 

Uno de los cambios experimentados por la aceleración  tecnológica ha sido un nuevo paradigma de estructura social que modifica la pirámide de población. Las sociedades desarrolladas envejecen y la cúspide apenas se sostiene sobre una frágil base. En los países emergentes la situación es inversa y ven marchar generaciones de jóvenes que buscan una oportunidad de futuro. Migraciones que no somos capaces de asumir y que interpretamos como amenaza frente a la que elevamos muros, rodeando de una coraza de hierro nuestros corazones para no sentir la culpabilidad sobre los miles de muertos que el cierre de fronteras origina.

Por otra parte, la falta de equidad de nuestras sociedades y los giros que la tecnología impone en los sistemas productivos incorporan una nueva clase social. La acuñó con el término de infraclase el sociólogo José Félix Tezanos, en el ensayo: “Sociedad dividida: estructuras de clases y desigualdades en las sociedades tecnológicas”, publicado en la última década del siglo pasado. La base de la pirámide incorpora un agujero por el que se cuelan a una bolsa, cada vez mayor, los desplazados del sistema. Población marginada por la falta de poder adquisitivo que le impide no sólo acceder a una vivienda digna, a sanidad… tampoco a una formación ni a la adquisición de instrumentos que hoy comienzan a ser imprescindibles para comunicarse e informarse en nuestra sociedad (ordenadores, telefonía móvil…).  Se suman a esta nueva clase social aquellos que después de haber vivido como clase acomodada en el sistema, la tecnología les aparta de su puesto de trabajo.    La infraclase asume el papel de fracaso, se autoinculpa de su situación y no traslada a la calle la injusticia social que sufre.

En la apuesta por ese horizonte del 2030 nuestra fe en la tecnología para resolver los retos que el futuro presenta a nuestra civilización olvida la definición de la comunidad a que queremos llegar. Satisfacer la necesidad de consumir los nuevos productos que el mercado nos ofrece supone una intensa niebla, como el smog generado por la contaminación de las ciudades, que nos dificulta la búsqueda de un camino a través del que reencontrarnos con los valores humanos.

Nuestra civilización, capaz de explorar el universo, debe regresar a meditar en torno a la solidaridad y compromiso que impulse una sociedad más justa. El mercado que mueve recursos financieros en la investigación para alcanzar esos logros tecnológicos que han revolucionado nuestra vida, no es capaz de lograr un reparto justo que establezca un modelo de estado de bienestar para el siglo XXI extensible a todo el Planeta, que no olvide el respeto a la diversidad cultural. Difícil reto que las máquinas no pueden aportarnos, al que como humanos no debemos renunciar, alcanzable si utilizamos el diálogo, el compromiso, los acuerdos y la responsabilidad, herramientas de las que disponemos.

El triunfo de la capacidad de desarrollarnos como individuos hemos de ser capaces de acompañarlo con un sentido de comunidad. Tenemos a la vez la responsabilidad de no denigrar los logros tecnológicos alcanzados. Hemos de utilizar estas herramientas para avanzar en formación y en comunicación. Es necesario consumir con responsabilidad. Disponer de alimentos saludables,  una vivienda digna, atención médica, educación…, debe ir acompañado de desarrollar un proyecto de vida.

La tendencia de la población a urbanizarse  genera inhumanas e insostenibles grandes ciudades. En ellas se gesta la ciencia, los movimientos culturales, las decisiones trascendentales…Pero quizás se olvida que hay vida tras sus murallas.

Mirando hacia el 2030 nuestros grandes avances tecnológicos no pueden llevarnos a encerrarnos en burbujas para protegernos del exterior. Si es así, habremos fracasado.

Es urgente una gobernanza que a nivel global vele por el respeto de culturas y establezca nexos de encuentro para sobrevivir. ¿Es posible un sentido de comunidad desde  macrosociedades? No tenemos más remedio que creer que sí, por lo que no sólo hemos de estar abiertos a incorporar a todos en el debate, sino que hemos de facilitar los medios para ello.

Desde Teruel deberíamos aportar más allá de, en ocasiones, injustificadas  peticiones de grandes infraestructuras, nuestra experiencia en la voluntad de encontrar el camino para seguir habitando  este espacio, con grandes valores culturales y naturales,  cuyas condiciones orográficas y climáticas  siempre han dificultado la habitabilidad; un reto en el que el sentido de comunidad ha aportado un pilar fundamental para lograr sobrevivir.

 

Ángel Marco Barea

Colectivo Sollavientos

sábado, 17 de octubre de 2020

Renovables sí, pero así no





 La ausencia de un Plan de Ordenación Territorial Integral (nacional y autonómico) lúcido y coherente con las necesidades ambientales, económicas y sociales, ha provocado a lo largo de las últimas cinco décadas, una gestión y desarrollo desordenado, muy a menudo ilógico, del medio rural, supeditándolo a las necesidades de los modelos urbanos a gran escala. Es así como se han elegido territorios rurales predominantemente naturales con escasa población humana, bajo valor catastral, aunque de muy alto valor ambiental, para ejecutar proyectos “de interés general” como la ampliación de la Red Eléctrica de España, cuyo impacto ha resultado nefasto para los pueblos, acrecentado la pérdida de biodiversidad, la despoblación y obstaculizando el asentamiento de proyectos empresariales innovadores ligados a la calidad ambiental del medio rural natural. 

La ausencia de un plan conjunto, con estrategias bien estructuradas, definidas y concretas, ha dado pie a que prevalezcan los intereses especulativos, perpetuando los monopolios energéticos y la corrupción de las élites políticas vinculadas. Es por ello que ahora, en la denominada “transición energética” se cambia de recursos pero no de modelo energético y económico, con lo que el medio rural vuelve a ser víctima de la burbuja financiera actual: las energías renovables. De nuevo, los territorios más despoblados, a pesar de su excelente calidad ambiental, están siendo elegidos para promover la construcción de centrales eólicas, eufemísticamente llamadas “parques eólicos”, con sus respectivas líneas de alta tensión, accesos e infraestructuras añadidas. Sin planificación ni evaluaciones estratégicas, por toda la España rural están siendo presentados multitud de proyectos de centrales eólicas y solares, perpetuando la generación eléctrica centralizada, es decir, a gran escala. Un modelo energético ineficiente y caduco, que sólo acarrea sinsentido, incongruencias administrativas y absoluta falta de respeto a los pocos territorios rurales naturales que nos quedan en Europa.

En concreto, en Aragón, el Decreto Ley sobre renovables es bastante deficiente y no ha pasado, como exige el marco europeo, por una Evaluación Ambiental Estratégica Aragonesa porque no existe. Como tampoco existen Planes de Gestión Aragonesa para las zonas de especial protección, ni Evaluación Adecuada para la conservación de cada uno de los espacios protegidos, entre otras deficiencias. El hecho de que Aragón carezca de planes de gestión para regular con eficacia los usos del territorio, está causando pérdidas importantes de Zonas de Especial Conservación (ZEC), entre otras figuras de protección; por lo que puede ser motivo de sanciones de la Unión Europea a Aragón, como indica la abogada ambiental Pilar Martínez. 

Nos encontramos pues ante dos prioridades relativas a la emergencia climática, para las que urge una planificación y ordenación territorial que integre sin contradicciones la transición energética hacia las energías renovables y la preservación de la calidad de los ecosistemas naturales (biodiversidad, conservación de los hábitats, espacios protegidos, paisajes rurales y naturales, etc.). Todos los elementos imprescindibles para la generación eléctrica centralizada de las centrales eólicas (gran voltaje eólico, máxima eficiencia energética por tanto, cercanía a los puntos de demanda/consumo, optimización de las infraestructuras, etc.) indican que no es el medio rural natural el territorio idóneo para su implantación, sino los territorios más urbanizados e industrializados, donde se ubica la mayor demanda y consumo. 

Convertir vastos territorios naturales en polígonos industriales, con la excusa del recurso eólico y el contrasentido de producir electricidad con energías “limpias” en zonas alejadas de las urbes donde va a ser consumida, fomentando el despilfarro al perderse buena parte en el transporte, ocasionando de vez degradación de los paisajes, despoblación rural y pérdida irreversible de biodiversidad, … ES UN EVIDENTE SINSENTIDO. 

Por tanto, sólo cabe apelar a la sensatez y a la responsabilidad de empresari@s, polític@s, jueces y ciudadanía en general, para transitar con decencia y justicia, hacia un modelo energético y económico que respete el vasto legado natural y cultural de los pueblos, supervivientes de décadas de ciego desarrollismo, y base de toda posible existencia. Existen otros caminos para lograr la transición energética. Es hora de corregir el rumbo y tender con firmeza hacia la generación distribuida o micro-generación, ello implica a corto y medio plazo la autogestión o soberanía energética de y en cada territorio. Renovables sí, pero no en cualquier lugar ni de cualquier manera. Y menos aún por mera especulación financiera.

“Renovables sí, pero así no.”

 VV.AA. Plataforma a favor de los paisajes de Teruel







viernes, 9 de octubre de 2020

ODS TERUEL2030 (1): LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE Y TERUEL



Los Objetivos de Desarrollo Sostenible planteados por las Naciones Unidas, se presentan como un gran reto para conseguir una sociedad mejor, ante las múltiples señales e indicadores que ponen de manifiesto las desigualdades, el hambre, los problemas ambientales y , en definitiva, la situación de riesgo que tiene el planeta y sus habitantes.

Según las propias Naciones Unidas: “La Agenda 2030 es el plan global para la erradicación de la pobreza, la lucha contra el cambio climático y la reducción de las desigualdades más ambicioso alguna vez adoptado por la comunidad internacional. Fue desarrollada sobre la base de consultas nacionales que llegaron a las poblaciones en mayor situación de vulnerabilidad de cada país, entre ellas cerca de 80 mil personas en el Perú, y fue aprobada por unanimidad por los 193 países de las Naciones Unidas. Su objetivo es claro: Lograr un mundo donde nadie se quede atrás”.

Se antecedente fueron los objetivos del milenio, que quedaron en nada al plantear propuestas excesivamente genéricas, muy abstractas y centradas en temas relacionados con el desarrollo económico. Su fracaso no desanimó a las Naciones Unidas y  lanzaron los 17 ODS y sus 169 metas, que no están centrados en aspectos económicos, sino que se abren a temas sociales y ambientales.

Una primera lecturas de los ODS y sus metas suscita la sensación de que se está ante una utopía irrealizable, pues son metas muy ambiciosas y a un plazo de consecución muy breve, ya que están planteados en su gran mayoría para el 2030, que bien pensado son poco más de diez años para terminar con la pobreza, con el hambre, con las desigualdades en la educación y la sanidad, con el deterioro del agua, los mares y el clima del planeta, trabajo y energía universal y reducción de cualquier tipo de desigualdad.

La alternativa a no buscar y trabajar por la implantación de los ODS es pensar en un planeta en el que las desigualdades entre países y personas cada vez sean mayores y hoy afectan a unos países, pero los ciclos cambian y pueden afectar a los que hoy se consideran ricos; también un planeta con unos recursos naturales y un clima que hagan imposible la vida en el mismo, por carencias y por alteraciones graves; un mundo dominado por cuatro grandes lobbies o fondos que dicten las normas y marquen los ritmos; en definitiva un mundo que se asemejaría a esas películas futuristas que presentan una situación caótica.

El reto es ir haciendo realidad los ODS desde lo más próximo y en nuestros entornos cotidianos, para que se consiga una gran bola que repercuta a nivel mundial. Esto no puede ser una tarea individual, sino organizada en colectivos y organismos públicos y privados que apuesten por su puesta en marcha progresiva,  que den respuesta a retos concretos y reales, a la vez que analiza la consecución de esas metas en el entorno más cercano. Empresas, ONGs, administraciones, gobiernos y muchos colectivos se han puesto manos a la obra para ir avanzando en esta utopía, algunos con más éxito que otros y algunos con más intención real que de lavar la imagen y hacer “odswhasing”.

Desde el Colectivo Sollavientos se quiere reflexionar y hacer propuestas de cómo podrían implantarse las metas de los ODS en la provincia de Teruel, como modelo de desarrollo de la misma y como propuesta de futuro para un territorio que más allá de sus limitaciones apuesta por el futuro común y lo pone en práctica en la realidad cotidiana.

También se abre la propuesta a quién quiera aportar sus ideas de cómo podemos conseguir la implantación de los ODS y sus metas en la provincia de una forma realista y concreta. Todas las propuestas serán consensuadas y debatidas para llegar a verdaderos acuerdos de trabajo y no a ideas individuales más o menos reflexionadas.

 

Javier Oquendo

Colectivo Sollavientos