La reflexión sobre un asunto de tanta transcendencia resulta ineludible, en conexión con otras gravísimas cuestiones que acaparan nuestro día a día. El 25 de septiembre de 2015, los líderes mundiales adoptaron 17 objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos sus habitantes, como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible. Cada objetivo tiene metas específicas que deben alcanzarse en los próximos 10 años hasta alcanzar el 2030. Se han de involucrar en su consecución los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil y las personas individualmente. Recordamos que el nº 13, que ya se aborda en otro artículo de esta serie, dice:
Adoptar
medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos (tomando nota
de los acuerdos celebrados en el foro de la Convención Marco de las Naciones
Unidas sobre el Cambio Climático).
Ya se tarda en poner en práctica medidas preventivas.
Habrá que arbitrar otras adaptativas y paliativas. Los bosques de Teruel
proporcionan recursos, empleo y servicios recreativos y paisajísticos. También
contribuyen a la protección del suelo, al mantenimiento del ciclo del agua y de
la diversidad de especies vivas, así como a la fijación del carbono
atmosférico. El Plan Forestal de Aragón, que empezó a fraguarse con
participación ciudadana en diciembre de 2016, habiendo pasado por las fases
informativa, de debate y de retorno en junio de 2018, se ha de tomar muy en
serio en su configuración final su propuesta de “gestión adaptativa frente al
cambio climático” en lo referente al aumento de probabilidad de incendios,
propagación de plagas y otros aspectos. En todos los ámbitos (agricultura,
salud pública, protección civil…) se ha de tener en cuenta la proliferación de
los fenómenos meteorológicos adversos, variaciones térmicas anómalas, disminución
del volumen de agua disponible, etc. Este objetivo se apoya en todos los que
utilizan el calificativo “sostenible”, y tratan sobre energía, producción,
infraestructuras, crecimiento o ecosistemas.
El documento Estrategia Aragonesa de Educación
Ambiental (EAREA 2030) nos avisa de que el cambio climático (encuadrado en el
cambio global) está afectando negativamente a la salud de las personas, a la
biodiversidad, a la agricultura y al turismo. Hay otros efectos relacionados:
pérdida de recursos hídricos y pesqueros, pérdida de pastizales y otros
agrosistemas tradicionales, contaminación por nitrógeno (purines). Así pues, se
impone la implementación de medidas para aumentar la resiliencia en los
sistemas naturales, en la población humana y en las actividades productivas.
Siguiendo con el documento citado, que se hace eco de
las metas del ODS nº 13, la educación
ambiental –pilar básico para afrontar problemas relevantes y progresar
colectivamente- ha de construir un discurso positivo y proactivo, que comporte
un cambio de hábitos de vida relacionados con el consumo, residuos, transporte,
movilidad, ganadería, agricultura y gestión forestal. Las estrategias
educativas propuestas habrían de ser asumidas por las personas que ostentan
cargos de responsabilidad y capacidad de decisión en el ámbito público.
Gonzalo Tena Gómez
Colectivo
Sollavientos
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