viernes, 6 de marzo de 2009

DE REFORMAS, ARREGLOS Y CHAPUCILLAS




A Manolo

Tal vez estos tiempos de crisis económica, tan cacareados y tan reales, no sean los más adecuados para iniciar una reforma en la casa; aunque, si es necesaria, para quien se la pueda permitir, también contribuirá a paliarla en caso de que se haya de contratar algún obrero, carpintero, fontanero o electricista (o sus femeninos). En todo caso, será preciso el uso de algunos materiales, cuya adquisición igualmente supone contribuir a la causa.

Manos a la obra: vamos a reformar el interior de nuestra vivienda, o cualquier espacio aledaño: garaje, taller, corral…Aquí cada uno se apaña, llevando sus gustos particulares a buen término. Cuando acometamos una reforma de esta guisa, el criterio estético puede ser absolutamente libre. En este caso puede aplicarse el dicho “para gustos, los colores”. El riesgo del resultado es mínimo, se circunscribe a que “impresionemos” a alguna visita en alguna ocasión.

Cuando la obra de mejora da a la calle, éste es otro cantar. En la mayoría de los casos la funcionalidad –la forma se adapta a la finalidad con que se ha proyectado el cambio- es el motor de la reforma iniciada en la vivienda propia. Así pues, es muy frecuente localizar en nuestros antiguos y fríos pueblos cubrimientos, cristaleras y miradores de vidrio y aluminio incrustados en calles y plazas entre portales antiguos, balconadas de madera o rejas de forja. Deben tener sus ventajas, pero, ubicadas en una casa añeja, ofrecen al exterior un aspecto que chirría visualmente.

He aquí otros ejemplos de lo que no debería producirse: una casa de ladrillo cara-vista entre una hilera de casas de fachada encalada; otra de piedra oscura, originaria de otras latitudes, en situación similar cuando en el entorno natural sólo encontramos caliza; un tejado de pizarra en un pueblo del Maestrazgo…Las orondas y cursis balaustradas blancas para rematar las terrazas, constituyen también elementos espurios, que deberían evitarse en el paisaje de nuestros pueblos.

El capítulo de la ornamentación exterior también requiere una llamada al buen gusto y comedimiento. Siempre habremos de conservar los elementos antiguos, ubicados en su contexto arquitectónico rural: inscripciones, lápidas, escudos, herrajes de puertas, cerámica, aleros labrados, etc.

Las reglamentaciones municipales referentes a las construcciones deberían incluir una normativa estética bastante estricta, cuyo espíritu pudiera resumirse más o menos así: “ninguna obra de nueva planta o reforma externa en edificios podrá romper la armonía constructiva de la población, su sabor antiguo; en referencia, tanto a los materiales y su disposición, como a las tonalidades, la volumetría y las alturas”

Ante la ausencia de “asesores estéticos” para aconsejarnos en las reformas de las casas de nuestros pueblos (¿para cuando la tipificación de esta nueva profesión como existe la de interioristas?) y la de la generalización de la educación para el buen gusto, asunto que parece lejano, habrá que extender la reflexión pública al respecto, con el fin de ir superando algunas actitudes. Y, de vez en cuando, una visita a algún pueblo bien conservado del Maestrazgo, a ver cómo se lo han montado en lo que se refiere al tema en cuestión.

Gonzalo Tena Gómez

1 comentario:

Amparo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo, Gonzalo.
Son admirables pueblos como Alcalá o Rubielos que han sabido preservar su esencia y, tanto la obra nueva como la restauración, siguen la línea arquitectónica que los define.
Amparo Urra