12 / 9 / 20: Hoy he recibido el espaldarazo definitivo a mi convicción de que el coronavirus campante va en serio: se ha cargado a nuestro querido y admirado allocino. La vida que ha tenido Joaquín ha debido ser muy satisfactoria profesional y humanamente, pero, joder, podía haber continuado unos cuantos años más, que el zagal estaba a tope y aún nos iba a dar muchas alegrías. Es hora de evocar –dando rienda suelta a la nostalgia- los momentos de proximidad física y, sobre todo emocional con la figura y, sobre todo con la cálida voz de nuestro trovador turolense.
Empiezo con las casetes grabadas –a veces empalmadas con celo, de empeño y de plástico, cuando se cortaban de tanto ponerlas- escuchadas en mi 127 amarillo en el viaje de Barcelona a La Aldehuela, entrando en Aragón, o en el casete portátil con correa, allí en la galería con vistas al pantano de la central: Arcillas y romeros; Soy de una tierra mudéjar, antigua como el valor, soy judío, griego, moro, celtibérico soy yo; Pascual, Pascual, tú a lo tuyo, que es trabajar; la Paca siempre se encierra con hombres en el corral;… Me gustaría darte el mar (tantas veces nos lo has dado, Joaquín).
Ah, se me olvidaba el tiempo del vinilo: el cuarto LP (Sin ir más lejos, 1979) con el dibujo de tu cabeza, sonrisa espléndida, todo guapo con el bigote y la media melenilla de moda entonces. Y aquel recital con tu guitarra en el rincón de la ducha de la piscina de Aliaga en fiestas (que iba a cantar “el del aceite”, dijo Anamari el día de antes). Actuación sometida a interrupciones de borrachos: Con el clarear… “se marcha el tren, se va mi amor, yo me voy con él”, coreaban los jumeros, entre la piscina infantil y la de los mayores; Al anochecer… y dale otra vez, sin contemplaciones, mientras el bueno de Carbonell reprimía su mosqueo-cabreo con cara de circunstancias sin interrumpir el recital. Y la sentida carta que yo le escribí muchos años después recordándole la anécdota, que él debió leer, pero no contestó, porque lo tenía claro: “yo no contesto cartas”, lo que rebajó unos cuantos puntos el embeleso que me producía; si tenía que contestar las que se supone que le llegaban, pues iba apañado (todo esto antes de la irrupción de los socorridos correos electrónicos).
Y su actuación en el salón de Ibercaja de Valencia, junto al mercado Central, donde me encontré a Fernando y Pura.
Y su presentación en la librería Primado de Valencia, gestionada por el gran alfambrino Miguel Morata, de aquella novela ligera Hola, me llamo Ángela y tengo un problema (la tengo dedicada). Y el posterior recital en la Associació de Veïns de Benimaclet, sobre el taburete, con la guitarra y un cubata, donde me pareciste muy mayor y dudé si gastabas peluquín. Y, después, la petición por correo ordinario a Voces del Mercado –introduciendo el importe en el sobre- del último CD del momento, Tabaco y cariño. Y la escucha en el Picasso, rodando por carreteras alpujarreñas, de tus versiones de Brassens.
Y, finalmente, el mazazo de Aragón TV, al abrir el noticiario de las 14 h con: “A las 9 y media de hoy ha fallecido el cantautor Joaquín Carbonell, a los 73 años, víctima del covid 19 , tras permanecer ingresado 47 días en el Hospital Clínico de Zaragoza”.
Escribo estas líneas a la espera de la retransmisión en la cadena del último recital, del 2 de diciembre pasado, celebrando sus 50 años en la canción, en el Teatro Principal de Zaragoza, anunciado (para que lo vea menos gente), en el intempestivo horario de las 12 de la noche (!) (que los más fans ya tenemos una edad y nos gusta madrugar), precedido por la emisión de “Abracadabra” de Pablo Berger, a la que no le encuentro la sustancia.
Veo la actuación en la TV aragonesa. J. Carbonell no se dirige al público. Serio, canoso incluso en las cejas y el triángulo piloso (¿bigote inferior?), saluda escuetamente, da las gracias un par de veces y presenta a sus músicos otro par a lo largo de la sesión. La cámara se recrea en el bello rostro de Kalina Fernández, cuyos estudios de violín “superan en años a los de un obispo”, protagonista en la interpretación de los arreglos junto a los virtuosos mozos. Me regocija el verso remarcado por la voz: Mi patria es una paja colectiva, así como la soberbia versión de la brassensiana ¡Ojo al gori-i-i-i-la!, coreada por el respetable, una declaración devota dirigida al cuerpo judicial, sin desperdicio.
Y, como, no, me deleita DE TERUEL NO ES CUALQUIERA: Es muy fácil ser de Pekín, se puede ser de Istambul, se puede ser de Madrid, pero de Teruel no es cualquiera.
13 / 9 / 20: Veo por la tele –que no hay manera de pronunciar la elle final de Carbonell- la capilla ardiente –arde la presencia de J. C. y la nostalgia- en el Museo Pablo Serrano: ataúd escueto de madera clara, dos coronas a un lado y flores blancas también al pie, bajo la Medalla al Mérito Cultural del Gobierno de Aragón encajada en su estuche. A la izquierda, la guitarra asimétrica, apoyada y enhiesta. De fondo la voz de Carbonell sonando desde una grabación de canciones. Actitudes de emoción y de dolor –ellos más adustos y ellas mostrando más sentimientos, que rebosan las mascarillas: las personas pasan por delante del féretro -Dejen pasar, háganse a un lado que vamos a entrar… Dejen pasar, los que ya estaban que se echen pa atrás-, se detienen y miran, ésta se cubre la cara, aquella no reprime el llanto, aquel se santigua… -¿qué te parece, Joaquín?- Todo el espectro político hasta el PP expresa su admiración. Lambán, tras la careta, pronuncia un panegírico bien medido con su estilo entrecortado.
Por la noche, en el programa “Sin Cobertura” de la cadena aragonesa, de la mano de Antón Castro, un Carbonell inquieto y optimista, desde Alloza, cuenta cosas suyas y de su pueblo: padre maestro republicano represaliado ‘moderadamente’, madre catalana; el trabajo duro entorno al aceite. Los mineros sumando 24 km a pie a su jornada laboral hasta 1953. Sus andanzas y el abrir los ojos a la cultura y al compromiso social en el Colegio Menor San Pablo de Teruel, con aquellos educadores de postín: Eloy Fdez. Clemente, Labordeta y J. Sanchis Sinisterra. Expone la función del cantautor: “explicar el mundo con sus canciones”. Sobre la despoblación: “La gente se va de los pueblos porque le gusta ver gente”; “yo no soy pesimista, creo que regresaremos a vivir aquí”, “Teruel tiene un futuro fantástico: tiene paisajes, naturaleza, gastronomía y vecindad”. Cuenta que se confeccionó una camiseta con la leyenda: “TERUEL ES EL FUTURO, ATRÉVETE” –con la ayuda de todos-.
14 / 9 / 20: Sus cenizas han sido esparcidas por el Calvario de Alloza, un lugar muy significado para él. Se le ha homenajeado con un volteo de campanas y una jota. Nos vemos, Joaquín.
Gonzalo Tena Gómez
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