miércoles, 24 de marzo de 2021

ANTE EL DÍA MUNDIAL DEL AGUA

 


Autor de la  fotografía: Gonzalo Tena Gómez


El 22 de marzo de cada año está dedicado al “Día Mundial del Agua”. El agua no solo es ese compuesto químico capaz de manifestarse en sus tres fases (sólido, líquido y vapor) sobre la superficie de la Tierra. También es un componente del paisaje (por cierto, de los más valorados entre todos: roquedo, cubierta vegetal, elementos antrópicos, fauna, etc., a juzgar por las encuestas que realizan los ecólogos y los estudiosos del paisaje). Pero el agua no solo se manifiesta en el paisaje por su mera presencia física (nubes, ríos, manantiales, glaciares, lagos…) sino que lo puede hacer de forma más sutil. Por ejemplo alimentando subterráneamente un manantial, proporcionando elementos singulares del paisaje como los humedales, bosques galería, clotes, chumarrales… Yéndonos a otros dominios climáticos, ¿qué es un oasis sino una salida natural de aguas subterráneas? Volviendo a nuestro solar hispano, los humedales son tal vez una de los principales ecosistemas cuya existencia se debe al agua (tanto superficial como subterránea), hasta el punto que de nuestros quince Parques Nacionales, dos están dedicados a los humedales (más conocidos como wetlands en la literatura científica): Doñana (el más reconocido de nuestros parques en Europa), y el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel. Y de los restantes Parques Nacionales, en muchos de ellos el agua juega un papel muy importante, como en los casos de Aigüestortes y Lago de San Mauricio, Picos de Europa y Sierra de Guadarrama. En Teruel tenemos la laguna de "El Cañízar" como un genuino representante de un humedal.

Lo que quisiera destacar en estas breves líneas es el impagable servicio ecosistémico que prestan los humedales, tanto a la ciudadanía como a la propia naturaleza. Estos servicios son por un lado intangibles para la sociedad (como el bienestar, el ocio, prácticas cinegéticas, capacidad de recreación, salud…). Por otro lado, la propia naturaleza se ve beneficiada por su biodiversidad, generación de microclimas, captura de dióxido de carbono y diversificación del paisaje. Pero todavía hay más perdigones que cargar: capturan nutrientes, descontaminan el agua, laminan crecidas fluviales, proporcionan combustibles y aportan calorías a la dieta a partir de capturas de peces y crustáceos, principalmente. En el pasado, los cañaverales fueron fuente de abastecimiento a la industria  de la sillería,  cestería, aperos de labranza, etc.

Todo puede tener cabida en estos formidables espacios que nos regala la naturaleza si se lleva una adecuada gestión por medio de los Planes de Ordenación del Medio Natural y Rural (o similares, según qué Comunidad Autónoma). Ya que hemos mencionado los perdigones, es lamentable constatar que debido a las prácticas cinegéticas en algunos de estos espacios se ha detectado una dañina presencia de plomo en los suelos. El yin y el yang, con el que constantemente tenemos que aprender a convivir.

Fermín Villarroya (Colectivo Sollavientos)


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