martes, 22 de junio de 2010

PAISAJE




En nuestras escapadas adolescentes en busca de diversión desde la barriada de la Central Térmica (originalmente La Andigüela) a la “metrópoli” Aliaga, remontábamos perseverantemente los escasos tres kilómetros que separan ambos núcleos de población. Lo hacíamos a lomos de nuestras robustas bicicletas “todo uso” (un plato, un piñón y frenos de varilla) bordeando el Guadalope y su pantano, ahora colmatado. No es preciso explicar lo que ha podido llover desde entonces.
En aquella época éramos totalmente inconscientes de ser medioambientalmente sostenibles con nuestro medio de transporte. Tampoco nos planteábamos, ni por asomo, la belleza ni la espectacularidad de las formaciones de rocas que flanqueaban nuestro itinerario, ni del potencial simbólico que albergaban. Ni siquiera nos parecían raras, porque siempre las habíamos visto allí. Mirarlas, no las mirábamos, pero inevitablemente las veíamos (nos envolvían literalmente). Nosotros, mientras tanto, felices a lo nuestro, que eran las chicas y los bares (no sé si en este orden) que nos esperaban en el pueblo.
Poco a poco, desde antes (la infancia), y también después de la época de las bicicletas, aquellas grandiosas imágenes —auténticamente fantasmagóricas bajo la luna llena—, fueron sedimentándose en nuestra mente tal como las habíamos percibido. Se fueron compactando con eterna lentitud, al igual que lo hicieron los materiales de las laderas rocosas y peñas retorcidas del paisaje que nos crió.
El pasado 5 de junio en Aliaga, coincidiendo con el día de las Comarcas Mineras y con motivo de la celebración de la Semana de los Geoparques Europeos 2010, se hizo pública una declaración de apoyo a la protección de su Parque Geológico. Se solicitaba la figura de protección de Monumento Natural para el paraje del Estrecho de la Aldehuela, con su elemento más destacado, la Peña del Barbo; para La Porra, enorme monolito natural de piedra caliza marina, testigo permanente de paseos apacibles y encuentros amorosos; y para La Olla (o La Cingla para algunos de los mayores), que es una vistosa y destacadísima estructura geológica producto de la superposición de dos plegamientos sucesivos y que, enfrentada a las ruinas del castillo, preside la villa y es emblema del Parque.
La iniciativa ha recibido el apoyo de firmas individuales, de algunas instituciones, de universidades y de la Sociedad Geológica de España. Por otra parte, se vería felizmente complementada con la finalización de las obras del Albergue de Santa Bárbara, que podrá algún día hospedar a estudiantes y otras personas que deseen aprender solazándose con la contemplación del triple monumento y del resto de formaciones a lo largo y ancho de nuestro Parque Geológico.
Este reconocimiento no hará más que certificar un hecho que, en todos los sentidos, salta a la vista: la belleza, la espectacularidad y el valor simbólico del paisaje de Aliaga. No hay más que verlo. Animo a quienes aún no hayan tenido la ocasión de comprobarlo. Y, quien haya probado, puede repetir.

Gonzalo Tena Gómez
Colectivo Sollavientos

2 comentarios:

A. Urra dijo...

Es cierto que los paisajes de tu infancia se recuperan en la madurez cargados de recuerdos. Forman parte del álbum de tu vida y los contemplas con una carga de emociones.
Precioso artículo, Gonzalo. Espero que esta iniciativa tenga el éxito que merece.

Amparo dijo...

Es cierto que los paisajes de nuestra infancia los recuperamos en la madurez cargados de recuerdos.
Forman parte del álbum de nuestra vida.
Precioso artículo, Gonzalo. Espero que esta iniciativa tenga el éxito que se merece.