Imagen de la astacifactoria de Cañizar del Olivar
José Antonio Alloza.*
En el ya lejano mes de mayo del 2006, el Departamento de Medio Ambiente de la Diputación General de Aragón aprobó un Plan de Recuperación del cangrejo de río (Decreto 127/2006). En su momento el Plan tuvo gran repercusión y pasó a ser considerado referente nacional para la protección y recuperación del cangrejo autóctono (en Aragón es una especie catalogada en peligro de extinción).
Paralelamente, en la pequeña localidad turolense de Cañizar del Olivar se desarrolló una iniciativa para la construcción de un centro de cría de cangrejo autóctono. Partiendo de un modesto presupuesto, esta insólita actuación consiguió integrar iniciativa pública y privada en una actividad de desarrollo rural ligada a la conservación de la biodiversidad. De la singularidad e importancia de esta iniciativa dan cuenta su inclusión, como ejemplo de buenas prácticas, en la evaluación del programa de desarrollo rural de Aragón 2000-2006, la concesión del premio Medio Ambiente del Gobierno de Aragón, su mención en numerosas publicaciones técnicas y de divulgación, la correspondiente visita del Consejero del Departamento, decretos avalando el uso de estas instalaciones en el “programa de cría en cautividad de cangrejos de raza autóctona” (Decreto 197/2008) o, más recientemente, la resolución de apoyo del Justicia de Aragón.
Sorprendentemente y a pesar de las consideraciones anteriores, el Departamento de Medio Ambiente está procediendo al cierre definitivo de las instalaciones, medida que pretende justificar invocando conflictos locales, costes de mantenimiento e incluso el propio origen genético de la especie. Para avalar las carencias de gestión, desde el Departamento se afirma que en Aragón “en casi todos los tramos fluviales potenciales para la especie ya hay o se han generado poblaciones viables”, obviando que, por ejemplo, la propia población de cangrejo autóctono que habitaba en los cauces de Cañizar ha desaparecido recientemente víctima de la afanomicosis (enfermedad causante de la regresión de esta especie).
Junto a las negativas repercusiones sobre la protección de esta especie, esta decisión lleva implícita una relajación de responsabilidades y un modelo de gestión que entra en evidente contradicción con el de otras comunidades autónomas, como por ejemplo Andalucía o la Comunidad Valenciana (donde este año se han soltado más de 3.500 cangrejos criados en instalaciones propias). Además, e igualmente grave, el cierre de las instalaciones supone la quiebra de una interesante iniciativa de desarrollo endógeno.
En un contexto como el presente, de crisis económica generalizada, resultaría insolidario destinar más recursos para la conservación de nuestro patrimonio natural a costa de sustraerlo de políticas sociales. Afortunadamente, no se trata tanto de pedir más medios económicos, sino de optimizar su gestión. Pero parece que evolucionamos como el desplazamiento del cangrejo y volvemos a situaciones propias de los años ochenta.
En la actualidad es prácticamente unánime la necesidad de cambios en el modelo de desarrollo. Cambios que en el medio rural deben incorporar nuevos modelos de gestión ambiental y que, con nuevas vías de participación social, hagan compatibles las políticas de conservación y desarrollo con el uso sostenible de todos los recursos naturales… pero seguimos avanzando como el cangrejo.
*Colectivo Sollavientos
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