Pero el profesor Nicolau señala que detrás del despoblamiento también hay razones económicas, materiales, relacionadas con el funcionamiento de la economía de mercado, con el sistema capitalista, que necesita concentrar los factores de producción (materias primas, capital, mano de obra/tecnología, información) en determinados lugares (grandes ciudades) a costa del vaciado de otros (medio rural). Y parece que el actual capitalismo financiero es todavía más indiferente al territorio. Los efectos de esa apuesta de la “economía” por las ciudades en detrimento del campo se plasman, no sólo en las menores oportunidades de trabajo, sino también en la de servicios. La oferta de servicios básicos como educación, transporte y salud es inferior a la disponible en las ciudades. Y esta es una de las principales causas, de tipo material, por las que muchas familias han optado por dejar su pueblo.
Las nuevas formas de la economía, los nuevos sistemas de comunicación y medios de transporte y de movilidad probablemente requieran de un modelo de ocupación del territorio distinto al actual, que tiene sus orígenes en la sociedad medieval e incluso en las anteriores y que se desarrolló bajo unas tecnologías desaparecidas en la actualidad.
También hay circunstancias ecológicas que influyen en el despoblamiento. Las regiones de menor productividad biológica, más inaccesibles y de condiciones climáticas más adversas se han vaciado más. No es lo mismo vivir en la Llanura de Aquitania o en la campiña andaluza que en la zona más continental de la península ibérica como es buena parte de la provincia de Teruel.
La despoblación ha adquirido en Teruel un gran protagonismo en los últimos meses. No sólo en los medios de comunicación, también en las referencias a esta situación desde diferentes instituciones: Diputación General de Aragón, Diputación Provincial de Teruel, Comarcas, Ayuntamientos. Pero si observamos que, a lo largo de los años, a pesar de la concienciación ciudadana, también política, no se ha invertido la tendencia de pérdida de población, hemos de pensar que el despoblamiento no se ha abordado políticamente de manera decidida y que además hay posiciones diferentes entre la clase política, los agentes sociales y la propia ciudadanía.
Además de las dimensiones cultural, económica y ecológica, el fenómeno del despoblamiento tiene también una dimensión política:
<En función del tipo de política territorial que se aplique, el proceso puede –si no revertirse- sí al menos ser manejado. En la Unión Europea se han aplicado políticas con mucha dotación económica para mantener la actividad en el medio rural. Como ejemplos, ahí están la PAC y los programas Leader. Reconoce su carencia del conocimiento suficiente para tener una opinión sobre la efectividad de estos y otros programas. Sospecho que habrán tenido fallos de concepción y de ejecución, pero intuyo que sin ellos todo habría sido peor.
Parece haber un consenso en que hay mucho margen de mejora en la dotación de servicios básicos al medio rural, medida primordial para mantener a la población. Hay posiciones políticas que arguyen el elevado coste económico de los mismos para no mejorarlos al nivel que sería necesario. Pero, obviamente, este es un asunto puramente político, que tiene que ver con las prioridades en el gasto para cada gobierno. Y sabemos que en España en los últimos decenios se han priorizado otros sectores e intereses por encima del mundo rural. No entraré en el trasvase de fondos públicos hacia la banca y las grandes empresas para no ser tildado de hacer demagogia.>.
En el Colectivo Sollavientos se ha vivido y participado en la controversia entre dos perspectivas políticas sobre cómo revitalizar el mundo rural: la que tiene su centro de gravedad en las inversiones externas, ya sean públicas o privadas, y la que lo tiene en un aprovechamiento de recursos endógenos por parte de un tejido social autóctono. Obviamente, ambas no son excluyentes, sino que se solapan y complementan. Las gentes del Colectivo Sollavientos hemos tomado partido respecto a iniciativas como la minería de arcillas en el Teruel Interior, la planta de cogeneración de Aliaga, el fracking del Maestrazgo, etc. Y conocemos la polémica de tantos y tantos proyectos, desde parques eólicos, a las autovías a Cuenca o a Molina de Aragón, la carretera de Javalambre, etc. Algunas de estas iniciativas eran directamente un engaño (el parque temático medieval que se quería construir en Gargallo o el proyecto de casinos de Gran Scala en los Monegros). Otras muchas ocasionan un impacto ambiental que afecta a valores paisajísticos claves para el desarrollo endógeno a partir del turismo o del sector primario. El balance entre el efecto dinamizador de estos proyectos y sus efectos ambientales negativos es materia de discusión y controversia. Y algunas otras iniciativas externas han dinamizado claramente el territorio, como Dinópolis, fábricas de Monreal del Campo o de Utrillas, el aeropuerto de Teruel o la autovía Sagunto-Teruel-Zaragoza.
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