Ratonero abatido
200 metros. Ni lisos, ni con vallas. No estamos hablando de atletismo, que usa de otra energía, sino de la altura total de los aerogeneradores más potentes que se proyecta instalar en Teruel (aquí sí que parece regir el principio olímpico: Citius, altius, fortius, por altius que no quede). Batidoras de nubes, desplumadoras y destripadoras de aves y murciélagos, rascadores de pies para San Pedro y, por su cantidad, para todos los bienaventurados que en los cielos estén y a los cielos suban. 200 metros en vertical, para que se vean bien, bien sustentados (¿cómo?). Pues eso. Animalada visual, animalada a secas, parasitismo gigántico de las montañas, megalomanía energética. Mira que las megalomanías en la historia siempre han pasado sangrienta u ominosa factura a la gente de a pie…, que estamos por lo manejable, por las dimensiones humanas, que son las que han de regir los objetos de que nos servimos y nuestras propias relaciones, como hicieron nuestros antiguos, si bien inevitablemente al día, pero de ninguna manera por lo desmesurado.
El mundo empresarial está en su pleno derecho de plantear y llevar a cabo sus proyectos y, si es el caso, contarnos cuentos de las lecheras para obtener sus accionistas beneficios económicos básicamente, esa es riqueza segura a generar. La ciudadanía, por nuestra parte, estamos en nuestro derecho para cuestionarnos esos proyectos y aceptarlos o rechazarlos según concluyamos: ¿Revertir la despoblación? ¿Crear puestos de trabajo? ¿Esta es la transición energética necesaria? ¿Reforzar las economías locales? ¿Afecciones mínimas al paisaje y a la biodiversidad? ¿Es condición suficiente que haya viento en una zona para que se instale una central eólica o que haya sol, (seguro que no falla) para sembrar placas solares donde se sembraba cebada? ¿En esto consiste la imprescindible eficiencia energética? ¿Qué rentas se van a asegurar? ¿Es necesario que Teruel genere tanta electricidad? ¿Para quién? ¿Cómo se conjuga este pelotazo con la preservación de la identidad, la tradición, el patrimonio cultural y la memoria de la sociedad rural? ¿Es este el desarrollo que deseamos? ¿Es esto lo que asegura el futuro? ¿Qué futuro? ¿Hay más modelos de energías renovables y de su adjudicación en Europa, o en todos los sitios se funciona como aquí? Las respuestas afirmativas y aclaratorias a esta batería de preguntas no se han demostrado ni proporcionado por parte de las grandes empresas energéticas interesadas hasta el momento. Si Baltasar Gracián, nuestro aragonés ilustre, se diera hoy una vuelta por el Maestrazgo quizá pensara, modificando alguno de sus dichos: “Del mal sobra en esta tierra”. Hacer oposición con argumentos no es crear bronca, imponer criterios y soluciones, sí.
Gonzalo Tena Gómez, Colectivo Sollavientos
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