Historias del Ebro (3)
Isidro es un agricultor de Alagón que en marzo de 2015 año
vio cómo el Ebro arruinó su cosecha. Desde hace un porrón de años, acabada la
mili, se reúne habitualmente en Zaragoza con Pedro, de Pina, que se dedica al
sector de la extracción de áridos. También acude Hilario, de Caspe, diputado de
las Cortes de Aragón por el partido del Gobierno de aquellos años, y Ángel, oficinista
y ebronauta de la capital.
La reunión de marzo de aquel año fue mucho más acalorada que
de costumbre. Isidro estaba que se salía porque había perdido mucho dinero.
Algunos de sus vecinos todavía perdieron más: animales, enseres de la vivienda,
cosechas, tractores... Era el portavoz de un clamor colectivo: ¡Ya estaba bien!
¡Todos los años lo mismo! Hilario y sus inútiles compañeros de Gobierno tenían
que coger el toro por los cuernos. Sus propuestas: limpiar de brozas y árboles
las orillas del río, hacer diques para que el agua no se salga de madre, levantar
todas las carreteras que atraviesan el valle y dragar el río, para que el agua
vaya más rápida.
Ángel se echaba las manos a la cabeza: ¡pero te crees que
con eso vas a solucionar el problema! El Ebro es más tozudo que tú, y cuando se
le pase por el forro, cogerá sus escrituras… y ¡a la mierda otra vez tus
melocotoneros! y de paso, el puente del Pilar, si te descuidas. Pedro echaba
leña al fuego: hombre, limpiar de broza el río no está mal, pero lo siguiente
debería ser la chopera de tu amigo, el de Cabañas, y después tus melocotoneros.
¡Planta coles…, o arroz…, como antiguamente! Hilario decía que algo habría que
hacer, pero que no estaba claro, que algo tendrían que decir los técnicos.
¡Pero si son todos unos ecologistas que sólo se preocupan por los pajaritos!,
bramaba Isidro. ¡Y se ve a la legua que no saben nada! Si no, ¿por qué la riada
ha sido tan cabrona como la del 61, con la mitad de agua? ¡Hombre, algo tendrán
que ver tus melocotoneros… y los empalmes a la autopista!... y la carretera de
Pradilla…y el polígono de tu pueblo… terció socarrón Ángel, que tenía sangre
valenciana.
Al final, calmados los ánimos, concluyeron que lo de
levantar las carreteras, ni de coña, que era mucha pasta: con mucho menos
dinero se podían hacer motas y diques donde dijesen los técnicos. Lo de limpiar
y dragar…, podría ser…, algo ayudaría. Lo de expropiar campos, como apuntaba Ángel,
vale, pero lo menos posible. Pedro se ofreció: ¡Si hay que dragar, se draga,
pero voy a perder dinero! Estaban ordenando el territorio, y como Hilario era
el presidente de la Mesa del Agua, alguna influencia tuvo en lo que pasaría
después. Ángel apuntaba que era necesario educar a la gente. ¡No seas inocente,
Angelillo!, decía Pedro. Hilario era partidario de alcanzar un compromiso entre
opiniones e intereses de la gente. ¡Cómo se nota que eres político… y de Caspe!
¿Pero, con quién? ¿Con los ecologistas…? preguntaba Isidro. Y concluía: Habría
que hacerlo con el Ebro, pero ese no sabe de componendas. O lo domas, o ya
verás cómo me jode otra vez los melocotoneros.
Era otro marzo, de 2032. Caras largas. Isidro no había
perdido sus melocotoneros porque los había arrancado tras la riada del 2021,
aburrido. Pero no le gustaba lo que no veía. El agua había bajado más rápido
que nunca por la Ribera Alta, a toda leche hasta Zaragoza. La riada casi había
pasado, y todavía no aparecían los restos del puente del Pilar. ¡Tranquilos,
que ya saldrán la piedras cuando draguemos el tramo de la Ribera Baja! terció Pedro,
pero a nadie le hizo gracia. Ángel, socarrón, le decía a Hilario, que volvía a
estar en el gobierno, otra vez en temas de agua, que esta vez se apuntase a
algún cursillo antes de tomar decisiones. ¡Es que en esto de Ordenación del
Territorio no se puede cantar de oídas, sin saber solfa ni la letra¡ ¡Para eso ya
está la Operación Triunfo¡
Alejandro J. Pérez Cueva
Colectivo Sollavientos
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