publicado por Chabier de Jaime Loren, en http://www.naturaxilocae.blogspot.com
El pipirigallo o esparceta (Onobrychis viciifolia)
es una leguminosa cultivada en las tierras altas de la cordillera
Ibérica desde hace siglos por reunir una serie de cualidades agronómicas
y productivas.
Su
forraje es muy nutritivo por su alto contenido en proteínas, además de
muy saludable por evitar el meteorismo en el ganado y reducir la carga
parasitaria. Su nombre en francés o inglés, “sainfoin” alude
precisamente a este detalle. Heno sano.
Es una
planta muy rústica. Crece sobre suelos poco profundos y pedregosos,
soportando el frío y, sobre todo, la escasez de precipitaciones.
Es
una planta mejorante. Su profunda raíz pivotante, que alcanza los dos
metros de profundidad, extrae agua profunda y enriquecer en materia
orgánica el suelo, además de airearlo. Además, como buena leguminosa, en
sus raíces forma unos nódulos en los que viven en simbiosis con
bacterias capaces de fijar nitrógeno atmosférico por lo que fertilizan
el suelo. Por ello no requiere el aporte de purines ni de abonos de
origen sintético.
Es
un cultivo plurianual que tampoco requiere laboreo alguno en los entre
tres y cinco años que se mantiene. Ahorro de combustible y protección
del suelo.
Por último, esta pradera sembrada
mantiene hojas verdes durante más de medio año. Unas praderas que
tampoco reciben herbicidas. Este forraje es alimento para diversos
saltamontes, para variadas caracolas, para las liebres, para los corzos
e, indirectamente, para los que se alimentan de aquellos.
Estos
días veíamos docenas de aguiluchos cenizos y laguneros -muchas crías-
por la cuenca endorreica de Gallocanta. Este invierno nos sorprendió la
abundancia de cernícalos vulgares. Las rapaces nocturnas han sacado
adelante numerosos pollos. Incluso es posible que haya criado la lechuza
mora. ¿Qué relación tienen estos hechos con nuestra leguminosa
forrajera. La ausencia de laboreo en las parcelas durante varios años y
la densa cobertura vegetal favorecen a los topillos que se instalan en
estas praderas cultivadas e, indirectamente, a sus depredadores.
Aguilucho cenizo macho. Foto: Rodrigo Pérez
Este
conjunto de ventajas hicieron del pipirigallo un cultivo muy apropiado
en la rotación tradicional de las tierras de secano de las zonas altas
del cuadrante nororiental de la península Ibérica. Especialmente de las
comarcas turolenses de montaña. De ahí el conocido dicho:
“Eres más de Teruel que el pipirigallo”
Entró
en declive por carecer de subvención por la Política Agraria
Comunitaria hasta casi desaparecer en el monocultivo cerealista. La
aparición de problemas de contaminación por nitratos en los acuíferos
por abuso de los fertilizantes industriales lo pusieron en escena al
incluirse entre las medidas agroambientales en ciertas zonas del entorno
de LICs y de ZEPAs. Como en Gallocanta y el Jiloca. Un buena medida que
ha beneficiado a la calidad de las aguas subterráneas, a los suelos, al
paisaje y a la vida silvestre. Eso sí, se obligaba a no segarlo,
pensamos que para no interferir en la nidificación de algunas especies.
Una exigencia que aleja al cultivo de su función productiva.
El
pipirigallo se suele segar a finales de mayo o primeros de junio, tan
pronto se forman los frutos y antes de que se sequen. Antaño a dalla,
ahora con segadoras. Se dejaba secar y, a continuación, se empacaba para
su consumo como heno.
En
años con veranos lluviosos, algo esporádico, el pipirigallo rebrota
produciendo nuevos tallos y una nueva espiga de flores, esta vez de
menor altura, que era segada de nuevo o aprovechada en verde por el
ganado a finales del verano.
Este año el
crecimiento primaveral acusó la falta de lluvias de abril y mayo. La
floración fue pobre y la falta de agua permitió que se formaran pocos
frutos en cada espiga. A primeros de junio, antes de hora, se veían
muchas matas puntisecas.
Sin
embargo, las copiosas precipitaciones de las tormentas de junio y julio
han permitido el rebrote de las matas de pipirigallo. Eso sí, ya no
desde la corona, como hubiera ocurrido si se hubiera segado. Sino desde
los propios tallos ya formados, invirtiendo los azúcares producidos por
el follaje hacia la nueva floración y unas nuevas semillas. Esta vez la
segunda de la temporada.
Este hubiera permitido un segundo corte en el pipirigallo. Se oyen inquietantes rumores que apuntan a que el cultivo de esta forrajera va dejar de ser incentivado para los agricultores. Desconocemos las razones de tal medida. Pero sí conocemos las consecuencias. Será una decisión lamentable
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