miércoles, 17 de septiembre de 2014

PREGÓN PARA EL OTOÑO DE ALIAGA







Gonzalo Tena Gómez*



¡Atención viajeros y viajantes paseantes y caminantes ciclistas y cicloturistas, naturistas y naturalistas fotógrafos y pintores musulmanes cristianos y budistas cazadores y recolectores cromañones y neandertales pastores y agricultores becarios y doctoras estudiantes y profesores clérigos y seglares niños y mayores gente seria y risueña casados solteros y divorciados y sus versiones femeninas convencionales y travestis moteros y automovilistas escaladoras contemplativas lectoras de todos los géneros literarios conservadores y anarquistas nudistas y recatados taurinos y animalistas ornitólogas y botánicos vegetarianos y omnívoros feministas señoras y señores (añádanse pares de grupos de personajes estrambóticos o asimilados al gusto, y ya casi tengo medio artículo); saboreadores del paisaje!:
Aliaga está aderezando su otoño para recibiros. Allí os esperan:
Pliegues geológicos fantásticos y estratos arrugados de caliza blanca unos y dorados y enhiestos otros, coronados por cabras salvajes, en pose fotográfica, alerta, después de ascender de fuentes y riberas cuando se les sorprende en los atardeceres.
Toda la rica y variada fauna y flora que se reseña en la reciente guía fácil del Parque Geológico (ya a la venta) y la que no.
Una amplia colonia de buitres leonados, que quieren comer y redondean su vuelo, pero no, no vienen a por vosotros.
Su flamante oferta de alojamiento hotelero y otras más asequibles. Su lindo albergue, de punta en blanco y amarillo, a punto para quien quiera gestionarlo.
Sus ríos y fuentes con el rumor recobrado, que estuvieron esperando la lluvia muchos meses, arrebatados por la tremenda tromba de agua y granizo del sábado 6 de setiembre y el pueblo ya puesto a punto y limpio.
 Sus fotogénicas masadas en ruinas y  sus bellas masadas restauradas.
Sus caminos y senderos marcados y no marcados y sus pistas deseando ser recorridos pacientemente, con actitud contemplativa u observadora. Mil rincones por descubrir e itinerarios por trazar.
 Su Olla con pliegue de serpiente, su Porra erguida y su castillo venerable (atención con la ascensión).
Sus abruptos y escarpados barrancos y sus bestiales panorámicas y sus vistas ribereñas sosegadas.
Sus hermosas cicatrices tras el aciago incendio del nuevo milenio. Que sea el último.
Sus aromáticas sargas en las riberas. Sus hileras de añejos y fantasmagóricos gigantes chopos cabeceros que han desistido de la escamonda de antaño, en breve revestidos de oro fúlgido.
Sus hermosos solanares moteados de enebros y sabinas negras de color verde aguacate. Y las sabinas escaladoras en vivac permanente sobre las paredes calizas de vértigo. Peñas escarpadas empapadas de la nostalgia de las miradas de los visitantes precedentes.
Y sus salvias, espliegos, ajedreas, erizos y, cómo no, espinosas  aliagas. Los villomos amarilleando y los espinos y los azarolleros.
Y quizá algún rebollón.
El arrullo musical de las bandadas de abejarucos multicolores.
Y todos los pinos negrales y  albares. Y el pino de Cobatillas negro carbón y verde negral, símbolo de supervivencia ante todas las crisis. Y el de Casimiro en el horizonte de La Lastra. Y los pobrecicos de repoblación alineada. Y esos arces que se encienden en tonos rojizos en las laderas elevadas al pie de las peñas. Y las sufridas carrascas colonizando espacios imposibles y algunas orondas encinas en los ribazos. Y los rebollos cuajados de agallas marrones redondas.
Y sus espectrales ruinas industriales.
 Sus bollos, sus tortas y sus variadas pastas dulces tradicionales. Y una miel deliciosa. Su coqueto supermercado.
 Su recoleta biblioteca, acogedora y familiar.
Sus frescas noches diáfanas de un millón de estrellas fijas y alguna fugaz pendiente de vuestro deseo.
 Y su gente.


* Colectivo Sollavientos

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