Ilustración de Juan Carlos Navarro |
En una época (más de un siglo ya) en que los
hidrocarburos son la savia del sistema económico mundial, encontrar petróleo y
gas bajo el subsuelo es el sueño de cualquier país. Desde la década de 1940, el
Estado español impulsó la prospección de estos combustibles en zonas que ofrecían
posibilidades. El descubrimiento de un yacimiento explotable en Ayoluengo
(Burgos) en 1964 y la crisis del petróleo de 1973 aumentaron el interés nacional
por ellos. Proliferaron estudios del subsuelo mediante prospección sísmica
(técnica basada en la transmisión de las ondas sonoras, análoga a la ecografía
en medicina) y pozos de exploración en zonas como los valles del Ebro y el
Guadalquivir, Cantabria, La
Rioja o el Maestrazgo.
Entre los varios cientos de sondeos que se realizaron
en toda España, dos estaban en la provincia de Teruel: el denominado “Mirambel-1” (1974), en el término de
Tronchón, y el “Maestrazgo-2”
(1977), en Mosqueruela. Ambos alcanzaron profundidades cercanas a 3000 m . Las torres de
perforación, de más de 20
metros de altura, y los trabajos, que se prolongaron a
lo largo de meses, fueron un espectáculo para los habitantes de los pueblos vecinos.
Las cuadrillas formadas por decenas de trabajadores, el sonido de las brocas horadando
el subsuelo día y noche, alentaron durante la década de los 70 la esperanza de
un desarrollo futuro de la provincia que evocaba la épica del Far West norteamericano.
Pero los estudios no arrojaron resultados positivos, y todo acabó en un intento
vano.
En los años 80 sí se produjeron en España
nuevos descubrimientos de petróleo, la mayoría en la plataforma marina (campos
de Amposta y Casablanca frente a las costas de Tarragona), y de gas, como el del
Serrablo (Huesca). Este último se agotó a comienzos de los 90, mientras que los
de la plataforma del delta del Ebro se mantienen en activo. También se han
localizado yacimientos en el área de Cantabria-País Vasco-La Rioja, valle del
Guadalquivir, y en las plataformas del Cantábrico y golfo de Cádiz. Aun con
todo, el total de la producción de hidrocarburos en nuestro país solo alcanza a
cubrir el 0,2-0,5 % del consumo.
Ningún otro intento exploratorio se hizo en
la provincia de Teruel, hasta que el decaimiento de las reservas de
hidrocarburos convencionales en todo el mundo despertó el interés por los no
convencionales, y en particular por el llamado gas de pizarra (shale gas) que
se explota mediante la técnica de fracturación hidráulica o fracking. En 2012
la compañía Montero Energy, filial entonces de la multinacional canadiense R2
Energy, presentó varias solicitudes de investigación de gas de pizarra en
Aragón y norte de la
Comunidad Valenciana , entre las que se encontraba el proyecto
Platón, en el área entre Villarluengo, Fortanete, Cantavieja, Mosqueruela,
Puertomingalvo, Mirambel y Bordón. El enorme impacto ambiental que tiene el
fracking (consumo de recursos, impacto paisajístico, peligro de contaminación de
acuíferos…) hizo que una buena parte de la sociedad del Maestrazgo, tanto en
Teruel como en Castellón, se manifestara en contra de dichos proyectos y
presentara alegaciones con el apoyo de colectivos científicos y académicos. Se temía
que su desarrollo pudiera llegar a constituir una perversa herencia que
hipotecase por completo el futuro de estas comarcas sin abrir expectativas de
desarrollo alternativo a largo plazo. Ante las dudas que suscitaba, el Gobierno
de Aragón dejó pasar el tiempo sin conceder ni denegar el permiso de
investigación Platón, a pesar de que Montero Energy fue comprada entretanto por
la compañía aragonesa SAMCA. Sin embargo, la resolución que sí emitió la Generalitat Valenciana ,
que obligaba a que se reformularan los proyectos de Castellón y se excluyera expresamente
el uso del fracking, hizo que la empresa desistiera finalmente de ellos el
pasado año. Nada se sabe oficialmente del permiso Platón, si bien en el mapa
oficial de permisos de investigación que se muestra en la web del Ministerio de
Industria tampoco constaba ya en 2017.
Para
algunos, este nuevo pinchazo podrá parecer una oportunidad perdida, pero la
cuestión hay que verla con algo de perspectiva histórica. Regiones de EE.UU.
donde el fracking parecía una fuente duradera de riqueza hace unos pocos años
están viendo cómo los pozos se agotan rápidamente, el empleo desaparece y las
veleidades del precio del crudo en los mercados arruinan muchas empresas. En
otro plano muy distinto, la explotación de la decena de pequeños pozos que de
forma testimonial quedaban en Ayoluengo concluyó el pasado mes de enero, al
cumplirse 50 años de su inicio y no ser renovada por parte del Gobierno la
concesión de explotación. El Dorado petrolífero español es hoy otro pueblo
olvidado más del páramo castellano, similar a aquél que Berlanga retrató en la
inolvidable “Bienvenido, Mister Marshall
José Luís Simón Gómez
Colectivo Sollavientos
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