*Jorge Abril
Hoy he tenido la inmensa suerte de no tener apenas tiempo para mirar las noticias de televisión, y gran parte del día la he utilizado para ver diferentes proyectos públicos y privados que estamos fomentando desde la Asociación en donde trabajo. En Castellote, en coordinación con los profesores del Colegio Rural Agrupado, hemos puesto en marcha una primera fase del huerto escolar con la idea de poder enlazar a padres, abuelos y niños en el conocimiento del ciclo de la tierra a través de los productos de la huerta.
Analizando la mirada de los niños y el entusiasmo que ponían para ayudar a sembrar el primer cultivo de su huerta, en contraste con las tensiones derivadas de la crisis de los mercados, la subida de la prima de riesgo y la emisión de deuda del tesoro, reflexiono si el modelo económico actual ha iniciado ya su declive. Supongo que la crisis de la deuda afectará a todo el mundo y que, queramos o no, estamos en una economía de mercado en donde quien presta dinero pone sus condiciones de devolución. Pero, más allá del debate sobre el papel del Estado o el rol de los mercados, ¿este sistema financiero de locos nos ha ayudado a ser más felices y estar más en paz con nosotros mismos? ¿ha ayudado la liquidez financiera a paliar las deficiencias sociales de este país?
Cruz Roja Española ha publicado en su informe sobre vulnerabilidad social que el 75% de las personas atendidas por la ONG están en riesgo de pobreza o exclusión social, pasando del 15% al 25% las personas que no tienen ningún ingreso que les pueda ayudar a hacer frente a las necesidades más básicas e imprescindibles. Cuando nos enfrentamos a estos datos, poca importancia tiene el debate político, simplemente el sistema vigente ha fracasado estrepitosamente y hay que cambiarlo sin demora.
Una vez se ha regado la primera siembra, y puesto el abono correspondiente, el huerto comienza a cobrar brillo y poco a poco, a paso lento, va dando sus pequeños frutos. Quizás la lechuga, el tomate o la cebolla nos ayuden a ver la crisis de otra manera. Conocer el producto solicitado, no abonar con activos tóxicos, intentar consumir aquello cuya producción proporciona valor social y medioambiental, y disfrutar con las pequeñas cosas que te da la tierra que nos rodea.
*Colectivo Sollavientos
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