La Puerta de Alcalá (¡miralá!), El Retiro, el Museo del Prado, la fuente de Neptuno…
Pasamos de largo, veníamos a otra cosa.
Madrugón. El autobús nos recoge en Montalbán. Nos atiende amablemente el diputado de Teruel Existe Javier Ciprés de Ràfels/Ráfales, (Matarranya, comarca exquisita).
Una buena soba de asfalto y, tras las paradas en Monreal y el Área 112 de la Autovía del Nordeste, junto a Algora, atravesando Guadalajara a lo largo, desembarcamos en la divina capital del Reino, taifa del ínclito alcalde Almeida y la ínclita presidenta Ayuso, que no quiere que “Madrid se convierta en un campo de placas fotovoltaicas”.
Recogida de carteles y nos lanzamos al Paseo del Prado. Y allí nos espera una muchedumbre rural proveniente de la piel de toro, enfervorecida: variedad de pancartas (“Salvemos el mundo rural agredido”, “Basta de minería salvaje”, “No al colonialismo energético”, “Revuelta España vaciada”, “Luchando por la supervivencia de nuestros pueblos, ¡Teruel existe”, “Cerrar Almaraz”, “Fiscalidad diferenciada ya”, etc.), de camisetas, aditamentos, pitos, de eslóganes, voces… y nos unimos y palante.
La Conferencia Episcopal se ha sumado a la marcha del medio millar de colectivos participantes, pero los obispos debían ir de paisano.
Las tres personas que veníamos de Aliaga (barrio de santa Bárbara) nos enganchamos a las dos pancartas enganchadas de la Plataforma a favor de los paisajes de Teruel, alusivas a la oposición a las macrocentrales eólicas y en pro de la conservación de la biodiversidad y los paisajes. Seis manos sollaventeras, entre otras de componentes de la Plataforma sostienen las dos pancartas. Tras de nosotros se escucha repetidamente:
¡Los fondos de inversión
se llevan la riqueza,
nos dejan su basura
y un futuro de tristeza!
Llegamos al término, donde se ha montado un gran escenario cubierto forrado de negro para el acto final: vienen las alocuciones y actuaciones. En la base se ha colocado dos literas con sendos muñecos aludiendo a los déficits sanitarios turolenses.
Con la presencia activa de una traductora al lenguaje de signos empiezan los parlamentos sobre el entarimado.
El manifiesto final es leído enfáticamente por el periodista Javier Sierra (autor), asistido por Fernando Valladares (científico) y Rosa Arranz (ganadera segoviana): “Mi pueblo se muere… y lo matan...”. Se van desgranando los aspectos más acuciantes: falta de oportunidades y servicios sociales, pérdida de saberes del campo, carreteras, ferrocarril y vivienda, imagen deformada del medio y la gente rural, proyectos especulativos, corrupción política,… . Se recuerda que cultura deriva de cultus = cuidado de la tierra.
Pero hay SOLUCIÓN, a través del diálogo cargado de sentido común y visión de futuro sostenible (“cuidar de la madre Tierra”) entre los administrados y los administradores (muchos ligados a la ruralidad). Promoción de la ganadería extensiva, base de la vida rural, y valoración del trabajo de la mujer en el campo.
Un emotivo latido del corazón rural a base de repetir dos golpes de bombo del Bajo Aragón y uno de palmas de la audiencia, cierra el acto.
A comer y a embarcar de vuelta al mundo rural.
Gonzalo Tena Gómez
Colectivo Sollavientos
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