lunes, 17 de enero de 2022

TERUEL, TERRITORIO LIBRE DE PLÁSTICOS: ¿CUÁNDO?


 

De un año a otro, de un verano al siguiente -sobre todo en verano- van 

aumentando los residuos de plástico en los términos de nuestros pueblos: 

botellas, vasos, bolsas, pedazos grandes desgarrados, cuerdas sintéticas, 

bandejas, tapones, cartuchos de caza,… (compartiendo espacios con las 

latas de bebidas, mascarillas anticovid y algún trozo de papel de aluminio). 

Aparecen objetos o fragmentos de plástico de diferentes dimensiones 

junto a los ríos y dentro de ellos, en los caminos -señalizados o no-, en 

vertederos clausurados, en los fuera de control y en los legales, junto a los 

contenedores de residuos, en los merenderos, en los campos y bancales y 

hasta en el monte… Las cunetas de las carreteras han devenido 

vertederos lineales indefinidos (¿para cuándo señales de tráfico que 

prohíban lanzar envases por la ventanilla del vehículo?). Las fiestas son 

ocasiones propicias para el desparrame de vasos de plástico. Es un 

sarcasmo comprar agua embotellada en pueblos que poseen 

emblemáticas fuentes de aguas muy bien valoradas a lo largo de muchas 

generaciones precedentes (ah, pero es que hay que ir a por ella).


El plástico, producto derivado del petróleo y de resinas vegetales, es un 

material muy útil. El primero se obtuvo en Estados Unidos en 1860. En la 

actualidad es de uso generalizado: en el comercio masivamente, en el 

envasado de alimentos y de bebidas y en general, en la industria de todo 

tipo, en la construcción, en la repoblación forestal, la agricultura de

secano, la horticultura, los invernaderos, tuberías, para cubrir la leña. 

Hasta algunos pájaros los utilizan para construir sus nidos (del mar no 

decimos nada porque no lo tenemos a mano, a no ser que algo le llegue 

procedente de nuestros ríos). Se ha dado el caso de algún agricultor que 

rotura conjuntamente los plásticos usados en la última cosecha con la

tierra y acabamos antes.


Al considerar las posibles causas de este estado de cosas, no deberíamos 

dejar de lado el consumismo desaforado que preside nuestra sociedad 

actual. Se da una evidente falta de conciencia ambiental por parte de 

algunos sectores de la población que quizá se pueda considerar 

generalizada y, si no fuera así, una discordancia flagrante entre lo que 

sabemos y nuestra conducta al respecto. Los supermercados, a los cuales 

estamos abocados cotidianamente, no están sometidos a una normativa 

racional en cuanto al uso de envases de los productos y la posibilidad de 

su retorno; se conforman con cobrarnos la bolsa de plástico (algo es algo). 

El número de campañas institucionales municipales, autonómicas o 

estatales es cero patatero (sus señorías se sientan muy cómodos en sus 

escaños, dedicados a dilucidar / confrontar sus rivalidades políticas, 

dejando de lado en muchas ocasiones necesidades perentorias de la 

ciudadanía, sobretodo la excluida). Se echan de menos iniciativas o 

campañas municipales para incidir sobre el problema. Los grupos de 

voluntariado de recogida de residuos se van abriendo paso tímidamente. 

No debemos desdeñar las iniciativas individuales que pueden servir de 

ejemplo (si además de no tirar nada, recojo algo...).


Estamos ante una importante cuestión de salud pública, de repercusión 

ambiental y de estética. No nos resignemos ante los microplásticos que ya 

han invadido nuestros cuerpos y a reutilizar, reducir y reciclar a todo trapo 

-o plástico- se ha dicho.


La entrada en vigor del posible eslogan “Teruel, territorio libre de

plásticos", aparte de atajar la generación y vista de estos residuos, podría 

contribuir a la disminución de la producción y utilización de objetos de 

plástico, sobre todo los llamados de un solo uso. Y hacer más atractivo el 

territorio.


Gonzalo Tena Gómez (Colectivo Sollavientos)











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