El mensaje que se repite de forma
machacona es la necesidad de crecer, de aumentar el PIB, de incrementar la
renta y la producción. Pero este mensaje choca con la realidad de que los
recursos son limitados, que la población crece de forma desproporcionada sin
que existan bienes para todos, que la desigualdad es cada vez más grande.
Se ha vivido con la convicción de que
los recursos eran ilimitados y que disponer de ellos sólo requería de trabajo y
medios para conseguirlos. Este axioma se ha quedado grabado en el inconsciente
y, lo que es más difícil de cambiar, en el modelo social y en los
comportamientos derivados. Pero hay que dar el paso mental y actitudinal hacia
la realidad, y ésta es que los recursos tienen límites y que en algunos casos
estamos llegando a su extinción, por lo que se impone una limitación drástica
del consumo y del modelo que lo sustenta, y una apuesta por el decrecimiento en
la economía individual, en la local y en la global.
Otro de los falsos conceptos que se ha
instalado en la sociedad y ha calado en las mentes de casi todos es la creencia
desmedida en la tecnología, llegando a considerar que cualquier problema o
situación la va a poder solucionar algún invento o recurso tecnológico. Esto se
traduce en que podemos crecer ilimitadamente, o consumir los recursos, o
deteriorar el planeta sin medida, porque la eficiencia y la innovación tecnológica
corregirán todos los desmanes que se produzcan. Quizás esta creencia es aún más
peligrosa que la anterior, pues es pura fe en un futuro por crear, una fe sin
fundamento. La propia tecnología tiene sus limitaciones, y según algunos
científicos la mayoría de los inventos ya están realizados y el crecimiento de
los mismos es cada vez menor.
También se engaña a la mente y se
oculta la realidad con lo que se ha llamado el escepticismo incrédulo, que
llega a afirmar ante cualquier situación o estudio que plantea riesgos futuros
o no tan lejanos, que “esto nunca ha
pasado”, por tanto, no tiene por qué suceder. Es una falsa lectura de la
historia del planeta, sin tener en cuenta que tampoco nunca ha habido tantos
habitantes sobre la Tierra y que nunca en la historia de la humanidad se ha
consumido tanto y se han utilizado los combustibles fósiles de forma tan
intensiva.
Ante la realidad de la falta de
recursos, del consumo desaforado, de los graves impactos sobre el planeta, de la pérdida de biodiversidad, de la creciente
desigualdad entre países y entre personas, sólo queda apostar por un cambio de
modelos en el consumo, en el uso de los recursos y en el sistema económico y
social.
De aquí la apuesta entre vivir con más
o vivir mejor, de seguir creciendo o apostar por el decrecimiento como sistema,
de buscar nuevos modelos en el sistema energético, de respetar el planeta por
encima de nuestros caprichos e intereses. En definitiva, apostar por un futuro
con mejor calidad de vida para todos, aunque sea con menor cantidad de cosas.
Javier Oquendo
Colectivo Sollavientos
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