CASTELFRIO
Dos años después del incendio forestal de Castelfrio, apagado el fuego y las múltiples voces elevadas junto a las llamas, el Gobierno de Aragón parece haber apostado por actuar a ritmo de presupuesto, sin haber reflexionado sobre el funcionamiento de este sistema ecológico.
Actualmente todavía puede contemplarse maquinaría trabajando en la preparación de las futuras repoblaciones; madera quemada agrupada en fajinas dispersas por las laderas, en ocasiones con una clara función de retención del suelo, en otras es difícil precisar una función más allá de la apuesta por reducir el coste de retirar la madera y ofrecer una imagen de que se trabaja por la restauración; construcción de nuevas pistas forestales que facilitan el acceso a los trabajos en el monte, algunas de ellas no exentas de impacto ambiental.
Se han incorporado nuevos elementos sin una evaluación de las consecuencias de ello a medio y largo plazo, como puede ser la degradación del suelos por compactación o por erosión. Esperamos que no se olvide hacer un seguimiento de la respuesta del medio ante esas actuaciones y, así, poder definir modelos de actuación que puedan ser aplicables en el futuro en otras situaciones semejantes.
Las proyecciones de algunos modelos de cambio climático predicen para un futuro próximo el incremento de los grandes incendios, cuyos efectos pueden verse agravados por la despoblación rural. Mirando al pasado, tenemos claro que cuando el campo se exprimió hasta los límites, abancalando laderas para cultivo, pastando las últimas matas, aprovechando los últimos rebollares para carbón y leña, era difícil producir un incendio al carecer de combustible para su propagación. Pero esa situación también repercutía negativamente ya que, al no disponer de espacios forestales, el territorio era más vulnerables a la acción de las aguas torrenciales, con la consiguiente perdida de suelo por erosión, y se carecía de otros servicios ambientales de los que nos beneficiamos en estos momentos en que la presión intensiva sobre el territorio ha disminuido.
Hay un aspecto que nos llama la atención. Este lugar fue propuesto en 1998 por el Gobierno de Aragón como lugar de interés comunitario y, en base a ello, declarado espacio de la Red Natura 2000. Pese a ello, Castelfrío no dispone de un inventario de fauna y flora, ni tiene elaborado un plan de gestión para la conservación de los valores que llevaron a su declaración como espacio protegido, elementos necesarios para diseñar y planificar las líneas de trabajo en pro de conservar los valores por los que fue catalogado. Sin una base documental y de planificación es difícil prever hacía donde nos dirigimos y el resultado final de la restauración. Este espacio a restaurar debería considerar la recuperación de un paisaje lo más cercano posible a aquel por el que se incorporó a la red de espacios protegidos europeos, que además ofrezca una mayor protección frente a perturbaciones como el fuego, tanto en resistencia como en la capacidad de resurgir de nuevo en el hipotético caso de que volviera a verse afectado y por supuesto garantice la supervivencia de las diferentes poblaciones y comunidades singulares de flora y fauna.
No es la primera vez que la gestión de este espacio conlleva ciertas transformaciones sin un conocimiento exhaustivo del funcionamiento del sistema. Las gestión ganadera tradicional, las repoblaciones forestales de pinos en la década de los años sesenta y setenta del siglo pasado, la gestión cinegética, no nos consta que hayan sido potenciadas por su repercusión en la conservación de un paisaje o de los elementos físicos y biológicos que alberga; desconocemos su impacto sobre el territorio.
Quizás se están desaprovechando instrumentos financieros de la UE como los fondos Life, orientados hacía estas líneas de trabajo en la conservación de la biodiversidad.
Ángel Marco Barea
Colectivo Sollavientos
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