La sierra de Pelarda es una de las zonas menos secas
de las comarcas del Jiloca y Campo de Daroca. Su clima, en cuanto a
precipitaciones, puede considerarse casi subhúmedo, con valores medios
de 550 mm., a pesar de su carácter mediterráneo y, por tanto, sus
notables oscilaciones estacionales (máximos equinocciales) e
interanuales.
Imagen tomada de turismojiloca
El
sustrato geológico está constituido por materiales detríticos silíceos
(gravas y arenas) poco consolidados depositados durante el Cenozoico
procedentes del desmantelamiento de macizos montañosos formados por
cuarcitas y pizarras paleozoicas elevados durante la orogenia Alpina.
Las
aguas son recogidas hacia el sur de la sierra y se organizan en una red
fluvial que vierte hacia el río Pancrudo a través de los términos de
Olalla, Cutanda, Valverde, Collados, Godos, Nueros y Torrecilla del
Rebollar. El caudal de estos arroyos depende estrictamente del régimen
de precipitaciones, y su consideración puede pasar de riachuelos a
ramblas. A nivel popular, y con un tratamiento algo optimista, son
tratados como ríos. Me contaba Mariano Soguero que en Torrecilla, a
mediados del siglo pasado y posiblemente tras la lluviosa década de los
‘50, los vecinos hablaban de la existencia de …. ¡siete ríos!.
Sean
llamados ríos, riachuelos, arroyos, rieras o ramblas estos cursos de
agua presentan importantes oscilaciones en sus caudales pudiendo en
pocos meses presentar cerca de un metro cúbico por segundo a mostrar el
cauce completamente seco.
La primavera y el
verano pasado fueron muy secos. De nuevo hubo problemas de suministro de
agua en algunos pueblos de la sierra de Pelarda.
La rambla del Chorrillo de Nueros el pasado mes de julio.
Sin
embargo, el otoño fue generoso en precipitaciones. Los montes fueron
cargándose en humedad y los bosques hidratándose tras meses de sequía
inclemente. El invierno continuó bajo el efecto de la inestabilidad y
las borrascas entraron en la sierra, no tanto como en otras zonas del
norte peninsular pero más que en otras próximas, como el Alto Jiloca.
Las gravas y arenas de las rañas que conforman el sustrato litológico de
la sierra comenzaron a recargar sus acuíferos, exhaustos tras varios
años secos.
El
definitivo alumbramiento de del nivel freático se produjo tras un par
de copiosas nevadas que dejaron sendos buenos mantos de nieve por todos
los montes. Muchos de los arroyos comenzaron a funcionar a partir de
marzo y en abril presentaban caudales tan cuantiosos como para activar
los procesos erosivos en las zonas de depósito.
Los
cauces se han encontrado durante años como lechos secos. Los cantos y
gravas serán ambientes difíciles por tratarse de terrenos demasiado
permeables y por el recalentamiento al que están sometidos durante el
periodo favorable para el desarrollo vegetativo de las plantas. Tan solo
algunas gramíneas y otras plantas anuales de carácter xerofítico
consiguieron colonizar estos sustratos. En los márgenes, espinos y
zarzas acceden con problemas al freático e incluso son colonizados por
tomillos y aliagas de las laderas próximas.
Sin
embargo entre las gravas y las arenas depositadas en estos cauces se
han conservado las formas de resistencia de los organismos acuáticos que
habitaban estos arroyos temporales. Huevos, propágulos, esporas,
quistes, semillas ….. bien desnudas bien retenidas entre los filamentos
de las algas llevan años soportando largos periodos de sequía y frío.
Uno
de los productores más importantes en estos ecosistemas acuáticos son
las algas filamentosas. Son clorófitos cuyas células se agrupan formando
hilos de un color verdoso.
Algas verdes filamentosas. Foto: Universidad de León
En
estos ambientes forman parte de la comunidad bentónica adhiriéndose a
la superficie de las gravas y de los guijarros del lecho de los arroyos.
Las
clorofíceas filamentosas realizan tanto la reproducción sexual como la
asexual. En esta última modalidad, los filamentos desprenden acinetos,
unas células perdurables vegetativas dotadas de paredes gruesas que les
permiten soportar las condiciones desfavorables. El cigoto resultante de
la reproducción sexual almacena sustancias de reserva (almidón y
aceites) y se protege por una gruesa pared celular transformándose en
una forma de reposo capaz de resistir el frío y la sequía.
Desde
marzo el lecho de gravas estuvo empapándose. Las formas de resistencia
de estas algas verdes comenzaron entonces su activación, bajo unas
condiciones de bajas temperaturas (heladas nocturnas), de fotoperiodo
creciente y de caudales también en crecimiento, sobre todo tras las
nevadas de marzo y abril. Estos sistemas fluviales pasaron del nada al
todo en unas pocas semanas.
A lo largo del mes
de abril, las corrientes de estos arroyos presentaban una gran energía.
El abundante caudal, la velocidad alcanzada en sus cabeceras, el
dinamismo del lecho cuyas gravas y cantos estuvieron durante días en
permanente remoción …. ofrecían unas condiciones inestables en las que
se produciría simultáneamente el inicio del desarrollo de los filamentos
y la migración de estas jóvenes algas fijadas en la superficie de las
partículas detríticas.
En el mes de mayo, tras
pasar el pico del deshielo, aumentar las temperaturas y, sobre todo,
crecer el número de horas de luz diarias, comenzó un desarrollo
explosivo de las algas verdes filamentosas en los arroyos.
En la Riera de Nueros cambió incluso el paisaje.
Algunas algas verdes de menor desarrollo tapizan los cantos de los rabiones, las zonas de corriente más intensa….
Otras aprovechan los remansos que se forman entre los cantos de mayor tamaño al frenarse la corriente…..
Otras formas se fijan a los depósitos de limos de los márgenes ….
Las más, a los guijarros laterales, donde la rugosidad del sustrato frena la velocidad del agua ….
Los
procesos reproductores de las algas verdes se aceleran durante estos
días. Se desprenderán células vegetativas aisladas y fragmentos de los
filamentos; en otras especies se producirán zoosporas, esporas
flageladas obtenidas por mitosis, y en otras aplanósporas, esporas
esféricas carentes de flagelos. Al tiempo, se producirán gametos, más o
menos semejantes, más o menos móviles, formando nuevos cigotos, nuevos
individuos genéticamente diferentes, que funcionarán como formas de
resistencia ante un eventual estiaje.
Estos
propágulos son arrastrados por la corriente y colonizarán nuevos
territorios aguas abajo. Pero no cesa la incertidumbre. No quedan muchos
sustratos adecuados sin ocupar por otras algas verdes. La competencia
es intensa. Hay zonas donde el sombreado de los chopos es denso
limitando así la fotosíntesis. El nivel puede reducirse si junio viene
seco y el verano se adelanta. La vida de estas algas también está
sometida a múltiples presiones ambientales.
Para que luego nos quejemos del estrés en la vida actual.
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