Olga Estrada Clavería*
Austero, silencioso, impenetrable,...
Una hermosa tierra donde acudir cuando se trata de perderse.
Malos tiempos para los territorios
vírgenes, malos tiempos para las tierras calladas. Malos tiempos para los resistentes.
No hay rincón ni fresco río donde no
llegue el ruido global, zafio y desconsiderado que tañe y entona cantos de sirena.
¿Seguiremos alimentando un futuro cada
vez más enredado y oscuro, más dependiente y alejado de la alegría del buen
vivir, más incierto, menos seguro?
Malos tiempos para los que piensan,
responden y ponen en tela de juicio todo el artefacto programado.
Malos tiempos también para los que
deberían detener la insensatez y no lo hacen por seguir creyendo en un Dios
omnipotente, desarrollista, esquilmador de recursos, de bienes y valores
comunales. Sus ocultas palabras envuelven e inquietan la leve fragancia de
lo suficiente.
Malos tiempos para quien no
ambiciona nada, nada que no sea su propio canto, su propia vida, su digna
estela. Malos tiempos para pequeños tejedores y artesanos, malos tiempos para
las tierras calladas.
La máquina imparable, codiciosa y
ajena, ¿penetrará finalmente ansiosa y ávida de tesoros y secretos gestados
tiempos ha? ¿Conseguirá el oro-gas, objetivo final desesperado de una cultura
que arrasa, dejar tras de sí vertederos, desiertos,… la nada?
*Colectivo
Sollavientos
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