martes, 20 de enero de 2009
SEMBRADORES DE ÁRBOLES, GESTORES DEL PAISAJE
Los paseos invernales por lomas y sabinares de las sierras de Teruel nos ponen en contacto con los zorzales. Reconocemos el vuelo de la tordeja y el mirlo, algunos con el apoyo de unos prismáticos nos atrevemos a diferenciar seis especies diferentes: zorzal charlo y mirlo común, que en las tierras turolenses nos acompañan todo el año; zorzal común, un reproductor escaso y esporádico en los bosques de ribera y bosques húmedos de las Sierras de Cucalón, Albarracín, Maestrazgo y Jiloca; zorzal real, zorzal alirrojo y mirlo capiblanco, con quienes solamente compartimos el otoño e invierno pues en el periodo estival marchan a criar al norte de Europa.
El número de diciembre del año pasado de la revista decana de naturaleza en España, Quercus, publica un artículo de José Manuel Herrera y Daniel García en el que se describen estas aves. Consumidores de frutos silvestres dispersan sus semillas y contribuyen a modelar la estructura del paisaje vegetal. Singulares jardineros de árboles y arbustos autóctonos, tal que en muchas ocasiones existe una dependencia de que las semillas pasen por el tubo digestivo de las aves para poder germinar, como es el caso de los gálbulos de enebros y sabinas. En el caso de los ejemplares aislados de acebos, cobijados en angostos y umbríos barrancos, necesitan de las aves para dispersar sus bayas a otro lugar favorable para su germinación, lo que realizan consumiéndolas y defecando en su recorrido territorial. Un trabajo de repoblación forestal que estos pájaros realizan sin coste a la sociedad, a cambio del alimento que le proporcionan los frutos de majuelos, serbales y el variado mundo de plantas leñosas que sobrevive en estado silvestre en los campos, de esta manera se garantizan su despensa y crean paisaje.
A pesar de ello estas aves no son bien recibidas en la Península Ibérica. Salvo los mirlos son consideradas especies cinegéticas y son cazadas hasta el mes de febrero, aunque en estas fechas ya han comenzado su viaje migratorio y necesitarían el máximo de tranquilidad para dotarse de la grasa necesaria que precisa un viaje de miles de kilómetros. En Aragón la orden anual de caza de esta temporada permite disparar a las cuatro especies de zorzales hasta el primer domingo de febrero. Como dicen los autores del artículo citado, el interés por la caza con escopeta del zorzal es reciente por lo que no puede atribuírsele un valor cultural, excusa utilizada para mantener esta práctica cinegética.
El LIC de Castelfrío, declarado como tal por la singularidad de su flora -carrascales, sabinares, pinares, pastizales de montaña-, gestionado como Coto Social de Caza, permite además la observación de toda la variedad de tordos presentes en la península ibérica, junto a otras especies de aves: águila real, búho real, cárabo, carpinteros, chovas piquirrojas...., o mamiferos como la cabra montés, el corzo o el jabalí. La nueva ley de patrimonio natural y de biodiversidad del Estado insta al Gobierno de Aragón para que antes del 2013 estos espacios naturales incorporados a la Red Natura 2000 europea sean declarados Zonas Especiales de Conservación, junto con la aprobación del correspondiente plan o instrumento de gestión.
La gestión de este espacio deberá velar por más valores que los cinegéticos. Recuperar abrevaderos que permitan no sólo abastecer de agua a la fauna y ganadería, también ser hábitat de especies de anfibios, y ello de una manera mucho más económica que la continua inversión en diversos sistemas de bebederos artificiales para perdices de dudosa eficiencia y con alto riesgo sanitario. Inventariar las diferentes comunidades de flora haciendo compatible la gestión ganadera con su conservación. O volviendo a nuestros protagonistas, los zorzales y mirlos, favorecer su presencia por el importante papel que desempeñan en la repoblación natural de árboles y arbustos, diversificando el paisaje y favoreciendo la colonización de lugares donde por sí solas las plantas no pueden hacer llegar las semillas. También sería de agradecer alguna medida que permitiera divulgar los valores naturales del lugar, acompañada de una ordenación de las visitas para aquellos que apostamos por conocerlo sin un interés exclusivamente cinegético.
Ángel Marco Barea
miércoles, 14 de enero de 2009
PATRIMONIO ETNOLÓGICO EN TERUEL.
El estudio del patrimonio etnológico ha estado siempre muy ligado al análisis y evolución sociológica e histórica de las sociedades rurales. En este sentido, si nos adentramos en el estudio sociológico de las décadas de los cincuenta y sesenta del pasado siglo, las fiestas y costumbres populares presentes en el territorio se relacionaban con el vínculo al mundo rural que agonizaba lentamente, primando otras prácticas recreativas ligadas al nuevo mundo urbano y moderno que se veía como la salida de futuro ante la crisis socioeconómica del mundo rural. Esta realidad derivada de un proceso de despoblación y cierto “aniquilamiento” cultural e identitario sufrido en la provincia, no ha impedido que el Teruel interior haya conservado un patrimonio etnológico sumamente interesante y variado. Romerías penitenciales, botargas, Mayos, fiestas de invierno y festividades populares ligadas a la cultura ganadera local de montaña, entre otras muchas actuaciones son manifestaciones festivas de carácter etnológico que dotan al Teruel interior de una especial singularidad.
Dentro del análisis de la fiesta, se comparte la idea de reconocer a la misma como un instrumento al servicio de la legitimación de la actividad de un grupo humano, para la propia definición de la identidad y sus propios límites. Del mismo modo, estos ritos y celebraciones festivas servían para que los individuos no perdiesen de vista todo aquello que dependía del grupo de pertenencia, tales como los valores, sus fronteras, su propia explosión plástica comunitaria y las relaciones sociales creadas. Durante siglos, el ciclo agrícola ha marcado profundamente los ritmos estacionales de las distintas fiestas a lo largo de todo el año. En la actualidad, la cierta “desruralización” de nuestros pueblos en lo concerniente a dichos ciclos agrícolas ha modificado el rol de este tipo de tradiciones festivas. Esta realidad, lejos de producir desencanto y tristeza ha conllevado un creciente interés por el estudio y el fomento de las tradiciones particulares y específicas de nuestros pueblos. La población local y los hijos de los emigrantes que vuelven a sus pueblos de origen en periodos concretos se han visto interesados por la búsqueda de la identidad propia en un mundo actual excesivamente globalizado y carente de identidades propias. Es precisamente en este campo de actuación dónde el rol actualizado de la celebración festiva puede actuar de “carta de presentación” de nuestro territorio, dándole un protagonismo especial a la participación social, la modificación y adaptación de la fiesta, y el papel de las calles como elemento de aglutinación y convivencia entre la población local y los visitantes.
Es cierto que la sociedad rural ha cambiado con el paso de los años, y el patrimonio etnológico se ha ido modificando, importándose otro tipo de festividades no autóctonas. La recuperación de actividades festivas perdidas tiene que ir acompañada de una actualización de las mismas, ya que sin el apoyo y participación de la población local es difícil lograr una continuidad. Sirva como ejemplo las festividades importadas de Estados Unidos como la de “Halloween” que goza de especial apoyo por parte de los escolares de nuestros territorios. Lejos de sancionar esta festividad, podría contemplarse la posibilidad de modificar la simbología, adoptando elementos propios como las historias de las brujas del mundo rural, tan presentes y tan cercanas en la toponimia local y poder generar acciones nuevas, innovadoras e imaginativas.
La fiesta ha permanecido como un rasgo omnipresente en la vida de nuestras sociedades. Tenemos que ser conscientes del valor de nuestro patrimonio etnológico local, y en nuestras manos está que este tipo de recursos culturales permanezca vivo. Tal y como el etnólogo Francés Georges Condominas definía a las celebraciones festivas, tenemos unas “Perlas en un collar de cuentas de plomo”. En nuestras manos está el valorarlas.
Jorge Abril
sábado, 10 de enero de 2009
CENIZAS DEL CIELO
ARGUMENTO DE CENIZAS DEL CIELO
Ferguson (Gary Piquer), un escocés aventurero, escritor de guías turísticas, visita el norte de España para completar su última publicación. La autocaravana que conduce le deja encallado no precisamente a la vera de una hermosa playa sino bajo las chimeneas de una central térmica. Se ve obligado a permanecer allí, y descubre un nuevo mundo, un “lugar imposible” donde va a iniciar una peculiar amistad con Federico (Celso Bugallo), un hombre de campo que cree que el compromiso de Kyoto va a cerrar la térmica que contamina el valle. Poco a poco, Ferguson se verá inmerso en el compromiso de apoyar a Federico en su lucha contra la central térmica. Nadie sabrá quién saldrá victorioso… ¿alguien podrá vencer al Progreso?
http://www.cenizasdelcielo.com
jueves, 8 de enero de 2009
ADOLFO ARAGÜÉS, EL PIONERO DE LA ORNITOLOGÍA EN ARAGÓN
Hace unas semanas tuvo lugar la presentación en Zaragoza del libro titulado Naturaleza, ornitólogos y pajareros cuyo autor es Adolfo Aragüés y que ha sido editado por el Ayuntamiento de dicha ciudad.
Estos días llegó a mis manos. De un tirón, lo he leído. Su lectura es muy recomendable para entender el desarrollo de la Ornitología y de la conservación de la Naturaleza en Aragón durante el pasado siglo y, por tanto, la situación actual.
A lo largo de sus páginas se van desgranando las vivencias del autor al introducirse en el mundo de la observación, del estudio y de la conservación de las aves, desde su juventud (allá en la década de los años 50) hasta nuestros días.
En ellas se comentan los primeros contactos con los fundadores de la Sociedad Española de Ornitología y la creación, alrededor de Adolfo Aragüés, de un núcleo en Aragón (bueno, en Zaragoza) de discípulos, tan jóvenes como entusiastas, en dicha disciplina zoológica. Se relatan cómo surgieron los primeros estudios sobre las aves de los sotos del Ebro y de los roquedos y pastos de montaña en el Pirineo. Describe el autor cómo iba descubriendo el valor ambiental de las estepas, un medio tan denostado socialmente que con su denominación de secarral estaba todo dicho.
Al mismo tiempo fueron dando los primeros pasos del anillamiento como técnica para conocer la biología de las aves. A su vez, fue estableciendo unos contactos con ornitólogos de otras zonas que influyeron de forma decisiva en la conservación de los ecosistemas aragoneses. A partir del respaldo de las sociedades ornitológicas y de una sociedad en plena transformación se abordaron las campañas para preservar de una destrucción segura algunos de los espacios naturales más emblemáticos: los Galachos del Ebro, el cañón de Añisclo, las lagunas de Gallocanta y de Sariñena, las estepas de Belchite o de Monegros.
La necesidad de conservar la Naturaleza iba calando lentamente en una sociedad conforme se iba alejando de ella. Este cambio en la mentalidad colectiva es difícil de entender para las generaciones actuales; tenemos de él una visión parcial los que estamos en mediana edad, mientras que es percibido con facilidad por nuestros mayores. Es, en definitiva, el paso de una sociedad preocupada por subsistir e imposibilitada para opinar como la de la posguerra, a otra como la actual, con las necesidades básicas cubiertas y que comienza a valorar la cultura y la Naturaleza. Todo ello en una tierra como Aragón en la que la escasa gente ilustrada no se aproximaba a las ciencias, salvo desde una perspectiva productiva, y en la que el patrimonio aún se asocia a Historia y Arte. En ese marco, la labor de Adolfo Aragües fue tremenda.
Precisamente esos son los capítulos que más me han interesado. El imaginar los primeros pasos. Los viajes en autobús o tranvía a los secanos y sotos de los alrededores de Zaragoza, el uso de los prismáticos en el cuartel durante el servicio militar, el descubrimiento de los primeros libros sobre aves (¡en inglés o en francés!), el aprendizaje de la sabiduría popular de los pajareros, etc.
En definitiva, son los pasos que hemos seguido, varias décadas después, otras personas que, con más medios y en un ambiente más favorable, hemos tomado el camino de disfrutar y sufrir con la observación, el estudio y la conservación de las aves y sus hábitats.
Toda una generación de naturalistas surgimos en los años 70 de la pasión que nos transmitió Félix Rodríguez de la Fuente en su programa "El Hombre y la Tierra". Era como una semilla sembrada. Su germinación fue lenta y no exenta de dificultades. ¿En que montañas se escondían el lobo ibérico, el oso pardo o el águila real? ¿Dónde estaba la fauna ibérica de los documentales de Félix en los campos y montes de nuestros pueblos? Ante nosotros teníamos unos paisajes que dejaban de ser como para las generaciones anteriores y que comenzábamos a contemplar con la fascinación por la vida silvestre. Algo que en Inglaterra, por ejemplo, hacía más de un siglo que ya venía ocurriendo.
Entonces, en el verano de 1981, cuando Félix nos había dejado huérfanos tras su accidente de Alaska, llegó a las librerías Fauna de Aragón: Las aves.
Adolfo Aragüés y Javier Lucientes, desde sus páginas, nos ayudaron a descubrir y comprender el paisaje rural y el enorme patrimonio ornitológico ....de Aragón. Una comunidad sin facultad de Ciencias Biológicas y sin Escuela de Ingenieros de Montes. Adolfo y su equipo nos transmitía el fruto de veinte años de observación y estudio de las aves en esta tierra, con la pasión de su espíritu y el poso de su experiencia. Esa fue otra enorme contribución. Tras su germinación, la semilla de Félix encontraba un suelo rico en humus.
Cierto es que ya habían comenzado una intensa labor divulgativa, primero en la prensa y después en la radio que resultó muy importante. Hacer a cambiar la mentalidad de la sociedad zaragozana, tan ufana de su urbanidad como desconsiderada de su pasado rural, no era nada fácil. Pero esta tarea no llegó a otros territorios y gentes de buena parte de Aragón.
Aquel libro fue toda una referencia. Nos mostró los caminos para comprender que la conservación de las aves es también la de los ecosistemas. Nos hizo ver que era posible a hacer ciencia estudiando los pájaros de nuestros pueblos.
Queremos agradecer especialmente el esfuerzo realizado en difundir y proteger la laguna de Gallocanta. Por esos azares de la historia, la pluviometría de la década de los 70 permitió unos niveles en este humedal que le hicieron ser, en poblaciones de aves acuáticas, uno de los más importantes de Europa y el segundo en la península Ibérica, tras Doñana. En el momento de máximo apogeo del desarrollismo agrario que, tras roturar miles de hectáreas de bosque, no dudaba en desecar la laguna para su puesta en cultivo. En aquel difícil momento, precisamente, Adolfo y su equipo, pusieron a Gallocanta en su lugar ante los investigadores y la sociedad.
Desde estas líneas, queremos trasmitir nuestra admiración y gratitud a personas como Adolfo Aragüés.
Chabier de Jaime Lorén
http://www.zaragoza.es/ciudad/medioambiente/centrodocumentacion/ornito.htm
sábado, 3 de enero de 2009
El Paisaje de las Masías
Si hubiera que dar una definición del paisaje, se podría decir que “es el conjunto de elementos de un territorio relacionados entre si fácilmente delimitables y visibles”.
No vamos a analizar definiciones, sino que sirve para situar las masías dentro de un territorio como es el Maestrazgo que no se puede entender sin estos elementos tan singulares en algunos casos, masías fortificadas, y tan visibles en cualquier lugar, que hacen que casi no las apreciemos por su integración en el paisaje y por la costumbre que tenemos de verlas, pero ciertamente es uno de esos elementos que están presentes de forma permanente. Además no sólo son características de esta comarca, sino de toda la zona Este de la provincia de Teruel.
Es modelo de un paisaje antropizado, donde se combina el espacio destinado a la vivienda, que nunca ocupa las zonas ricas, ni las que pueden ser aprovechadas, sino que se construye en las laderas o espacios mas yermos; con el espacio que se dedica a la producción agrícola, que esta casi siempre cercano a la vivienda; con el espacio de pastos para el ganado, que suele estar un poco mas apartado; con el espacio de bosque que abastece de leña y de sombra para el ganado en verano. Y esta muy claro hasta los años 60 que estos espacios tienen que convivir en armonía con la presencia humana, y si se produce un desequilibrio será en los últimos años donde el abandono de las masías hace que sólo se dediquen a las necesidades agrarias o ganaderas.
La misma vivienda de la masía es un elemento dinámico que crece y se desarrolla en función de las necesidades de la familia y del crecimiento de la misma o de sus ganados, no es un patrimonio estático, sino que cuando nace un hijo hay que crear un espacio para el mismo y cuando crece el ganado hay que ampliar la cuadra y si se compren gallinas hay que hacer el gallinero.
Es un paisaje que se pierde y no precisamente por la ampliación de las masías, que mas quisiéramos, sino por la perdida de muchas de ellas, la utilización de sus materiales para construir en otros sitios, por el abandono progresivo de sus edificaciones y el aprovechamiento exclusivo de sus pastos y campos de cultivo, por las dificultades para vivir en ellas y el atractivo de los núcleos urbanos, por la desidia de muchas administraciones hacia el medio rural, por la supremacía del desarrollismo o, quizás, simplemente porque su hora había llegado y su momento había pasado.
Y con la pérdida de este patrimonio se transforman nuestros paisajes rurales, se pierde una seña de identidad del territorio y quizás se pierde un modelo de desarrollo sostenible, pues dejaban para las generaciones venideras algo mejor que lo que ellos habían encontrado, no sólo a nivel de vivienda, sino en todo el espacio que ocupaba la masía y cuando se dice algo mejor significa que los hijos tenían las mismas posibilidades que habían tenido sus padres.
Quizás todavía no es tarde del todo y se pueda hacer un esfuerzo por mantener a las 67 familias del Maestrazgo que todavía viven en masías y por dotarlas de los mínimos servicios para que puedan ser lugares de residencia de aquellos que huyen de la ciudad o que desean un modelo de vida diferente.
Javier Oquendo Calvo
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