viernes, 21 de junio de 2013

¿DONDE ESTÁ EL PRINCIPIO DE PRECAUCIÓN ANTE EL FRACKING?








Hablemos de ciudadano a ciudadano y de cómo nos sentimos cuando no nos vemos protegidos por los grandes intereses de las empresas.
El nuevo proyecto de extracción de hidrocarburos mediante la técnica conocida como fracking ha irrumpido en el territorio del Maestrazgo turolense como un elefante en una cacharrería. ¿No basta ya con extraer el carbón de la tierra, llenar sus montañas de molinos de viento, y surcar sus cielos con tendidos eléctricos para producir una energía que sus habitantes no consumen? Pues no. Pero es que, además, el territorio del Maestrazgo, con un paisaje excepcional debido a su complejidad, supone más complicaciones para esta nueva técnica. El llamado “laberinto de silencio” es también un laberinto geológico que lo hace muy difícil de conocer, muy difícil de predecir e imposible de recuperar. Territorio único por sus pliegues y un delicado equilibrio de las actividades de sus habitantes.
La práctica en cuestión procede de los Estados Unidos,  y consiste en fracturar (reventar) las rocas del subsuelo que contienen gas para extraerlo. La polémica de su implantación se encuentra en que, por un lado, esta técnica es tan agresiva con el medio como poco estudiada por científicos y, por otro, las empresas operan con opacidad sin declarar qué sustancias químicas emiten al medio para extraer el gas.  De ahí que se esté prohibiendo o suspendiendo en diversos países de Europa, e incluso dentro de España comienza a prohibirse en algunas comunidades, como recientemente ha sucedido en Cantabria.
Si algo de tal magnitud hace sospechar sobre sus implicaciones con el territorio y sus habitantes, para algo está la aplicación del Principio de Precaución, que recoge la propia Unión Europea en el artículo 191 de su Tratado de Funcionamiento. A través de este principio se podría impedir o poner en suspenso cualquier actividad que conlleve un peligro para la salud o medio ambiente, en el caso de que sus riesgos no hayan podido ser científicamente determinados. Esto también ha de aplicarse a los permisos de exploración si estos conllevan el más mínimo ensayo en el territorio. No vale el comenzar a inyectar agua cargada de sustancias no declaradas y “ver qué pasa”, porque entonces ya ha pasado, y luego ¿qué?.
Pero es que además los ciudadanos, con los actuales trámites para velar por el medio ambiente, tampoco nos vemos protegidos. Este es el caso de las actuales Evaluaciones de Impacto Ambiental, pues se está viendo que en muchos casos no son más que trámites para justificar lo injustificable, en las que cualquier impacto al medio ambiente puede ser “admisible” si así queda escrito por la empresa en una memoria sin suficiente rigor en el análisis del medio en el que se va a impactar.
Ante este panorama, estamos ante el peligro de que “nos la claven” (la técnica del fracking) a los habitantes y al territorio. Mejor sería aplicar el Principio de Precaución, y ya hablaremos cuando  las empresas se responsabilicen y declaren las sustancias que vierten, cuando la técnica sea más estudiada y evaluada por expertos y se conozcan las repercusiones de semejante agresión al medio, y cuando se hayan endurecido y democratizado las Evaluaciones de Impacto Ambiental. Aunque quizá en ese momento la actividad no sea viable. Frente a un riesgo inaceptable, una situación de incertidumbre científica o la inquietud de la población, los políticos están obligados a encontrar respuestas, por lo que deben tener en cuenta todos estos factores. Si no entienden esto, hay un problema: o no saben lo que está acaeciendo en el territorio que representan, o no están capacitados para ocupar cargos de semejante responsabilidad. Cualquiera de las dos opciones me parecería inaceptable para nosotros, para el territorio, y para las generaciones venideras, porque ¿qué nos vamos a quedar? ¿qué les vamos a dejar?.

Silvia Pérez Domingo*
*Colectivo Sollavientos


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