domingo, 6 de marzo de 2011

AFECCIONES PAISAJÍSTICAS Y FUTURO (VIII)




UN PAISAJE AFECTADO



Diferentes paisajes y ambientes conforman una comarca singular como Andorra-Sierra de Arcos. Cada uno de sus nueve municipios ha ido configurando un paisaje particular en función de sus características geográficas y de su evolución histórica, económica, cultural y social.


En el norte, el municipio de Andorra se adentra en el valle del Ebro con altitudes que rondan los 400 m mientras que al sur el municipio de Ejulve con la Sierra de Majalinos sobrepasa los 1.600 m. El bosque seco mixto, el monte mediterráneo con características de continentalidad, el encinar, el quejigal, la vegetación húmeda y los pinares de altura son las formaciones vegetales más representativas si observamos el mapa de la vegetación potencial de Aragón. En pocos kilómetros de recorrido se puede apreciar una gran variedad paisajística, conformada por las diferentes altitudes y las variaciones climáticas. Una comarca con una importante biodiversidad vegetal y faunística que cuenta con paisajes abruptos como los cañones de los ríos Martín y Guadalopillo, con montañas suaves como la Sierra de Arcos, relieves con fuertes pendientes y cortados rocosos que se adentran en el Maestrazgo, con una gran riqueza en cavidades subterráneas y espectaculares dolinas como la Sima de San Pedro, entre otros muchos parajes y rincones.


Realizar un recorrido a través de sus cumbres, ya sean cerros o montañas, sería la mejor manera de apreciar y valorar los diferentes paisajes que conforman este territorio y de poder observar con gran claridad las intervenciones humanas realizadas a lo largo del tiempo. Esta comarca situada en el nordeste de la provincia de Teruel presenta un hermoso y rico patrimonio natural, que a lo largo de los siglos se ha visto afectado por diferentes actividades antrópicas que han ido dejando su impronta y le han conferido una singularidad “enciclopédica” en cuanto a variedad de afecciones se refiere.


Las actividades tradicionales, como la agricultura, la ganadería, la obtención de carbón vegetal y los usos domésticos, ejercieron una gran presión sobre los recursos forestales, quedando constancia de ello en las grandes extensiones deforestadas, muchas dedicadas al cultivo de cereal de secano, al olivar y a la obtención de pasto para los ganados. Pinares, encinares y quejigales fueron talados, quedando en la actualidad pequeños reductos como el encinar de la Muela entre Gargallo y Crivillén y bancales donde encinas centenarias permanecen solitarias como testigos de un antiguo esplendor. El abandono de estas actividades en la actualidad queda reflejado en el paisaje por la presencia de numerosas zonas arbustivas de monte bajo que podrían contribuir a generar futuros bosques. Las masas boscosas autóctonas cuentan con una casi nula representación, mientras las zonas repobladas se van adueñando lentamente. Igualmente, los sotos fluviales se encuentran en la actualidad muy reducidos por el avance de vegas y huertas.


La minería del carbón es la actividad que mayores impactos paisajísticos ha ocasionado a través de las impresionantes y extensas explotaciones a cielo abierto de lignito iniciadas en el periodo de 1973 a 1986. Éstas han dejado al descubierto lo más íntimo de la tierra, profundas heridas que forman ya parte inherente del paisaje en municipios como Ariño, Alloza, Andorra, Estercuel y Gargallo. En algunas de ellas se han realizado ejemplares restauraciones que han ido conformando nuevos paisajes y promoviendo nuevos usos del suelo ante la imposibilidad de retorno a la situación inicial. La Val de Ariño, que abarca tres de los municipios, es un buen ejemplo de ello.

La minería de arcilla también cuenta con importantes explotaciones en varios de los municipios, especialmente en Crivillén, desde 1970. Tales explotaciones han generado igualmente impactos paisajísticos y, a pesar de haber supuesto un importante incentivo económico en la zona, la materia prima obtenida genera mucho más empleo y riqueza fuera de ella, al igual que ocurre en el resto de la provincia. Una de las problemáticas asociadas es la existencia de antiguas escombreras que han quedado sin restaurar generando importantes procesos de degradación ambiental.


Otros ejemplos de afecciones paisajísticas los encontramos en las canteras de extracción de áridos. El río Regallo, en el municipio Andorra, ha visto profundamente modificado su cauce a causa de ello.


A todas las afecciones citadas podemos sumar otras procedentes de actuaciones curiosamente derivadas de objetivos ambientales, como es el caso de la cantera de obtención de calizas en el municipio de Andorra para el proceso de desulfuración de la Central Térmica. Esta cantera, que inició su actividad tímidamente al estar situada en una zona de difícil visibilidad, ha ido poco a poco “comiéndose” el paisaje y pasando a constituir un nuevo impacto en la zona.


Tristemente, y para finalizar, hemos de citar el impacto de una nueva catástrofe, esta vez de origen natural: la extensa superficie quemada en los municipios de Ejulve, Crivillén y Alloza en el verano de 2009. Una gran superficie, fundamentalmente forestal, que ha sufrido un gran y grave impacto paisajístico, ambiental, económico y social, y de la cual no podemos conocer el futuro a medio y largo plazo. Una afección por causas naturales a la que se sumaron erróneas actuaciones de repoblaciones pasadas y la problemática presente y futura del calentamiento global, que propicia la generación de grandes incendios forestales. 12.000 ha de paisaje quedaron arrasadas en toda la provincia de Teruel, 12.000 ha asoladas que podrían haber contribuido a la generación de un desarrollo económico basado en recursos naturales correctamente gestionados.


Ante todas estas afecciones, que también son sufridas por otras comarcas, cabe preguntarse si vamos a seguir aceptando la destrucción de nuestros paisajes y su degradación ambiental, como un “daño colateral” inevitable de la actividad económica actual, o si optaremos por nuevos caminos y procesos económicos sostenibles que conserven y mejoren nuestro patrimonio natural.



Autora del texto: Olga Estrada

Autor de la Ilustración: Juan Carlos Navarro

Colectivo Sollavientos






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