martes, 7 de agosto de 2018

SERIE MET XI: el uso eficiente de la leña



     “Una sarga bien caudilladica, sí, bien, bien…
! Y que no le pase lo mesmo que a la de al lau… jodó!”  (agroforestalismo del Tío Miguel)

...”esa rara bondad de la gente llana, de la gente que cayó en el mundo e hizo lo que pudo.” (Manuel Vilas. Ordesa)


La leña es la madera utilizada para hacer fuego en estufas, chimeneas o cocinas. Es una de las formas más simple de biomasa, neologismo reciente asociado también a intereses de marketing, entre otros. Usada mayormente para calefacción y cocina, es extraída de los árboles y arbustos. Un rimero de leña aventaja ampliamente al pellet y a la astilla en no precisar demasiada energía añadida para su elaboración y distribución. Combustible escaso, preciado no hace tantos años, actualmente no es tan utilizado, y podemos ver con frecuencia excedentes en montes, riberas y ribazos.
Se trata de un combustible y una tecnología atávica. Tenemos evidencia de su uso hace 1,5 millones de años, que no es poco; aunque el uso documentado arqueológicamente se sitúa en torno a los últimos 400.000 años. El fuego ha logrado su mayor impacto en los cambios de las sociedades humanas a partir de la revolución industrial. La evolución tecnológica se ha basado en buena parte en el fuego. Este ha influido en la biología del Homo sapiens, así como en su evolución cultural. Es conocido el efecto hipnótico y evocador que tiene la contemplación del fuego para muchas personas: “el fuego hace compañía”, probablemente fijado intensamente en nuestros cerebros a causa del remoto uso en los primeros hogares humanos.
En Occidente su uso para cocinar se ha reducido muchísimo. No sucede así en muchas otras partes del planeta, donde sigue siendo el único combustible disponible, y cada vez más escaso. En nuestro entorno se mantiene todavía como una opción de combustible para calefacción.
La idea de uso eficiente, es relativamente reciente. Los usos tradicionales (cultura) del fuego se han mantenido con apenas pocas modificaciones desde hace siglos, cuando no milenios. Actualmente sabemos que consumimos mucha energía inútilmente para calentar, así como también para refrigerar nuestras casas. Los sistemas convencionales (chimeneas, estufas, calderas, etc.) a base de este combustible son bastante ineficientes y contaminantes, cosa que es poco conocida.
Para plantearse el uso eficiente de la leña, conviene tener en cuenta básicamente dos grandes ámbitos de renovación:
1 - La utilización de sistemas de combustión eficientes.
Un ejemplo: En Austria, donde para la calefacción doméstica con leña se utilizan estufas de inercia térmica (las conocidas kachelofen), 400.000 de ellas generan 1.800 megavatios, equivalente a la producción de varias centrales nucleares. En nuestro país, ni este tipo de dispositivos, ni sus ventajas, son suficientemente conocidos, a pesar de algunas incipientes iniciativas (Ekosua, Ecofoc, entre otras). La utilización de sistemas de combustión eficientes debería estar liderada por la administración, para que su conocimiento y difusión tuviera mayor éxito.
2 - La gestión razonable y sostenible del recurso.
Se basa en la buena gestión de los bosques (restos de poda, limpias de montes, desbroces de carreteras, regeneración del bosque autóctono, escamondas y trasmoches), por una parte, y en una accesible distribución local de leña (consumo de proximidad), por otra.
Pelletizar bosques sin una óptima gestión forestal podría ser un grave error; sería una vez más materia prima extraída de los montes y riberas de Teruel sin beneficios directos para su gente. La silvicultura asociada, en este ámbito, debe ser cuidadosamente planificada, regulada y vigilada.
Nuevos enfoques, como el llamado agroforestalismo (plantación de árboles en los campos de cultivos herbáceos), la gestión del patrimonio del chopo cabecero, la biomasa contenida en los montes comunales y de propios, etc., se hacen sin duda necesarios. Como dijo Chabier de Jaime respecto al chopo cabecero: “deberíamos encaminarnos hacia la implicación de la sociedad en su conservación y mantenimiento, hacia su aprovechamiento energético (biomasa), y hacia su valorización cultural.”

Manel Moya
Colectivo Sollavientos

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