Teruel colectivo: una red de personas y grupos tejida sobre el territorio
José Luis Simón (*)
Profesor de la Universidad de Zaragoza
La informática y la comunicación digital han empapado de tal manera nuestra sociedad que, cuando oímos o utilizamos expresiones como “red” o “red social”, se da por sobreentendido que estamos hablando de internet. A veces olvidamos que esa red de relaciones la forman esencialmente personas, y que internet es sólo una herramienta que facilita el contacto entre ellas.
Este texto constituye la introducción a una serie de artículos de miembros del Colectivo Sollavientos que irán apareciendo en este diario en las próximas semanas. En ellos se quieren dibujar algunos trazos de la valiosa red de personas, asociaciones y colectivos que se extiende sobre el territorio de Teruel; que sueña y trabaja por un futuro para sus gentes, sus pueblos y sus paisajes; que alumbra iniciativas pioneras, enraizadas en la tierra y abiertas al mundo, y que defiende su patrimonio y su identidad frente proyectos exógenos oportunistas que pudieran tener un fuerte impacto negativo.
El Colectivo Sollavientos no es un asociación con entidad jurídica propia, y no acomete por sí mismo otras iniciativas que las de reunirse, comunicarse, reflexionar, opinar, escribir y propiciar foros de encuentro en nuestro Teruel interior. En él estamos, sin embargo, varias decenas de personas que participamos activamente en la vida de otras muchas asociaciones, instituciones y proyectos a través de los cuales actuamos. En algunos casos, esa actividad tiene que ver con nuestro desempeño profesional; en otros, con aficiones o pasiones altruistas a las que dedicamos buena aparte de nuestro tiempo.
Teruel está lleno de magníficas iniciativas y habitado por gente extraordinariamente válida para llevarlas adelante. Cuanto más densa y sólida sea la red de relaciones entre ellas, cuantos más nudos seamos capaces de crear y mejor comunicados estén, más fácilmente se crearán las sinergias necesarias para hacer eficaz la labor de todos. Nuestro colectivo tiene como vocación prioritaria trabajar en estrecha colaboración con asociaciones, entidades o grupos de desarrollo local con las que comparte objetivos y estrategias, y contribuir de esta manera a reforzar esa red.
No podemos tampoco ignorar el peso que en todo este movimiento asociativo tienen los turolenses de la diáspora, los que emigraron a Zaragoza, Barcelona, Valencia o Castellón, y vuelven a su pueblo cada verano y cada fin de semana que tienen ocasión. Sería estúpido ignorar que son ellos los que nutren fundamentalmente las asociaciones locales, haciendo que su actividad se dinamice muy especialmente en los periodos vacacionales. De otra forma, un territorio como el nuestro, oficialmente casi despoblado, habría perdido ya completamente el pulso. Y sabemos que no es así; nunca como en los últimos años se ha hecho tanto por recuperar y poner en valor el paisaje, la cultura y las tradiciones de nuestros pueblos.
Esta característica de nuestro tejido asociativo puede ser una debilidad en la medida en que su compromiso con los problemas reales de Teruel pueda quedar diluido. Personas que tienen su domicilio y su trabajo en otra parte quizá no se sientan concernidos por lo que pasa en su pueblo fuera del tiempo de fiestas y vacaciones. Es éste un reproche que se hace a veces a los ‘veraneantes’, y que lleva implícita una cierta desautorización a la labor de las asociaciones que ellos casi monopolizan. Sin embargo, sería bueno ver en esta situación no un problema sino una gran oportunidad: la de extender la red y anclarla más allá de los límites de nuestra pequeña provincia. También, cuanto más vasta y diversa sea la trama de conexiones de los colectivos turolenses con el exterior (con ese ‘exterior’ en el que tantas veces se toman las decisiones que nos afectan dentro), probablemente veamos más claro nuestro futuro.
(*) Colectivo Sollavientos
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