miércoles, 28 de octubre de 2009

DEBATE SOBRE LA DESPOBLACIÓN RURAL EN TERUEL

El Diario de Teruel, de fecha 28 de octubre de 2009, publica en Tribuna Abierta este artículo de opinión, como respuesta a la serie de artículos de opinión que Sollavientos viene publicando en torno a la despoblación rural.

Despoblación y memoria



He leído con interés la Tribuna Abierta por el colectivo Sollavientos en DIARIO DE TERUEL y no quería dejar pasar esta oportunidad para terciar, por ser este un motivo de reflexión en numerosos foros rurales y del que no somos ajenos en La Gavilla Verde. Quisiera arrancar diciendo que coincidimos con el escrito de Alejandro J. Pérez Cueva. Su conclusión es demoledora por certera: “estamos ante la desaparición de una forma de habitar el territorio”.

Aceptar esa visión nos lleva a un nuevo escenario que obliga a preguntarnos ¿por qué ha sucedido este proceso de desintegración de las sociedades rurales y cómo queremos que sea esa nueva forma de poblar el medio rural? Otro día hablaremos de esto último. Antes debemos hacer memoria.

La propiedad y la tardía mecanización. Dos son las causas motrices de la actual situación de crisis demográfica: La propiedad de la tierra y la tardía mecanización del campo. A la primera, se quiso poner solución en el pasado, solo hace falta recordar los procesos de desamortización y la Ley de Reforma Agraria republicana. Ambos procesos perseguían la creación de una burguesía agrícola y frenar el poder y la mala gestión que la Iglesia, los aristócratas y los terratenientes hacían de sus discutibles pertenencias mientras la gente pasaba hambre. Ahora, hay más tractores que gente en los pueblos y como titula Julia Escorihuela su artículo, era muy duro vivir en el medio rural, podemos discutir, como ella hace, si ahora es duro, pero en el pasado convenimos que lo fue para los agricultores, ganaderos y trabajadores del campo, de la mina y del monte que no podían afrontar esa mecanización pues sus recursos económicos eran escasos, cuando los había. La única arma era llenar la casa de hijos, pero cuando estos marcharon se abandonó la agricultura productiva para dar paso a la agricultura de subsistencia. La emigración económica sería el factor determinante, pero deberíamos detenernos en analizar si hubieron otras causas y nosotros afirmamos que antes o a la par de la económica hubo una emigración política.

La república, el franquismo y la resistencia. Consideramos que se debe incluir en nuestros argumentos tres procesos políticos acaecidos en el siglo pasado que aún determinan nuestro presente y nuestro futuro: El advenimiento de la II República, la Guerra y la resistencia a la dictadura. El primer proceso, es emblemático pues supone el mayor esfuerzo para modernizar y democratizar nuestra sociedad. Nuestra guerra fue el primer episodio provocó el colapso de nuestra sociedad y destruyó, a parte de todas las ilusiones republicanas, la pérdida de numerosos medios humanos y materiales de los que se tardó en recuperarse décadas a nivel cuantitativo y nunca cualitativamente. La resistencia a la dictadura, protagonizada por los guerrilleros antifranquistas en nuestras tierras y las técnicas represivas para aniquilarlos, acabó por demoler a la sociedad rural. Se generó un nuevo escenario donde sólo podían gobernar los vencedores. A ellos, hay que atribuir la responsabilidad de la situación actual pues contando con todos los recursos y sin oposición alguna fueron incapaces de modernizar las sociedades rurales.

El poder, tras la guerra, no nace de la convención social, sino de la imposición. No es representativa del marco social de posguerra, sino del terror. Aunque no es una ley general, convendríamos que las personas afines a los valores republicanos, representaban el ansia de cambio que nuestro país necesitaba y formaban una red social innovadora e intelectualmente avanzada en los pueblos. Los que vencieron, representaban el inmovilismo, el mantenimiento de los privilegios de unos pocos y el carácter tradicionalista que ha gobernado nuestro país secularmente. Una élite rancia y holgazana incapaz de asumir que la educación y el voto debían ser universales y que todos debían tener acceso a la propiedad y al trabajo. La guerra condenará a los perdedores a la cárcel y al exilio y en las poblaciones rurales a una vigilancia asfixiante que les obligará a buscar nuevos horizontes.

Y en eso llegó el maquis. La aparición de la guerrilla marcará otro capítulo de violencia política. Independientemente de la simpatías que despierte la resistencia armada al franquismo, los guerrilleros representaran un peligro eminente para los que favorecían la dictadura, pero también a los que habían luchado contra ella. Las personas que apoyaron a los guerrilleros serán víctimas de unas políticas represivas de gran envergadura. Pero la represión no tenía ojos ni corazón y con la aparición del Decreto Ley de Bandidaje y Terrorismo y el nombramiento del General Pizarro como Gobernador de Teruel, con supremacía sobre los gobernadores de las provincias vecinas, abrirán un periodo de despoblación forzosa de incalculables consecuencias.

Hemos asistido a relatos de víctimas de la represión en los que se repetía el consejo que recibían de los guardias más humanitarios: Váyanse, busquen otro lugar para vivir, aquí es imposible y la muerte acecha. Y eso ocurrió. Las personas de izquierdas, aquellas que contestaban la implantación de la dictadura y la desaparición de sus derechos, hubieron de huir de sus pueblos, cuando no fueron encarcelados o murieron por “auxiliar a los bandoleros”. No pocas personas conservadoras siguieron su ejemplo, a pesar de contar con los medios necesarios para seguir trabajando hubieron de huir pues faltaba la seguridad para realizar sus tareas con normalidad. La fiscalización de la producción y el estraperlo serán también determinantes. El racionamiento se mantuvo más allá de lo razonable por los beneficios que obtenían de él las autoridades y estraperlistas y por la coherción que significaba para el campesinado sin herramientas para organizarse y defender sus derechos. Se podría aceptar la mayor o menor importancia de este hecho. No puede aceptarse que debamos obviar estos procesos para analizar las causas de nuestra actual despoblación. Habría que añadir el nulo interés que el franquismo tuvo por el campesinado, por las provincias de interior, las que seguimos huérfanas de infraestructuras y servicios, si no eran para realizar tareas de control social. El franquismo gastará todos sus desvelos en la necesaria industrialización del país y en el olvido del sector primario.

La democracia. Llegada la democracia nos encontramos con diversas paradojas. La primera es que en treinta años de ayuntamientos democráticos y de políticas europeas de desarrollo rural, se han mostrado incapaces de parar este proceso de consecuencias terribles. La otra paradoja, es que contamos con unos servicios impensables treinta años antes, cuando los pueblos son una especie de geriátricos autogestionados y donde el llanto de un niño es motivo de alegría. En los pueblos no se vive mal, se vive de lujo en comparación con los problemas de desarrollo personal y laboral que los ciudadanos pueden encontrar en los suburbios de la ciudad estado. Pero, claro, pueden ir al cine.

Existe la sospecha que no hay interés institucional por la repoblación, al contrario, existen fuertes intereses para que nuestros pueblos acaben vaciándose. Por un lado, ahorraría cantidades importantes de servicios y, por otro, habría un fácil acceso a nuestros recursos sin resistencia para poderlos explotar o como mínimo para levant ar vallados que generaciones futuras deberán tumbar. Víctor Manuel Guíu, lo escribía en esta páginas “En nuestra mano está, al menos, alzar la voz para impedir que se esquilmen los últimos recursos que contiene. En nuestra mano está, al menos, alzar la voz para impedirlo.” Podemos dar por muerta una cultura, una forma de vivir que si no estamos atentos y la registramos, perderemos una riqueza brutal: toponimia, oficios, artes, gastronomía, silvicultura e incluso la propiedad de la que se adueñan avezados amigos de lo ajeno con la manipulación de catastros y registros. Ya saben que cuando un cadáver entra en descomposición, aparecen los carroñeros. Resistiremos, en eso no hemos cambiado ni debemos.

PEDRO PEINADO
Presidente de La Gavilla Verde

www.lagavillaverde.org

5 comentarios:

Periferias dijo...

Una vez más, Pedro, me sorprendes por la fineza y la oportunidad de tus opiniones. Es común encontrar en numerosos tratados que abordan la evolución del siglo XX, bien sea cuando se analizan los sectores económicos, la evolución demográfica, e incluso la situación social y política, que se les olvida el contexto político y social, donde esos procesos que estudian se han desarrollado. Me alegra leer tus palabras, porque ponen la luz sobre este contexto histórico que tanto nos ha marcado como comunidad, y tanto nos sigue marcando como personas. Insisto nos sigue marcando, otra cosa es que lo tengamos metido entre la piel y no seamos capaces de verlo.

Anónimo dijo...

Me ha gustado tu artículo, sobre todo por que hay muchas cosas que desconocía por completo, todo acerca del extraperlo por ejemplo.

Los ataques al agro no han sido solo franquistas, aunque hay que oir el discurso de Franco cuando vino a Teruel para darse cuenta de que creía que despoblar los puebluchos pequeños y pobres y llevarlos, fisicamente, a la civilización era una caridad que les debía.
Al final de los años 70 los progres europeistas hablaban de crear redes de ferrocarriles y carreteras para que la gente viviera en la capital, todos, y se pudieran desplazar a los pueblos exclusivamente para trabajar el campo, pero civilizadamente. El vivir en ciudades pequeñas y pueblos era "antieconómico. Unos pocos años después Felipe Gonzáles se saca de la manga por la misma razón, son caras de mantener, las "regiones a despoblar" a las que crucifica a impuestos y les qeuita servicios. Los pueblos se quedan sin médico ni escuela y, gracias a sus nuevos impuestos que crea (no se paga por ingresos sino por diversidad de cosas que se vendan (tabaco, sellos de correos, linternas, conservas... tienen epígrafes distintos y se suman unos pagos a otros) o, en el caso de bares, por mesas que solo se llenaban para fiestas) los deja sin bar ni tienda. Ahora seguimos con el centralismo de los politiquillos de Zaragoza con sus sueños, pesadillas para los demás, de hacer una Gran Zaragozona a costa del resto del territorio.
Y a ver si los responsables de las minas y similares dejan de ser facilones con empresas sospechosas de "huntar" a funcionarios corrompibles y empiezan a trabajar honestamente, también es nuestra obligación poner nombres a los responsables de las catástrofes de muchos de nuestros pueblos.
Bueno, me pongo ya un poco pesao. Un saludo y palante.

JCarlos Navarro

Manu dijo...

Creo que se olvidan en este artículo algunos aspectos: la reforma agraria republicana fracasó y esto fue uno de los detonantes de la guerra, el sufragio universal lo instauró el CEDA, no sólo la represión de la Guardia Civil produjo bajas (recordemos Gúdar) y que el despoblamiento se aceleró a partir de los años 60, cuando en España se instauró la economía de mercado (que continúa en la actualidad). En los primeros años del franquismo el bloqueo internacional obligo a aprovechar al máximo nuestros recursos (incluidos los de nuestras sierras) lo que produjo por ejemplo una reactivación del mercado de la lana. Todos estos productos dejaron de ser competitivos frente a las importaciones de otros países.

Estoy de acuerdo en contemplar el contexto social a la hora de analizar la problemática del despoblamiento, pero hagámoslo de forma objetiva.

Un saludo.

Anónimo dijo...

El artículo habla de "intentos" de mejorar las condiciones de vida de los campesinos a través de una Ley de Reforma Agraria. Fracasó por lo que fracasa la profundización democrática de nuestros pais, una derecha reacia a las reformas. Una reforma, por cierto excesivamente blanda. El sufragio universal no lo instaura la CEDA, lo hicieron las Cortes que son las que legislan aprobando la constitución de 1931, en todo caso, la CEDA, aplicaría el mandato constitucional. Eso no es un mérito es una obligación democrática.

Que se acelere un proceso en determinada fecha, no puede minorizar que la despoblación tenga unas raices profundas, que haya sido un goteo constante. El autor deja que cada uno valore la intensidad que tuvieron esos procesos sociopolíticos y coincide contigo en que han de ser analizados, cuanto menos.

Sobre las víctimas de la represión, deberías repasar los propios datos de la GC de la época en el número de bajas y detenciones producidas a un lado y a otro. Equiparar la represión guerrillera con la franquista, es comparar la picada de una pulga con el pisotón de un elefante. Toda represión es siempre injusta. provenga de donde provenga.

Eso que hay que ser más objetivo, no tan solo cuando se escribe, sino también cuando se lee.

Manu dijo...

Coincido contigo en una cuestión: el sufragio universal lo instauran las Cortes, pero a pesar de la izquierda republicana, que considera el voto femenino demasiado influido por la Iglesia. Acción Republicana proponía que les fueran concedidos los mismos derechos electorales a los hombres mayores de veintitrés años y a las mujeres mayores de cuarenta y cinco, basándose en que la mujer era pobre en voluntad e inteligencia hasta dicha edad. La derecha, que se vió influenciada por estos argumentos, fue la que impulsó el sufragio universal (en su propio beneficio).

Pero centrándonos en el tema que nos ocupa, sigo discrepando en la influencia del éxito o el fracaso de la reforma agraria en la despoblación de estas comarcas. La misma legislación se aplicó a todo el territorio español, y otras regiones como Andalucía, donde el problema del reparto de la propiedad está más acentuado, son "prósperas" zonas agrícolas con una población importante viviendo en el campo. Por otra parte el "hábitat disperso" ha existido en otros tiempos (desde la baja Edad Media) sin que la tierra fuera propiedad del agricultor, sino de la Iglesia, el Señorío o las Órdenes Militares primero y de la burguesía adinerada tras la Desamortización. La tierra se ha trabajado mientras el sistema autárquico ha sido rentable (vuelvo al ejemplo del repunte de la economía agraria local durante la posguerra) y es a partir del cambio de régimen económico cuando desaparece en un periodo históricamente breve.

En cuanto a la represión no voy a entrar a analizar las cifras, pero cuando le preguntas a cualquier masovero te dirá que lo mismo le temían a unos que a otros. Y tampoco creo que este aspecto haya tenido tanta relevancia, ya que hay que recordar que la GC Española no ha sido la única guerra civil en nuestro país. Las Guerras Carlistas azotaron con mayor virulencia si cabe esta comarca y no por ello se despoblaron estas tierras. Ramón Cabrera "El Tigre del Maestrazgo" pasó a cuchillo a todos los defensores de Rubielos de Mora en septiembre de 1835 y abandonó el pueblo al saqueo. Esta localidad todavía aumentó de población hasta principios del siglo XX.

En mi opinión el comienzo de la agonía fue la pérdida del monopolio de la lana a partir del siglo XIX, que precipitó el abandono de los telares de la comarca y la ganadería asociada, y el cambio de régimen económico, en el en aras de la rentabilidad hay que recurrir a economías de escala dificilmente aplicables en un sistema autárquico dominado por pequeñas propiedades. Y todo esto se ha visto incrementado por la mejora de los transportes que han "acercado" grandes urbes como Valencia, Castellón o Barcelona.

Estaría bien que alguien más se animase al debate, que yo creo que está siendo bastante interesante.

Un saludo,
Manuel Cayuela