Manifiesto Colectivo Sollavientos
martes, 29 de julio de 2008
EL HABLA DE NUESTROS MAYORES, UN VALIOSO PATRIMONIO INMATERIAL
“Ramas bajeras”, “aguareda”, “tomates niñarrudos”, “casa contra terrero”, “cuchimar”, “espurniar”, “el buyol”, “bardera”, “echar enruna”, “hacer un pan con unas hostias”, “clarearse de hambre”, “amonchonadico”, “sofoquina”, “pelloco”, “hierbucero”, “pera modorra”, “una zorra de azarollas”, “murriarse”, escaicimiento”, “carne jasca”, “la binza”, “aljezón”, “gastarse toda la peseta en vino”, “cuquera”, “desensobinar”, “fosco”, “zaborro”, “chisma”, “sostegón”, “borroco”, “follajina”, “flea”, “un curcusido”, …
¿A quién no le llaman la atención ciertas palabras que oye decir alguna vez a su abuela, a su padre, a su tía o a cualquier persona mayor conocida? Algunas de ellas están ligadas a usos y costumbres de una cultura secular heredada, que la aceleración de la modernidad ha ido aparcando; otras conectan todavía con las situaciones de la comunicación cotidiana. La curiosidad de estos vocablos i expresiones radica en el hecho de que, perteneciendo a nuestro dialecto castellano-aragonés, nosotros, nuestra generación, ya no las usa, nos resultan extrañas, y no digamos a los jóvenes y a los más jóvenes. Y lo peor es que muchas de ellas están condenadas a su desaparición con la de la generación que aún las hace valer, al menos en cuanto a su uso. Su máxima aspiración referente a su conservación estribará en pasar a formar parte de un catálogo léxico con aspiraciones a ser estudiado por gente experta.
Así, las palabras son como especies vivas que se interrelacionan dentro del “ecosistema” de la lengua, que se puede ver sujeto a diferentes fenómenos: desequilibrios, empobrecimiento y degradación, evolución y cambios, incorporación de nuevas “especies”, etc. Las palabras, frases hechas, modismos, refranes, coplas, romances, canciones, etc., son susceptibles de desaparecer, de hecho muchos de estos elementos de la lengua, al igual que algunas especies biológicas, están en claro peligro de extinción, como es el caso de esas palabras que todavía les escuchamos a los viejos y viejas, dicho sea con el mayor respeto y reverencia –lo de viejos y viejas-, a cuya edad y nivel de experiencias, modestamente, aspiramos a llegar.
Ante esta perspectiva lo mejor -y quizá lo único- que se puede hacer es intentar rescatar todo este tesoro lingüístico, para que se conserve cuando sus usuarios ya no estén entre nosotros. ¿De qué manera? Una puede ser gravando las voces de las personas mayores en algunas de sus conversaciones. Otro sistema, que recomendamos, es anotar esas palabras llamativas en un bloc cuando se las oigamos decir. Cuando tengamos un corpus suficiente, podemos hacerlo llegar a manos de lingüistas para su recopilación y estudio.
A este respecto hemos de mencionar el esfuerzo recopilatorio del pueblo de Jorcas, coordinado por la especialista en patrimonio inmaterial Lucía Pérez García-Oliver, en el magnífico volumen Palabras de parte de Jorcas, publicado en 2005, que no puede dejarse de consultar.
Gonzalo Tena Gómez
jueves, 24 de julio de 2008
NOTA DE PRENSA: VISITA DE APUDEPA A LA PROVINCIA DE TERUEL
La asociación Acción Pública para la Defensa del Patrimonio de Aragón (APUDEPA) ha querido tomar contacto con el territorio turolense y con su paisaje, entendido como un todo que engloba sus valores naturales, culturales, arquitectónicos y etnológicos en el contexto de su desarrollo histórico.
Invitados por el Colectivo Sollavientos, con quienes han entablado vías de colaboración hacia los objetivos comunes de ambas asociaciones, varios miembros de APUDEPA han visitado el Parque Geológico de Aliaga. APUDEPA quiere reconocer el trabajo de divulgación del patrimonio natural y cultural desarrollado en los últimos años por este geoparque, integrado en el Parque Cultural del Maestrazgo, que forma parte, a su vez, de la Red de Geoparques Europeos. En él tienen especial protagonismo sus gestores directos, así como las instituciones que lo han apoyado y financiado, en especial el Ayuntamiento de Aliaga.
Los miembros de APUDEPA y del Colectivo Sollavientos han visitado también la antigua Central Térmica de Aliaga, propiedad de Eléctricas Reunidas de Zaragoza hasta su cierre en 1982. El magnífico edificio y las dependencias anejas de esta instalación industrial, que en su momento fue la central mayor y más moderna de España, pasó entonces a manos privadas y sufrió un rápido proceso de deterioro y abandono. Un importante símbolo de la historia de Aliaga, y de la historia industrial de España, permanece así sumido en el olvido más lamentable, además inmerso en un impresionante paisaje de altísimos valores medio ambientales.
APUDEPA y el Colectivo Sollavientos quieren dejar constancia de:
1. La deuda histórica que Eléctricas Reunidas de Zaragoza (hoy ENDESA) mantiene con Aliaga y su territorio.
2. La necesidad del reconocimiento de protección del edificio de la Central Térmica de Aliaga, como pieza singular de arquitectura industrial.
3. La denuncia del estado de ruina y abandono en que actualmente se encuentra el edificio, que supone un riesgo para la salud y la seguridad de las personas.
4. La necesidad de buscar fórmulas que permitan la recuperación y conservación de este edificio y de su entorno inmediato, entendiendo que el respeto a su singularidad puede ser compatible con usos industriales, culturales o de ocio.
5. Este llamamiento se inscribe en el marco legal que la actual legislación vigente confiere al desarrollo sostenible del medio rural.
viernes, 18 de julio de 2008
TRAS LOS PASOS DE JAIME I POR TIERRAS TUROLENSES
Este año 2008 se conmemora el VIII centenario del nacimiento en Montpellier del monarca Jaime I el Conquistador. Me gustaría por dicho motivo traer a la memoria alguna de sus estancias por tierras turolenses, tema que se puede rastrear en una clásica monografía de José Martínez Ortiz, Referencias a Teruel y su provincia en los documentos de Jaime I el Conquistador, publicado en 1960 por el Instituto de Estudios Turolenses, y como no, en la propia crónica del mismo rey, conocida como Llibre del Feyts, donde se narra su vida y la conquista de los Reinos de Mallorca y Valencia.
El rey Jaime I en las numerosas ocasiones que estuvo en la actual provincia de Teruel, al menos dos veces anduvo por lo que hoy se conoce como el Camino de los Pilones, que discurre entre Allepuz y Villarroya de los Pinares, trayecto que recientemente ha merecido ser declarado Bien de Interés Cultural por el Gobierno de Aragón, en la categoría de Conjunto Histórico (Decreto 69/2008, de 15 de abril).
La característica principal de este camino real es la existencia a lo largo del mismo de unos grandes pilones de forma cilíndrica, hechos de mampostería y enlucidos, de una altura aproximada de unos 2'50 metros y un diámetro de unos 0'65 metros, de los cuales se conservan más de un centenar, situados a una distancia regular, entre 30 y 50 metros. Su finalidad era poder guiar a los caminantes que discurrían por este antiguo camino de herradura, para evitar que se perdieran con la ventisca y la niebla.
Los pilones no son exclusivos de este tramo entre Allepuz y Villarroya de los Pinares, sino que los podemos encontrar en otras partes del camino, que sabemos discurría al menos desde la propia capital hasta La Iglesuela del Cid, para adentrarse a continuación en el antiguo Reino de Valencia. Vestigios de estos pilones, los hallamos también en la partida de la Nave y en la loma del Pinar entre Fortanete y La Iglesuela del Cid, y en el Puerto de Las Cabrillas entre La Iglesuela y El Portell, ya en la provincia de Castellón; también son conocidos algunos en una ladera cercana a Corbalán, lo que viene a corroborar el antiguo trazado del camino en esta parte de la provincia de Teruel.
Esta costumbre de señalar los caminos para guiar a los caminantes con mojones de piedras, columnas o árboles era conocida desde la Antigüedad. Este camino entre Teruel y La Iglesuela probablemente se señalizó con estos pilones en el siglo XVIII por orden de las Intendencias, instauradas en los diferentes reinos peninsulares por la administración borbónica tras los decretos de Nueva Planta. En la actualidad a raíz de localizar nueva documentación, no hemos de descartar que la construcción de pilones en otros caminos pueda remontarse incluso a finales del siglo XVI, ya que una ley del monarca Felipe II, acordada en las Cortes de Madrid de 1586, ordenaba la "Construcción de pilares en los caminos para que se distingan en tiempos de nieves. Ordenamos y mandamos, que los del nuestro Consejo provean y den orden como se pongan pilares en los puertos para señalar los caminos, por los peligros que en tiempos de nieves incurren los que caminan por ellos, por no estar señalizados". Ley que fue ampliada en 1749 por Fernando VI en una Ordenanza a los Intendentes Corregidores y más tarde por Carlos III en una Instrucción a los Corregidores (Novísima Recopilación, Libro VII, Título XXXV, Leyes IV y V).
Volviendo a la propia crónica de Jaime I, a principios del año 1233, tras haberse reunido el rey con sus tropas en Alfambra, pasó por Monteagudo del Castillo y El Pobo, llegó a Villarroya de los Pinares donde hizo noche y al amanecer salió hacia la sierra, donde recibió la noticia de que se había tomado Morella por Blasco de Alagón, lo que le disgustó enormemente. La segunda vez que recorrió este antiguo camino tuvo lugar con motivo de la conquista del castillo de Peñíscola, para lo cual el rey partió de Teruel en agosto del mismo año 1233, pernoctando también en Villarroya a su paso hacia Peñíscola.
Al respecto de este trayecto entre Teruel y Peñíscola se publicó en 1992, por la Sociedad Castellonense de Cultura, un artículo de Vicente Forcada Martí, El itinerario real en la conquista de Peñíscola, que estudiaba el recorrido de este camino medieval. Pasaba por Teruel, Corbalán, Cedrillas, Monteagudo del Castillo, Allepuz, Villarroya de los Pinares, Fortanete, Atorella (actualmente La Tosquilla en el término de La Iglesuela), Río de las Truchas (Pobleta de Sant Miquel), El Llosar, Cavestany, Caná de Ares, Prunelles, Salvasoria (en término de Morella), Atemí, Llano de San Mateo, Río de Cervera, Collado de Poaig y Peñíscola.
Por su historia y significado este antiguo Camino de los Pilones en su integridad, al menos a lo largo de las tierras turolenses, ampliando el trayecto entre Allepuz y Villarroya, merecería que fuera objeto de un detallado estudio, señalización, protección y conservación como patrimonio de todos los aragoneses.
José Ramón Sanchis Alfonso
Archivero e historiador
domingo, 13 de julio de 2008
“Dolor de Muelas”
De entre los muchos y valiosos lugares que el Maestrazgo ofrece, hace poco tuvimos ocasión de recorrer con cierto detenimiento la zona alta de Muela Monchen (1779 m.). Esta se alza como imponente silueta, bellamente visible al norte cuando se baja del Cuarto Pelado a Cantavieja. Desde la capital del Maestrazgo , aunque lejana, la Muela se muestra majestuosa. Sus enormes proporciones se hacen más palpables cuando uno se adentra en ella, incluso sorprende la vista sobre una Cantavieja, que empequeñece en el abrupto paisaje.
Escogimos aproximarnos esta primera visita, por la ruta más fácil, la pista que arranca al poco de iniciar el descenso por la carretera que conduce a la Cañada de Benatanduz y Villarluengo. Con un corto trayecto, esta pista asciende suavemente a la parte alta de la muela, para después descender en su interior en dirección al Valle de Palomita.
El pinar de la parte superior, las masías que se ven más abajo, los pastizales en el interior de la muela, el nacimiento del río Palomita, las vistas al norte con el horizonte tierrabajino, etc., nos deleitaron con su potencia, su silencio, su colorido. El Cierzo se encargó de añadir una nitidez cristalina a los paisajes, y por supuesto, no hubo ningún riesgo de padecer calor por aquellos pagos.
Alberga una gran riqueza de todo tipo: paisajística, de flora, de fauna, y de huella antrópica como no.
Es un gran espacio; de los pocos que van quedando, representativo de los altos bosques mediterráneos.
No por es por nada que WWW/Adena (en julio de 1999) declaraba a la vecina Sierra de Gúdar, con la que la Muela Monchen comparte muchas características, uno de los diez, sí, de los diez!, bosques mediterráneos de protección prioritaria. Los otros nueve son: Velebit (Croacia), Valle de Tavaru (Córcega, Francia), Taygetos (Grecia), Gennargentu (Italia), Jabal Harisa (Líbano), Bou Iblane (Marruecos), Serra de Monchique (Portugal), Korumerie (Túnez) y Kure Occidental Turquía). De buen seguro que cada uno de estos merecen un viaje para conocerlos. Valga también como un ejemplo más de que la “sierra callada” contiene grandes tesoros. Comparables a otros de nuestro “viejo continente”. El conocimiento y la divulgación de estos, deberían servir para su conservación y disfrute, no para su progresivo deterioro.
El Plan, “gestado, pero nonato”, de Ordenación de los Recursos Naturales de la sierra de Gúdar (PORN del gobierno de Aragón), pretende dicha protección. Esperemos que ésta no se demore mucho más.
Son grandes montañas. El apreciar esta grandeza, siempre esta mediado por un gran número de factores. La lectura del paisaje que nos es habitual, a menudo reduce dicha grandeza. Y, a veces, quienes ven por primera vez estos espacios del alto Maestrazgo, quedan más impresionados que quienes viven en este entorno o lo frecuentan habitualmente.
Volviendo a la muela Monchén; más o menos a mitad de nuestro recorrido, que les recomiendo vivamente, surgió un fuerte dolor. Los efectos del mismo, han persistido y están en el sentimiento que da pie a estas líneas.
Al pie de la misma pista que se adentra en el valle de Palomita, un poco más allá del inicio del descenso, pudimos ver una cantera de extracción de piedra, una cantera. Una auténtica y gran caries en la Muela!
Realmente produce dolor verla.
Estas “caries”, auténticas cicatrices abiertas en un territorio frágil, están azotando masivamente la zona del alto Maestrazgo (y otras supongo). El desbocado aumento de nuevos proyectos de explotación, junto con las ya existentes y las abandonadas, pueden causar o están causando en algún caso, daños irreparables al medio.
La visita, “clandestina” por precaución, a estas explotaciones pone los pelos de punta a cualquier persona con un mínima sensibilidad y implicación por su tierra.
Sin entrar en la paradoja que supone: el porqué, el para qué, el cómo, el dónde y el para quien, del los beneficios de tales actividades.
Una cosa es: arrancar el fruto de la tierra para vivir, y otra muy distinta el beneficio rápido, el pecunio sin miramientos.
También, Antón Castro*, pone en boca de Patricio Julve esta afirmación:
“Maestrazgo: piedra, cielo, y silencio que habla”.
En un fácil juego con las palabras: allí oímos los gritos de la piedra que clamaban en silencio. Los gritos eran por el “dolor de Muelas”. Y ya sabemos todos que si las caries no se cuidan, acabarán dejándonos sin muelas.
Ah!, a alguien se le puede ocurrir también, colocar “molinos de viento” (parque eólicos, les llaman ahora...) para sanear las caries... una vez más sería peor el remedio que la enfermedad. Y como casi siempre, ya hay bastante con la enfermedad, como para añadir falsos y no sólo ineficaces remedios.
A. Govinda, en El Camino a las nubes blancas, decía: “Para ver la grandeza de una montaña es preciso guardar las distancias; para comprender su forma, hay que moverse alrededor de ella; para experimentar sus estados hay que verla al amanecer y al atardecer, a mediodía y a media noche, con sol y con lluvia, con nieve y con tormenta, en verano y en invierno y en todas las estaciones. El que puede ver una montaña de esa forma se acerca a la vida de la montaña, una vida que es tan intensa y variada como la del ser humano. Las montañas crecen y se deterioran, respiran y palpitan con vida. Ellas atraen y recogen las energías invisibles de sus alrededores: las fuerzas del aire, del agua, de la electricidad y magnetismo; ellas crean vientos, nubes, tormentas, lluvias, cascadas y ríos. Llenan lo que les rodea con vida activa y proporcionan refugio y comida a innumerables seres. Tal es la grandeza de las montañas poderosas”.
* Kim Castells- fotografías y Antón Castro- texto. El Maestrazgo, la invención de una belleza sobrenatural. Ed. Juventud. Barcelona 2001
Manuel Moya
jueves, 10 de julio de 2008
DEMOGRAFíA Y MINERíA DE ARCILLAS EN TERUEL (III): LOS ESCENARIOS FUTUROS
En el primer apartado de esta serie trazábamos la evolución demográfica de Teruel durante el siglo XX y concluíamos que la debilidad demográfica de una población escasa y envejecida no es el escenario más adecuado para aprovechar las supuestas “oportunidades” de la minería de arcillas. En el artículo anterior señalábamos que, por el contrario, esta precariedad demográfica está siendo un factor clave para que se estén estableciendo unas relaciones tercermundistas entre Teruel y la minería de arcillas, en el sentido de que las iniciativas vienen de fuera, los beneficios apenas sirven para el desarrollo endógeno y la población autóctona apenas tiene capacidad de controlar el proceso.
Pero ¿podemos pensar que el resultado final va a ser inocuo o neutro? ¿O estamos delante de un proceso que puede lastrar escenarios futuros? ¿Cuáles pueden ser estos escenarios? Hemos mencionado el posible retorno de los “jubilados hijos del éxodo rural”, es decir, los hijos de los que tomaron la decisión de emigrar, como un motor de desarrollo local de tipo endógeno.
En el posible retorno de jubilados “hijos del éxodo rural” se conjugan dos factores. El primero de ellos es la llegada a la edad de jubilación de las clases demográficas más abundantes de toda la historia demográfica española, que es la de los nacidos entre 1955 y 1975, lo que se denomina el “baby boom de la postguerra”. Este hecho producirá a partir de 2015-2020 un envejecimiento de la población a un ritmo muy rápido y creciente. Las bajas tasas de mortalidad de la población española y su alta esperanza de vida amplificarán este efecto. La duda es dónde residirá esta numerosa población.
El segundo factor es el hecho de que en las dos últimas décadas se ha producido una fortísima inversión económica de los emigrantes del éxodo rural y de sus hijos en reforma de viviendas de sus lugares de origen, a lo que se suma la reciente expansión de las viviendas residenciales en zonas rurales con atractivo turístico. De momento estas residencias, que en ocasiones superan en valor, equipamientos y confort a las de las ciudades, sirven únicamente como residencias de verano y de fin de semana (por las obligaciones laborales de sus propietarios), pero es un escenario que puede cambiar si se acompaña de otras circunstancias oportunas. Para ello va a ser clave que se cree un “círculo virtuoso” entre dotación de servicios y retorno de población. De momento sólo se observa un retorno muy débil de “jubilados que tomaron la decisión de emigrar”, pero hay que tener en cuenta que se trata de “clases huecas”, debido sobre todo a la mortalidad de la Guerra Civil y a la brusca reducción de la natalidad de la guerra y postguerra: no pueden regresar los que casi no existen. La inversión de la tendencia sólo se podrá producir cuando entren en edad de jubilación las clases demográficas más numerosas, las del “baby boom”.
El potencial económico de la llamada “economía de la tercera edad” en España empieza a ser muy importante, y lo va a ser mucho más en el futuro por el rápido e intenso envejecimiento de la población. Conseguir que en Teruel este potencial se convierta en motor de desarrollo local endógeno y de asentamiento de población es un reto difícil, pues debemos ser capaces de crear ese “círculo virtuoso” que potencie el retorno. ¿Cuál será el papel de la minería en ese previsible escenario? Un fuerte lastre mientras suponga una pérdida del patrimonio natural.
Pirámide de población de Barcelona, ilustrativa de la estructura de población del Teruel del “éxodo rural”
Fuente: geopress.educa.aragon.es/Demografia_3/Recursos_humanos/Piramides_comentadas.htm
ALEJANDRO PÉREZ CUEVA
miércoles, 9 de julio de 2008
DEMOGRAFÍA Y MINERÍA DE ARCILLAS EN TERUEL (II): LA DEFENSA DEL TERRITORIO
En el artículo anterior trazábamos la evolución demográfica de Teruel durante el siglo XX y sus repercusiones actuales: a) una estructura de la población muy envejecida, incapaz por ella misma de una regeneración demográfica, b) unas densidades propias de un “desierto demográfico”, con valores inferiores a 5h/km2 en algunas comarcas y c) un proceso de asentamiento de la población inmigrante muy débil y dificultoso. La conclusión principal era que resultaría muy difícil beneficiarse de las supuestas “oportunidades” del actual desembarco de la minería de arcillas en Teruel. Pero está claro que esta ausencia o dificultad de aprovechamiento no va a ser un factor que pare el proceso: estamos delante de un modelo de “iniciativa exógena”.
En estas circunstancias cabe preguntarse si la población autóctona es capaz de filtrar debidamente estas iniciativas exógenas: de rechazar lo que no le interesa y de controlar lo que pueda ser beneficioso o neutro. Opinamos que la debilidad demográfica es el factor fundamental en la también débil defensa de los intereses de la población, del patrimonio y del territorio:
1) La minería es una actividad económica potencialmente beneficiosa para el desarrollo local, pero para ello los agentes locales deben ser capaces de transferir de modo eficiente los recursos obtenidos en otro tipo de actividades económicas, de bases más sólidas y duraderas. Esto apenas ocurre en Teruel.
2) Por otra parte, las actividades mineras suponen siempre una pérdida de patrimonio (económico, paisajístico...), que sólo es admisible si se logra una "transferencia patrimonial" con un saldo neto positivo al final del proceso. Esto tampoco está ocurriendo en Teruel.
3) Una de las claves del correcto funcionamiento del proceso es el contexto demográfico: una población muy escasa y envejecida es el peor de los escenarios posibles. ¿Puede esta población analizar, filtrar o alegar los proyectos mineros?
4) El riesgo fundamental que supone la extrema debilidad de los agentes locales es que no son capaces de controlar y aprovechar el proceso: ni son capaces de rechazarlo cuando no les interesa, ni son capaces de generar las iniciativas (o son rápidamente sustituidos cuando lo hacen), ni son capaces de generar una riqueza que siente las bases de un desarrollo futuro.
5) El momento demográfico actual es especialmente delicado, pues estamos posiblemente ante la mayor precariedad demográfica posible, pocas décadas antes de que comience el previsible retorno de los "jubilados hijos del éxodo rural" (que comenzará a tomar fuerza a partir de los años 20 del presente siglo). Estos futuros demandantes de servicios serán probablemente el principal factor de desarrollo local.
6) Una incorrecta y abusiva explotación de los recursos mineros, en lugar de contribuir al desarrollo local futuro, puede minar un nuevo escenario económico y social que, sin duda, no estará basado en la minería.
En definitiva, en el momento actual y debido fundamentalmente a la precariedad demográfica de Teruel, se están produciendo unas relaciones económicas en torno a la minería que podrían calificarse de tercermundistas, en el sentido de que las iniciativas y los beneficios son de tipo exógeno, apenas contribuyen al desarrollo endógeno y apenas pueden ser controladas por la población autóctona. Por el contrario, a medio y largo plazo acaban suponiendo una merma patrimonial y un lastre de futuros escenarios.
ALEJANDRO PÉREZ CUEVA
lunes, 7 de julio de 2008
DEMOGRAFíA Y MINERíA DE ARCILLAS EN TERUEL (I):
La provincia de Teruel está empezando a vivir el desembarco de la minería de arcillas que abastecen la producción cerámica del levante español, ante el agotamiento de las principales minas de Castellón y Valencia y las serias dificultades de los nuevos proyectos mineros en estas provincias. Este hecho puede verse como una oportunidad de desarrollo económico en un territorio tan depauperado y falto de iniciativas como es Teruel. Pero ¿sirve la minería de arcillas para el desarrollo socioeconómico turolense?, ¿existe un contexto social y demográfico capaz de beneficiarse de las oportunidades de esta minería? Nuestra opinión es que en Teruel no se dan unas condiciones demográficas que permitan aprovechar el posible impulso de esta minería de arcillas.
En la evolución demográfica turolense podemos diferenciar varias fases:
-Al igual que en toda España, en Teruel se produce un acentuado descenso de la natalidad durante la Guerra Civil y la durísima posguerra. Sólo a partir de 1955 se empieza a superar el número de nacimientos que había antes de la GC.
-Durante el siglo pasado, y de modo muy acentuado durante los años 60 y 70, se produce una fortísima emigración, que llega a reducir al 10% los habitantes de bastantes pueblos del “Teruel interior”. La edad de esta emigración acentúa las “clases huecas” de la GC y postguerra, y reduce al mínimo el “baby boom” de los años 60 y 70. El “baby boom” de este éxodo rural se produce básicamente en las ciudades de acogida, lo que acaba produciendo unos fortísimos desequilibrios demográficos entre campo y ciudad, y una desertización de amplias zonas de España.
-En la actualidad se está llegando a los mínimos demográficos. Los valores de densidad de población son demoledores: 9 habitantes por km2 en la provincia y menos de 5h/km2 en algunas de las comarcas con potencialidad minera, como el Maestrazgo y Gúdar-Javalambre.
Esta estructura demográfica tan envejecida y con tan escasa capacidad de regeneración endógena, y estas densidades que rozan el desierto demográfico, tienen unas consecuencias muy perniciosas para el desarrollo socioeconómico. Al margen de Teruel y Alcañiz, y de las escasas poblaciones que superan los 2.000 habitantes, el resto del territorio apenas dispone de un mercado de mano de obra. La idea que se tiene en el medio rural turolense es que “no falta trabajo, sino personas”. En los últimos años se está cubriendo parcialmente la falta de mano de obra mediante la incorporación de inmigrantes extranjeros en el tejido laboral, pero el efecto demográfico ha sido débil, comparado con lo que ha sucedido en otras provincias.
En un territorio que es un desierto demográfico, la disponibilidad de mano de obra depende casi exclusivamente de la emigración, pero ésta tiene sus propias leyes de funcionamiento. Una de ellas, que puede explicar la debilidad de la inmigración turolense y su concentración en otros lugares, es el círculo de refuerzo interno de la inmigración, debido a las necesarias redes sociales que se establecen dentro de este sector de población tan vulnerable.
En conclusión, en comparación con otros territorios, ni la población autóctona presenta unas condiciones favorables para que nuevas industrias se conviertan en factor de desarrollo endógeno, ni siquiera la población inmigrante puede presentar soluciones “rápidas y fáciles”, en especial en industrias que impliquen localizaciones permanentes de la población laboral.
Pirámide de población de la provincia de Teruel
Fuente:
http://geopress.educa.aragon.es/Demografia_3/Recursos_humanos/Piramide_teruel.htm
ALEJANDRO PÉREZ CUEVA
martes, 1 de julio de 2008
MINERÍA DE ARCILLAS Y CONSERVACION DEL PAISAJE
Los ecosistemas también nos ofrecen valores estéticos, sentimentales, de identidad cultural, que se ven perjudicados por las actuaciones del modelo industrial de desarrollo. Valores difíciles de describir, pues obligan a abrir al exterior aspectos personales de quien los desvela, difíciles muchas veces de entender por un modelo de desarrollo basado en el crecimiento y en la unidad económica como única valoración.
La visión que se tiene del paisaje del “Teruel Interior” está lastrada por los tópicos: “Una tierra que exuda una personalidad pobre, mohína, encerrada, huidiza, bastante bien representada en la imagen de los últimos habitantes de tantos pueblos desolados; un área con poca capacidad para recibir (modernidad) pero también para ofrecer (recursos). La consecuencia ha sido la condena al olvido”. Sin embargo, este páramo cubierto por sabinares y carrascales dispersos, este yermo demográfico, guarda celosamente la memoria de dos milenios y medio de historia en los que el paisaje ha ido conformándose poco a poco, sobre el sustrato de un medio físico difícil, por la biodiversidad adaptada al mismo y por la actividad humana. Sus rasgos estéticos son tal vez difíciles de asimilar para muchas personas, pero como manifestación de la simbiosis inteligente ser humano/medio constituye un bien cultural digno de protección.
La minería destruye este paisaje, para nosotros “sagrado”. Los cambios rápidos que genera la minería difícilmente pueden ser asimilados; se nos roba el paisaje, y con él una parte del valor que muchos damos al lugar donde vivimos; en definitiva, una parte de nosotros.
Pero ¿es necesaria la minería para nuestra sociedad?. La minería acarrea unos impactos ambientales y sociales muy intensos, que hacen que sea de las actividades más difícilmente manejables en una gestión sostenible del territorio. Para compatibilizar minería con sostenibilidad, la primera medida ha de ser evitar la minería prescindible, y con este criterio, dejar de pensar en un crecimiento continuo para analizar las posibilidades de decrecer. Después, la planificación minero-ambiental. Y, por último, la correcta y rigurosa restauración.
Es imprescindible una actualización de la normativa minera, donde la declaración de interés público de los proyectos mineros no debe ser sólo una herramienta para expropiar los terrenos, sino que debe conllevar un compromiso social con el desarrollo minero, con la corrección de los impactos ambientales y sociales, y con la garantía de gestar las bases para garantizar el futuro en las poblaciones afectadas; por otra parte no pienso que sea de más interés público extraer arcillas que destinar los campos a cultivo de cereal o pastos para el ganado, o que tenga más valor que el mismo paisaje. También se necesita una planificación minero-ambiental, que en el caso de las arcillas es posible por el carácter extenso y deslocalizado de los yacimientos, y nos permite decidir dónde interesa explotar estos recursos atendiendo no sólo a criterios económicos, también ambientales y sociales.
Restaurar lleva al menos una década de aprendizaje y exige un compromiso muy grande de las empresas y de la administración. Hoy en día las restauraciones que se están haciendo en la minería de arcillas son deficientes (Galve, Riodeva, Teruel…). Las empresas grandes, comprometidas con el territorio y con vocación de permanencia pueden invertir tiempo y dinero en aprender a restaurar. Y hay que exigírselo. Las empresas pequeñas deberían asociarse y, con ayuda de la administración, comprometerse asimismo en esa tarea.
ÁNGEL MARCO BAREA
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