¿Qué nos deparará el futuro?
En el artículo anterior de esta serie se mostraba, con cifras obtenidas de los censos oficiales, la diferente evolución demográfica de los pueblos grandes y pequeños de la provincia. Después de casi un siglo de declive continuado la capital y las localidades mayores llevan algunos años recuperando población, mientras que los núcleos pequeños siguen perdiendo habitantes y envejeciendo. La decadencia de éstos últimos le parecía irreversible al autor salvo que se concedieran grandes ayudas –nuevos fueros- para repoblarlos. En otro caso deducía que a largo plazo cambiará la forma de habitar el territorio, con menos localidades y más grandes.
Pero la demografía a menudo da sorpresas cuando actúan los factores exógenos. Cuando a finales de los 90 del siglo XX las proyecciones demográficas hablaban de que no alcanzaríamos los 40 millones de habitantes, y había una fuerte recesión demográfica por las bajísimas tasas de natalidad -las menores del mundo junto a Italia-, algunos demógrafos decían que lo que estaba pasando no era una disminución de la natalidad, sino un retraso. Los cambios sociolaborales de la mujer en España hacían que, en lugar de tener los hijos a los 20-30 años, retrasasen el primer hijo hasta casi los 40 años, como así ha sido. Ello, unido al boom de la inmigración, nos sitúa en un estado demográfico inimaginable hace diez años.
Volviendo a la viabilidad demográfica de los pueblos pequeños turolenses, empecemos por preguntarnos ¿qué se entiende por viabilidad? Si entendemos por ella la capacidad de regenerarse demográficamente de manera endógena, está claro que no son viables. Si la interpretamos como simple regeneración demográfica, endógena o exógena, entramos en escenarios futuros más numerosos y complejos.
¿Cuáles podrían ser los nuevos escenarios de regeneración demográfica en un mundo rural deprimido? Yo veo varios elementos de “optimismo”, de diferente signo: uno es el horror vacui, es decir, la inexorable ley de que todo vacío tiende a ser llenado. No me imagino un desierto demográfico a menos de dos horas de Valencia y Zaragoza, y a menos de tres de Madrid y Barcelona. En este sentido, en España hace ya más de tres décadas que el mayor crecimiento de la población lo tienen los municipios de segundo orden, están aumentando claramente los de tercer orden (como Teruel o Alcañiz) y manteniéndose los de cuarto orden (como Cedrillas, Calamocha, Mora…). Es decir, vivimos desde los 80, un proceso de descentralización demográfica que tiende a estructurar mejor el territorio, y que quizá alcance a los municipios más pequeños.
Otro elemento es la fortísima inversión en mejora de las residencias que han vivido y están viviendo estos pueblos. Anticipan un previsible retorno de parte de la futura población jubilada del boom demográfico de la postguerra, que comenzará sobre los años 20 de este siglo. Aunque este retorno fuera modesto, el efecto económico y demográfico podría ser enorme, por la demanda de servicios que debería ser atendida necesariamente por población joven.
Y un tercer elemento, todavía menos imaginable, es el impacto que va a tener en estos territorios el inevitable cambio energético. Según como se pase del fin del petróleo barato al nuevo modelo energético, el impacto, no sólo paisajístico y económico, sino también demográfico, puede ser notabilísimo.
Estamos en la fase de máxima depresión demográfica, y ello tiene un componente de espejismo que nos lleva al pesimismo. Aunque, a decir verdad, no es una cuestión de optimismo o pesimismo sino, la desaparición de una forma de habitar el territorio.
ALEJANDRO J. PÉREZ CUEVA
1 comentario:
Este segundo articulo sobre despoblación rural me parece en exceso optimista; creo que tenemos que ser conscientes de dondes estamos y por supuesto trabajar sobre las fortalezas y/o oportunidades.
Me da la impresión que vamos hacia urbanizaciones de verano, con unos servicios mínimos de temporada, sin colegios por supuesto.
Lo cierto es que creo que no es esto lo que queremos la mayoría, pero teniendo en cuenta la realidad de nuestros pueblos, que es mucho peor que la que reflejan los datos estadísticos, que están llenos de habitantes empadronados, enamorados de sus pueblos, pero que residen en las ciudades.
De todos modos os felicito por las reflexiones y os animo a seguir adelante.
Ramón Royo
Fortanete
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