Gonzalo Tena Gómez*
Que sí, que sí, nada de
sensacionalismos, que la prensa amarilla no nos va. Fue el 22 de julio. Entró
en la villa por el mismo camino por donde sorpresivamente se presentó en 1975
–se le esperaba por la otra entrada-, año de su primera visita, acompañado del
añorado Luis Vicente Ariño. A partir de
entonces su presencia y su voz se regularizaron en el pueblo durante unos
cuantos agostos. Así pues, reavivando el recuerdo de los presentes, su espíritu,
ora socarrón, ora triste y hermosamente meláncolico, irrumpió en el Paseo que,
a partir de este día, llevará su nombre. Así lo atestigua la placa de cerámica
turolense, descubierta intermitentemente por un vientecillo juguetón y reconfortante
y, definitivamente, por Juana de Grandes, acompañada de Paula Labordeta, dos
grandes afectos de nuestro querido polifacético personaje, presentadas por el
alcalde, Román Izquierdo. Desplazada la cortinilla cuatribarrada, Juana dirigió
a la asistencia unas emotivas palabras de agradecimiento, explicó las
circunstancias que hicieron llegar a José Antonio a Jorcas por primera vez y certificó
su regreso.
En el nuevo (y a falta de
lucir las fachadas) Salón Multiusos se exhibía por primera vez en Teruel los
paneles de una exposición itinerante que refleja completamente la vida y obra
de Labordeta. Allí nos dirigimos. Magnífica. Inevitables comentarios.
Unas cervecicas y
charradeta -que se prolongaría en la sobremesa- en El Horno, reconvertido en
bar comunitario: el paisaje, la educación, el Parque Cultural del Chopo
Cabecero, la recuperación de los dances, el papel del empresariado en la
provincia…
La agradable comida
grupal, en los Multiservicios de Aguilar (parece que se va imponiendo este
modelo), fue elaborada con gusto por “contraemigrantes”:
de Almazora (Castellón) a Aguilar del Alfambra. El Teruel interior también es receptor
de población.
Último plato fuerte de la
jornada, con el vistoso decorado arquitectónico de la iglesia: la presentación
del libro Paisajes queridos, transcripción de cinco cuentos breves inéditos,
mecanografiados e ilustrados en tinta roja por el autor, escritos entre 1961 y
62 y contenidos en una carpeta azul rescatada de un cajón después de múltiples
mudanzas. Esta obra ha sido publicada recientemente por la Fundación José Antonio
Labordeta y reseñada por Ian Gibson en el diario El País. Su “estilo
telegráfico” revela la ternura por unos
personajes constreñidos por un destino ligado al paisaje en el ambiente
opresivo de la posguerra. El prólogo y la edición son del especialista Antonio
Pérez Lasheras, interviniente en la presentación junto a Lucía Pérez y la
propia Juana de Grandes, antigua profesora de latín y griego en el Instituto de
Teruel.
Y como que Labordeta no
podía reaparecer sin un disco nuevo,
pues en la mesa estaba, al alcance de todos los bolsillos, En el jardín de
la memoria, diecinueve canciones comentadas también inéditas,
recopiladas de sus conciertos, desde el
de Suecia en 1969 hasta 2007. Todas ellas curiosas e interesantes, entre las
cuales, una encendida elegía a Ernesto Che Guevara (“Che”).
Tras recibir el regalo de
un cartel con las pinturas de Fernando Peiró, para las cuales Labordeta compuso
sendos poemas, Juana –qué gran persona- se dispuso amablemente, manos a la
obra, a dedicar y firmar libros a quienes tuvimos la suerte de asistir al acto,
en familia, eso sí, numerosa, de la que formó parte Ricard Pérez Casado, ex
alcalde cultísimo de Valencia.
Y el encuentro de
personas ligadas a la cultura turolense como Agustí Feliu, Gaspar Izquierdo,
Clemente Alonso, Chabier de Jaime, Juanjo Martín, Toni Losantos, Mª Luisa
Perruca, etc., se fue diluyendo como la luz del atardecer.
Dijeron que habías muerto
¡rediós qué contrariedad!
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