Hace 35 años, el que esto suscribe, planteaba en un
artículo publicado en el extinto Diario de Barcelona, la idea de que aumentar
la conservación, restauración y uso
racional de los humedales era un signo de progreso porque sería indicador de
que la sociedad reconoce sus múltiples funciones y sus grandes valores,
incluido su potencial para contribuir al desarrollo socio-económico. Avanzado
el siglo XXI, y 20 años después de aceptarse mayoritariamente el hecho de que
la conservación de la naturaleza es parte sustancial del desarrollo de los pueblos,
podemos decir que se ha avanzado
sustancialmente en aceptar aquella idea pero de forma muy irregular por
continentes, regiones y países, tanto cuantitativamente como cualitativamente,
y por grupos de población. Sorprende, por ejemplo, que se haya iniciado la
recuperación de las marismas del Edén, entre los ríos Tigris y Eufrates en
Iraq, con la participación de un extenso equipo científico internacional, y
que, en contraste, se esté llevando a cabo la desecación de zonas inundables
del sur del Paraguay, dejando pocos complementos de desarrollo a una
agricultura extensiva cuyo valor económico no está controlado por los propios
productores ni siquiera por el propio Estado. En nuestras latitudes, el humedal
de Salburúa en Vitoria es un ejemplo de recuperación ambiental que contribuye
al bienestar social y, en cambio, la zona costera mediterránea está plagada de
ejemplos recientes de desecación parcial o total de humedales, sin mayor
beneficio económico para el conjunto de la población pero con alto riesgo de
estar expuestos a desastres naturales en un próximo futuro. Como en todo proceso científico y
socio-político, podemos plantear otra hipótesis para continuar progresando: el desarrollo socio-económico
tendrá lugar solo si incluye la recuperación de espacios naturales degradados,
pero la recuperación ha de ser de calidad, lo que se denomina restauración
ecológica que incluye los aspectos científico-técnicos, sociales y económicos.
El caso tan próximo a nosotros de la Laguna de Cañizar es
un claro ejemplo de una recuperación ambiental no bien hecha, porque ha
suscitado una gran controversia social, no aporta económicamente de forma
equitativa a la sociedad sino que está suponiendo una cadena de gastos no
previstos, y no está basada en unos conceptos científicos y métodos técnicos
contrastados. La realización de un proyecto de restauración ecológica con rigor
y profesionalidad, requiere en primer lugar realizar los oportunos análisis
previos para saber si se dispone de la suficiente información y capacidad
científico-técnica, y si existe la disponibilidad social y económica para
llevar a cabo los trabajos de restauración. Con estos tres aspectos integrados
se deben definir los objetivos de la forma más precisa posible, o con rangos de
variación aceptables. Y, así, ya se pueden describir los detalles de las
actuaciones a realizar y técnicas a
utilizar, sin olvidar las acciones de mantenimiento requeridas y definir
los indicadores que se han de monitorear para comprobar el grado de consecución
de los objetivos y aplicar las oportunas correcciones. No parece que en ese
caso se hayan seguido estas pautas que aconseja la Sociedad Internacional para
la Restauración Ecológica en base a la experiencia de científicos, propietarios
de terrenos, grupos de comunidades nativas y profesionales de la restauración
de ecosistemas. De hecho, por lo poco que sabemos, parece que no existe
redactado un proyecto de actuaciones ni ejecutivo que describa con rigor los
objetivos, las técnicas a emplear, el mantenimiento o las correcciones a
realizar caso de apartarse su trayectoria de lo planificado.
El asunto es que la agrupación de sectores diferentes de
personas a favor y en contra de lo que se ha mal llamado recuperación de la
Laguna del Cañizar, pone en evidencia falta de rigor y profesionalidad en la
ejecución de una actuación ambiental, y falta de responsabilidad en la gestión
de aspectos ambientales, agrícolas, ganaderos, hídricos, sociales por parte de
quien tiene o se atribuye competencias o las elude en estos asuntos. Hoy en día
es inaudito que surjan estas polémicas y lo que aparezcan sean signos de
retroceso en lugar de progreso en el desarrollo socio-económico de los pueblos.
Quizás podemos dispensar a generaciones anteriores de la desecación y
degradación de la mitad de los humedales de la Península Ibérica y del mundo,
por las necesidades vitales de su momento y porque no se tenía antes de las
últimas décadas del siglo XX perspectiva de las funciones importantes y
valiosas que los humedales tienen en la vida y salud de la gente y de los
territorios. Pero en la actualidad no es admisible una actitud de
enfrentamiento entre grupos de personas por su afinidad o interés mayor o menor
por actividades agrícolas, ganaderas, recreativas, o de conservación de la
naturaleza. Sabemos de la importancia del sector agroalimentario para la
sociedad, particularmente en Aragón pero también en todo el mundo. Sabemos de
la relevancia de conservar en buen estado funciones y partes de la naturaleza.
Y el valor añadido que supone gestionar espacios del territorio integrando
diferentes usos, además de la oportunidad que supone para disponer hoy día y en
el futuro de diferentes recursos. El ejemplo estoico de las gentes de alrededor
de la Laguna de Gallocanta que durante décadas aguantan, dejando ir personas y
bienes, a la espera de esa integración que un día llegará, es meritorio y
ejemplar, en este sentido. Y nos hace pensar en la necesidad de afrontar los
retos de este siglo con la suficiente amplitud espacial y temporal para saber
lo que es importante pero no urgente y para saberlo gestionar. Con la
flexibilidad adecuada para adaptarnos a los tiempos cambiantes, como esas aguas
de las tierras del Jiloca que también fluctúan y deben fluctuar en altura y
extensión al ritmo de las variaciones meteorológicas y climáticas.
Por todo ello, y porque todo progreso requiere esfuerzo,
tiene que buscarse la forma de integrar las diferentes perspectivas e intereses
para revalorizarlos conjuntamente y construir un territorio con resiliencia
frente a diversas situaciones, integrando valores e innovando en las fórmulas
de gestión y organización, incluso social. En Teruel no sobra nadie; al
contrario, cabe más gente con ideas y ganas de aportar ya y para el futuro. Los
científicos podemos aportar experiencia e imaginación a la solución de este
tipo de asuntos. Las agrupaciones no gubernamentales y ecologistas tendrían que
ser prudentes y pacientes, y de visión amplia en sus planteamientos. Las
administraciones deberían aportar sus esfuerzos también de forma integrada; por
lo que deben comunicarse entre ellas y
no manejar separadamente sus competencias, generalmente asociadas a los
técnicos, e incompetencias, generalmente asociadas a sus directivos. En fin,
pongámonos en la perspectiva de mitad del siglo XXI y hagamos lo posible para
que las generaciones de esos años venideros puedan concluir que a principios de
este siglo, con todo lo que ya se sabía sobre cómo funcionaba el mundo, sus
antepasados acertaron en tratar de vivir con signos de progreso, o por lo menos
que hablaron conjuntadamente para tratar de que así fuera.
Francisco A. Comín. Profesor de Investigación. Instituto
Pirenaico de Ecología-CSIC
A través de estos enlaces se puede acceder a dos artículos del profesor Francisco A. Comín sobre restauraciones:
4 comentarios:
El artículo de Francisco Comin creo que despierta criticas a favor y en contra del proyecto. E invita a una reflexión serena sobre su contenido, a pesar de su extrema dureza respecto al proyecto re recuperación llevado a cabo en los últimos años.
Las imagenes de la Laguna, en estos últimos años, nos muestran que cuando el espacio recuperó el agua los resultados han sido expectaculares, en paisaje y en vida, con el retorno de multitud de especies de aves, en ocasiones muy singulares e indicativas de la necesidad de volver a disponer de estos humedales en el valle del Jiloca .
Es verdad, que probablemente se podría haber actuado de otra manera, con un equipo más multidisplinar. Pero también es cierto, que en general, las cosas salen cuando salen. Se dieron unas condiciones favorables, que marco un ritmo frenético en volver a recuperar el agua que se drenó hace más de un siglo.Y quienes afrontaron el reto, han hecho lo mejor que sabían hacer, trabajando en el margen que les dejaban unos y otros, y en el punto de mira de todos.
Creo que las administraciones, en especial el Gobierno de Aragón, han tomado una postura comoda, en cuanto a que si otros hecían su trabajo, ellos no se gastaban presuppuesto, y además se mantenían alejados de las críticas. Por parte de la Confederación Hidrográfica, bajo mi opinión se aprovecho un momento en que la estructura política dio cierto margen a algunos técnicos para desarrollar una línea de trabajo de restauración, y quizás los responsables políticos actuales han vuelto a retomar posiciones en el sentido de que su función es controlar el agua para riego -pero en este caso esta faceta también la están llevando mal, pues no estan resolviendo el problema y su postura esta generando un auténtico "caos".
Sí, todo es mejorable. Pero los grandes cambios se suelen producir en momentos de explosión, en muchas ocasiones díficiles de controlar por la racionalidad, con la que no son pocos los casos en que los cambios se quedan estancados.
Comparto algunas ideas generales del artículo de Paco Comín, a quien conozco y otorgo la máxima credibilidad en el campo de la restauración ambiental. Pero siento no compartir el tono ni el contenido de su segundo párrafo, donde creo que se hace un diagnóstico poco justo sobre el trabajo que se ha hecho en la Laguna del Cañizar. Un trabajo que, en tiempo récord y con escasez de medios, ha conseguido hacer realidad lo que sólo una década atrás parecía una quimera.
Es cierto que el diseño y desarrollo del proyecto quizá haya seguido un camino algo 'heterodoxo'. Es lo que pasa a veces cuando la hoja de ruta la marcan la pasión y el empeño personal por algo, en lugar de los fríos procedimientos administrativos o técnicos, o las habilidades para cazar subvenciones. Pero yo preferiría no hacer un juicio demasiado académico, poniendo el acento en si se han seguido o no determinados procedimientos, sino en el resultado en sí. Tampoco deberíamos hacer un juicio oportunista en lo 'político', destacando la controversia social actual como una debilidad del proyecto. En sus años de recorrido, el proyecto siempre ha tratado de buscar acuerdos y consensos en la población. El desacuerdo actual de los regantes no creo que pueda achacarse a errores inherentes al proyecto de restauración, sino quizá a una coyuntura política en la que los detractores se sienten fuertes y confiados en hacer valer sus posturas.
Y, desde luego, ese desacuerdo no puede ser la vara de medir la calidad de la restauración ambiental. ¿Acaso no ha suscitado también controversia durante años la gestión de Gallocanta? ¿No ha visto siempre este tipo de proyectos tiras y aflojas continuos hasta encajar todos los intereses? Decir que "el caso de la Laguna de Cañizar es un claro ejemplo de una recuperación ambiental no bien hecha porque ha suscitado una gran controversia social" no me parece un juicio justo. No voy a discutir si lo es "porque no aporta económicamente de forma equitativa a la sociedad", ya que me falta información al respecto. Sin embargo, sí me atrevo a discutir la afirmación de que "no está basada en unos conceptos científicos y métodos técnicos contrastados", así como las sospechas acerca de que el proyecto se acometiese sin suficiente información y capacidad científico-técnica. Hay que recordar que el director del proyecto, José Carlos Rubio, es licenciado en Geología, especialista en Hidrogeología y doctor en Historia por la Universidad de Zaragoza. Su tesis doctoral completa ("Los humedales del Alto Jiloca: estudio hidrogeológico e histórico-arqueológico") constituye la base científica del proyecto de restauración. Su experiencia paralela sobre el terreno, su conocimiento directo de la problemática rural en el Jiloca (es natural de la zona, no alguien 'aterrizado' desde fuera) le han infundido la voluntad, la confianza y las herramientas para hacerlo posible.
José Luis Simón
En relación al artículo de opinión que bajo el título “Humedales: signos de progreso” publicó recientemente Paco Comín en el Diario de Teruel, quiero manifestar:
1) Siento un profundo malestar por el momento y la forma en el que se ha realizado. A fecha de hoy la laguna del Cañizar camina por una estrecha arista flanqueada por profundos abismos. Hay un grupo de personas que nos la estamos jugando, sensu stricto, sobre el terreno. Es un momento para templar ánimos y andar despacio pues cualquier resbalón puede ser fatal. Lo que ha hecho Paco Comín con su artículo es levantar viento en un mal momento para el montañero. Una ráfaga no esperada, traicionera.
2) Si lo que realmente quería es aportar su notable conocimiento científico y experiencia sobre la restauración de humedales podía haberlo hecho a lo largo de todos estos años en los que, hasta donde yo sé, no se ha manifestado sobre el Cañizar. Con todo, si deseaba hacerlo en este momento complicado podía haberlo hecho de forma privada. Aquí se ha oído a mucha gente a la hora de tomar decisiones, muchas más personas de los que muchos creen. Personas muy cualificadas que no ha aparecido públicamente pero que han sido determinantes en el complicado proceso de recuperación de este humedal.
3) El proyecto de recuperación del Cañizar no está pilotado por una persona, sino por un equipo en el que las decisiones se toman por consenso. Ese equipo lo lideran los representantes de los pueblos de Cella y Villarquemado y los técnicos de la DGA. Confío en que muy pronto puedan incorporarse miembros de la plataforma “No a la laguna” pues así lo han pedido. Bajo mi punto de vista, esto sería extraordinariamente positivo.
4) Por último, quisiera añadir que el papel todo lo aguanta pero la realidad no. Muchas veces a lo largo de estos años me he arrepentido de decisiones que se han tomado. Si pudiera volver atrás cambiaría algunas cosas pero no puedo y lamentarse no sirve de nada. Lo importante es saber por qué te has equivocado y como hacerlo mejor en el futuro. Con todo, si alguien cree que recuperar la mayor laguna de agua dulce de España se puede hacer sin levantar una mota de polvo del camino, creo que es, simplemente, un hipócrita.
José Carlos Rubio Dobón
Director de la Fundación Laguna del Cañizar
Hidrogeólogo y Doctor en Historia
Voluntario de la laguna del Cañizar
Las aves, están en la cumbre de la cadena trofica en los humedales, al menos en Europa, ¿como puede ser que algunos no sepamos apreciarlo?
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