jueves, 16 de septiembre de 2010

UN CHAVAL DE PUEBLO



Ezequiel Mosquera es un chaval de pueblo. De esos pueblos que, a pesar de la cultura urbana, se mantiene. Ahí está, y ahí están hoy otros chavales más de pueblo. Especie a extinguir, los últimos aborígenes europeos.
Ezequiel Mosquera es posible que no gane nunca una gran vuelta, ni siquiera una pequeña, o un campeonato de España o... Pero es un tío grande. Muestra la grandeza donde otros muestran prepotencia o gilipollez supina.
En un mundo, el deportivo, en el cual sólo importa si gana o pierde el Barcelona o el Madrid, la Vuelta va quedando arrinconada y ya sólo los verdaderos seguidores intentamos que no se duerma, o que no agonice. Aún así, gente como él nos recuerda que el ciclismo es inmenso, aunque sus dirigentes, sus políticos y sus organizadores profesionales no lo sean la mayor parte de las veces.
A la Vuelta le pesan sus popes de vez en cuando. La hipocresía del dopaje ha hecho mella. A algunos equipos les "invitan" a no convocar a "algunos" de sus corredores. Lo decía Álvaro Pino a viva voz en TVE, pero lo reafirmo yo, de primera mano, y con conocimiento de causa. Eso se puede llamar práctica mafiosa. También lo hacen en otros lares, no nos engañemos. La hipocresía del dopaje ha dado con su cabeza de turco, el ciclismo. Deportes en los que cuesta mucho trabajo llegar a profesional, vivir de eso, luchar sin piedad contra los elementos. Aquí, como en todo, siempre pagan los humildes.
Un chaval de pueblo (o de ciudad, no se me enfaden) que se dedica a la bici y hace miles de kilómetros por carreteras secundarias. Haga frío, calor, llueva, truene, con ventolera, sin descanso... Mientras su madre anda en su trabajo o en su casa preocupada (¿por qué no se dedicará a otra cosa este chaval?, pensará día tras día). Y su padre, llevándole de aquí para allá, a carreras, criteriums y cicloturistas. Aprendiendo día a día lo que es difícil de explicar.
A estos chavales les tocó la china. Y si bien hay que perseguir el dopaje, habrá que perseguirlo en todo. Y esta turba mediática se podrían preguntar si los motociclistas, por ejemplo, van o no dopaos (¿cómo se explica que corran a los cuatro días de romperse los huesos?), que por qué no se siguió investigando cierta trama de la Operación Puerto, que por qué los niños mimados del deporte mundial tienen manga ancha mientras los humildes del pelotón sacrifican su intimidad como un régimen nazi. Etc, etc, etc...
Mosquera es un humilde chaval de pueblo. Que no rebla. Que revienta por conseguir su sueño.
Mosquera es la grandeza del deporte. La esperanza de los sueños de miles de niños. Quizás Mosquera no pasará a la historia, quizás porque no lo necesita. Pero nosotros, hoy, le agradecemos que haya conseguido ser ciclista con letras mayúsculas.

Víctor Guíu Aguilar, el Mestizo

http://mestizo.blogia.com/

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