El agua, el
aire, los suelos, los bosques, los ríos, los alimentos, el resto de seres
vivos… configuran una buena parte de los bienes comunes, colectivos, que urge
consideremos prioritarios desde lo próximo para hacerlos extensibles a nivel
global.
Los problemas
ambientales forman parte de nuestro día a día y “precisan mucho más que
soluciones tecnológicas, necesitan la
reconstrucción de una sociedad más humana donde se favorezcan las prácticas
cooperativas , la mejora del bienestar y el pleno desarrollo de las
potencialidades humanas frente a la
imposición del crecimiento material infinito”, según Jorge Riechmann.
El
concepto ya carente de su sentido
original, de “desarrollo sostenible”
utilizado para seguir promoviendo un desarrollismo irrefrenable,
debe ser entendido como crecimiento y desarrollo humanos. Nuestro
planeta no es ilimitado, sus recursos se agotan: las reservas de petróleo ya
entraron en una fase de decadencia, al igual que el resto de combustibles
fósiles, los caladeros de pesca están
esquilmados, las aguas continentales y oceánicas gravemente contaminadas, la
pérdida de biodiversidad es imparable, el cambio climático se acelera, y así
hasta completar un largo etcétera.
El VII
Programa Ambiental de la Unión Europea ,
“Vivir bien respetando los límites del planeta” presenta un panorama no muy
halagüeño relacionado con el cambio climático y en lo que a temas energéticos
se refiere, aboga por la elaboración de estrategias para hacer frente a esta
situación apostando por la “descarbonización” de la economía y por un modelo
energético distinto basado en las energías renovables. Considera prioritario
además el mejor uso de los recursos, la
protección de la biodiversidad y la eco-innovación, entre otras propuestas que
encaminarían la economía europea hacia una “economía verde”.
La apuesta de
las personas que habitan en un territorio por la conservación de sus recursos
naturales, sus paisajes, la calidad de sus ríos, de sus bosques, aguas,
es garantía de futuro, tanto a medio como a largo plazo.
Ejemplos de
lucha en torno a todo ello, los hay, algunos muy cercanos, como es el caso
de plataformas ciudadanas varias de
nuestra provincia, desde la
Plataforma “Aguilar Natural”, frente a una poderosa
multinacional, WBB que pretende explotar
una mina de arcillas a cielo abierto a menos de 2 km del casco urbano de
Aguilar del Alfambra, a “Nuestros montes
no se olvidan” gestada en torno a los
graves incendios acaecidos en 2009 en la Sierra de Majalinos. A ellas se han sumado últimamente otras como
“Teruel Sin Fractura” en contra del fracking
o “El Bergantes No se Toca” en fuerte
oposición a la construcción de una presa de laminación en el río Bergantes.
Otros modelos
de defensa e implicación territorial serían los relacionados con la conservación
del patrimonio natural, como es el caso del importante trabajo desarrollado en
torno a los chopos cabeceros por el Centro de Estudios del Jiloca y la Plataforma Aguilar Natural, o el de
Asociaciones naturalistas como “Amigos del Río y los espacios naturales” de la
zona de Alcañiz , la “Asociación Amigos
de la Laguna del Cañizar” , los “Amigos
de Gallocanta” o colectivos de larga trayectoria naturalista y ambiental como
“OTUS. Ecologistas en Acción de Teruel”.
La
implicación en la defensa del territorio es una llamada a la participación
ciudadana y no solo a través de las plataformas reivindicativas sino también a través de las instituciones,
que con frecuencia no informan a la ciudadanía sobre estos temas, de gran
interés para el futuro de sus municipios y en los que deberían contar con sus
opiniones y propuestas.
Despido estas
líneas, de nuevo con palabras de J. Riechman: “Si nuestra responsabilidad cívica no prevalece por encima de los
intereses ideológicos y económicos que
dominan, no solo los recursos naturales, sino nuestras conciencias, nuestro
futuro estará en grave riesgo”.
Olga Estrada
Clavería
Colectivo
Sollavientos
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