lunes, 4 de agosto de 2014

AÑO DE DOS CORTES

publicado por Chabier de Jaime Loren,  en  http://www.naturaxilocae.blogspot.com

El pipirigallo o esparceta (Onobrychis viciifolia) es una leguminosa cultivada en las tierras altas de la cordillera Ibérica desde hace siglos por reunir una serie de cualidades agronómicas y productivas.
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Su forraje es muy nutritivo por su alto contenido en proteínas, además de muy saludable por evitar el meteorismo en el ganado y reducir la carga parasitaria. Su nombre en francés o inglés, “sainfoin” alude precisamente a este detalle. Heno sano.
Es una planta muy rústica. Crece sobre suelos poco profundos y pedregosos, soportando el frío y, sobre todo, la escasez de precipitaciones.
Es una planta mejorante. Su profunda raíz pivotante, que alcanza los dos metros de profundidad, extrae agua profunda y enriquecer en materia orgánica el suelo, además de airearlo. Además, como buena leguminosa, en sus raíces forma unos nódulos en los que viven en simbiosis con bacterias capaces de fijar nitrógeno atmosférico por lo que fertilizan el suelo. Por ello no requiere el aporte de purines ni de abonos de origen sintético.
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Es un cultivo plurianual que tampoco requiere laboreo alguno en los entre tres y cinco años que se mantiene. Ahorro de combustible y protección del suelo.
Por último, esta pradera sembrada mantiene hojas verdes durante más de medio año. Unas praderas que tampoco reciben herbicidas. Este forraje es alimento para diversos saltamontes, para variadas caracolas, para las liebres, para los corzos e, indirectamente, para los que se alimentan de aquellos.
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Estos días veíamos docenas de aguiluchos cenizos y laguneros -muchas crías- por la cuenca endorreica de Gallocanta. Este invierno nos sorprendió la abundancia de cernícalos vulgares. Las rapaces nocturnas han sacado adelante numerosos pollos. Incluso es posible que haya criado la lechuza mora. ¿Qué relación tienen estos hechos con nuestra leguminosa forrajera. La ausencia de laboreo en las parcelas durante varios años y la densa cobertura vegetal favorecen a los topillos que se instalan en estas praderas cultivadas e, indirectamente, a sus depredadores.
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Aguilucho cenizo macho. Foto: Rodrigo Pérez
Este conjunto de ventajas hicieron del pipirigallo un cultivo muy apropiado en la rotación tradicional de las tierras de secano de las zonas altas del cuadrante nororiental de la península Ibérica. Especialmente de las comarcas turolenses de montaña. De ahí el conocido dicho:
“Eres más de Teruel que el pipirigallo”
Entró en declive por carecer de subvención por la Política Agraria Comunitaria hasta casi desaparecer en el monocultivo cerealista. La aparición de problemas de contaminación por nitratos en los acuíferos por abuso de los fertilizantes industriales lo pusieron en escena al incluirse entre las medidas agroambientales en ciertas zonas del entorno de LICs y de ZEPAs. Como en Gallocanta y el Jiloca. Un buena medida que ha beneficiado a la calidad de las aguas subterráneas, a los suelos, al paisaje y a la vida silvestre. Eso sí, se obligaba a no segarlo, pensamos que para no interferir en la nidificación de algunas especies. Una exigencia que aleja al cultivo de su función productiva.
El pipirigallo se suele segar a finales de mayo o primeros de junio, tan pronto se forman los frutos y antes de que se sequen. Antaño a dalla, ahora con segadoras. Se dejaba secar y, a continuación, se empacaba para su consumo como heno.
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En años con veranos lluviosos, algo esporádico, el pipirigallo rebrota produciendo nuevos tallos y una nueva espiga de flores, esta vez de menor altura, que era segada de nuevo o aprovechada en verde por el ganado a finales del verano.
Este año el crecimiento primaveral acusó la falta de lluvias de abril y mayo. La floración fue pobre y la falta de agua permitió que se formaran pocos frutos en cada espiga. A primeros de junio, antes de hora, se veían muchas matas puntisecas.
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Sin embargo, las copiosas precipitaciones de las tormentas de junio y julio han permitido el rebrote de las matas de pipirigallo. Eso sí, ya no desde la corona, como hubiera ocurrido si se hubiera segado. Sino desde los propios tallos ya formados, invirtiendo los azúcares producidos por el follaje hacia la nueva floración y unas nuevas semillas. Esta vez la segunda de la temporada.
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Este hubiera permitido un segundo corte en el pipirigallo.
Se oyen inquietantes rumores que apuntan a que el cultivo de esta forrajera va dejar de ser incentivado para los agricultores. Desconocemos las razones de tal medida. Pero sí conocemos las consecuencias. Será una decisión lamentable

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