Es erróneo referirse al último episodio de lluvias torrenciales e inundaciones como “la DANA del 29 de octubre”
1.-Imagen de satélite del 29 de octubre de 2029 en la que se aprecia junto al Mediterráneo la extraordinaria capa de nubes que descargó cantidades de lluvia que llegaron a los 772 litros por metro cuadrado en Turís (Valencia). Foto: Eumetsat
El 29 de octubre se produjo en varias zonas de España un excepcional temporal de lluvias torrenciales y persistentes que derivó en un episodio histórico de inundaciones. Las consecuencias, con más de 200 personas fallecidas y pérdidas económicas incalculables, son de dominio público, pero en estas últimas semanas asistimos, sorprendentemente, a una confusión generalizada sobre los factores que intervinieron en la excepcionalidad del temporal y constituye una verdadera paradoja que, de forma masiva, incluso en ámbitos especializados del mundo de la meteorología, se hable continuamente de “la DANA del 29 de octubre” para referirse a este episodio. Es incorrecto. La DANA, como en otras situaciones atmosféricas famosas que produjeron lluvias intensas (en algunos casos con inundaciones, en otros no), sólo es un ingrediente, y no el más importante, de un escenario conjunto en el que intervienen factores meteorológicos, geográficos, territoriales y urbanísticos, entre otros.
Lo correcto es hablar de temporal de lluvias intensas o de inundaciones
Para referirnos a lo acontecido el 29 de octubre de 2024 en muchas poblaciones de la Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, Andalucía, Murcia y otras zonas de España lo correcto es hablar de temporal (de lluvias intensas) o de inundaciones. También, por supuesto, de riada, de la misma forma que ocurrió en 1957 en Valencia. “La riada de 1957” es una denominación correcta, que sintetiza bien lo sucedido en la capital del Turia tras el desbordamiento del río del mismo nombre los días 13 y 14 de octubre de 1957. Aunque ya se conocía entre los meteorólogos, el concepto gota fría no era popular todavía, y eso evitó que se usara. A pesar de que uno de los factores meteorológicos de aquel temporal del 13-14 de octubre de1957 fue una gota fría, hubiera sido peregrino que después alguien se hubiera referido a aquel hito de la historia de Valencia como “la gota fría de 1957”. De la misma forma, es absurdo que actualmente, y de manera indiscriminada, no en las conversaciones de calle, sino en círculos especializados y científicos se hable, tanto en redes sociales como en publicaciones, de “la DANA del 29 de octubre” para referirse de forma genérica a lo sucedido.
Tras las trágicas inundaciones del 19 y el 20 de octubre de 1982 en las provincias de Valencia, Alicante y Murcia se popularizó la gota fría. El impacto social fue demoledor tras la rotura de la presa de Tous y la gigantesca avenida del río Júcar, ocurridas tras caer aguas arriba cantidades de lluvia cercanas a los 1.000 litros por metro cuadrado en menos de 24 horas. Una vez que se supo que en aquel temporal de lluvias excepcionalmente torrenciales intervino un factor denominado gota fría, el imaginario popular lo hizo suyo y en los años posteriores se asoció erróneamente el concepto como algo equivalente a inundaciones. Eso ocurrió hasta la saciedad en los años 80 y 90, hasta el punto de que, con la mejor de las intenciones, un grupo de meteorólogos propuso un nuevo término para intentar acabar con aquel mito de la gota fría que continuamente daba pie a creencias erróneas. Así nació la DANA, acrónimo de depresión aislada en niveles altos. Uno de los objetivos era erradicar la asociación del término gota fría con inundaciones y difundir uno nuevo para evitar su mal uso, es decir, que la gente y los medios de información dejaran de utilizar el concepto como un sinónimo de catástrofe.
Del mito a la psicosis
La intención era loable, aunque los hechos acaban de demostrar que el cambio de nombre no ha servido de mucho. Tras lo del 29 de octubre hemos pasado del mito de la gota fría a la psicosis de la DANA y, visto lo sucedido en los 80 y 90, es probable que nos esperen varios años en los que inevitablemente se asocie la palabra DANA a inundaciones, cuando es un error manifiesto. Por esa razón, en los ámbitos meteorológico, científico, periodístico e institucional debería hacerse una reflexión acerca del uso del término y abordar la necesaria divulgación para que la sociedad entienda que esa asociación es errónea y puede alimentar una psicosis injustificada.
Los temporales de lluvias intensas que se producen en las comunidades del Mediterráneo y otras zonas de España los causan varios factores. A veces, también hay una gota fría o DANA, es decir, un embolsamiento de aire frío en las capas altas de la atmósfera. Poniendo como ejemplo la Comunidad Valenciana, los elementos fundamentales son otros: el primero un temporal de vientos de levante con un importante recorrido marítimo. El segundo, que en otoño la temperatura del agua del mar es alta. Y el tercero, que tierra adentro, en las comarcas valencianas del interior, hay cadenas montañosas que fuerzan al aire a ascender cuando sopla ese viento de levante cargado de humedad. Ese ascenso y la gigantesca condensación de vapor de agua que se produce en esas condiciones son la clave del problema, ya que suele derivar en precipitaciones muy intensas, que son la base de los temporales de lluvias torrenciales.
Si además hay una DANA o gota fría en las proximidades, dependiendo de su posición, puede aumentar la intensidad de las precipitaciones. Pero una DANA, por sí misma, no es la clave del asunto y los otros factores son mucho más importantes. Cuando la superficie del Mediterráneo está tan cálida, como al final del verano y en otoño, una borrasca en capas bajas que empuje esos vientos con recorrido marítimo hacia la fachada mediterránea no necesita que haya una DANA en las alturas para producir lluvias intensas. Incluso un potente anticiclón al norte o noreste de la Península, con su centro de altas presiones en alguna zona del continente europeo, puede ser problemático al empujar aire con gran recorrido marítimo hasta las comunidades del Mediterráneo español.
En resumen: una gota fría o DANA no es suficiente para causar lluvias torrenciales y hay otros factores involucrados, hasta el punto de que las inundaciones pueden ocurrir sin que estén presentes. Creer que una gota fría o DANA significa necesariamente inundaciones es un error que ya se cometió en el pasado y sería absurdo que vuelva a ocurrir. Y constituye un contrasentido que el término se utilice de forma indiscriminada por parte de meteorólogos, científicos, comunicadores y autoridades políticas, como si se tratara del agente fundamental que causó las inundaciones.
Vicente Aupí
Escritor y divulgador científico.
* Artículo original publicado en el blog de Aemet.
https://aemetblog.es/2024/12/07/del-mito-de-la-gota-fria-a-la-psicosis-de-la-dana/
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