lunes, 31 de mayo de 2010
EL FUTURO DE NUESTROS MONTES. LOS INCENDIOS FORESTALES EN LA PROVINCIA DE TERUEL (I)
FUEGOS Y DESIERTOS
En los últimos veranos estamos comprobando cómo, cada vez que se produce un gran incendio, hay un amplio despliegue de medios informando sobre sus efectos y del operativo movilizado para su extinción. Este verano, a la angustia y pesar que suponía ver arder miles de hectáreas de nuestros bosques, se añadió la alarma social derivada del desalojo de pueblos enteros y la irreparable pérdida de vidas humanas. Ahora, transcurridos ya varios meses, ha cesado el impacto mediático pero permanece el paisaje desolador y las graves pérdidas económicas y ecológicas.
En los grandes incendios la magnitud de los daños obliga a las administraciones a establecer líneas de ayuda para, aplicando el precepto constitucional de solidaridad, paliar las pérdidas. Líneas que, en función de las administraciones, pueden ser atendidas con mayor o menor rapidez y generosidad. Así, poco después de los incendios de este verano se establecieron ayudas específicas en Cataluña, Canarias, Castilla-León. Al parecer, la singularidad socioeconómica y ambiental de nuestras zonas quemadas no ha sido motivo suficiente para merecer una actuación específica y coordinada.
Se podrían aportar datos y evaluaciones sobre la magnitud del impacto de estos incendios en sectores como el turismo, la madera o la agricultura. Pero quizá un ejemplo ilustrativo de nuestra singularidad sea lo ocurrido con el sector ganadero, donde las pérdidas de pastos no han sido compensadas a los ganaderos, en lo que no deja de ser una paradójica marginación y agravio a un sector fundamental en nuestro medio rural.
Los efectos ambientales también son significativos. En otros ámbitos mediterráneos el fuego no suele originar un desastre ecológico ya que su vegetación ha desarrollado mecanismos de adaptación a esta perturbación. Sin embargo, el actual paisaje forestal turolense (al igual que otras zonas del interior peninsular) es fruto de los cambios socioeconómicos de las últimas décadas y está caracterizado por la continuidad y la acumulación de combustible. Esta situación está favoreciendo incrementos en la extensión, recurrencia e intensidad de los incendios, así como una mayor incidencia en zonas poco habituadas al fuego (cómo las zonas más mesomediterráneas de los incendios de Aliaga y Castelfrío), situaciones que pueden desencadenar procesos irreversibles de degradación. En nuestro contexto, la recuperación de las zonas quemadas tiene importantes limitaciones: suelos poco profundos, pendientes elevadas; limitaciones climáticas que ralentizan el crecimiento vegetal y, por tanto, dejan al suelo expuesto durante más tiempo a los agentes erosivos; comunidades vegetales singulares y muy frágiles (más de 2.000 ha de superficie quemada en espacios protegidos); miles de hectáreas quemadas con pino silvestre y laricio, especies prácticamente sin capacidad de regeneración después del fuego; alta intensidad de los incendios, afectando al banco de semillas; gran extensión de superficies a las que no pueden llegar los propágulos de dispersión desde las zonas limítrofes.
Limitaciones que todavía pueden verse agravadas por efecto del cambio climático. Contrariamente a lo que se pueda suponer, despoblación y abandono del mundo rural no serán garantía de conservación de nuestro medio natural. Al contrario, las previsiones apuntan a que, si entre todos no lo remediamos, la provincia puede sufrir nuevos y graves procesos de desertificación ambiental que retroalimentarán el proceso de abandono y marginalidad del territorio.
Realmente el escenario futuro puede resultar alarmista, pero todavía estamos a tiempo de evitarlo aplicando nuevas estrategias de gestión del territorio. Únicamente mediante medidas de apoyo integral al desarrollo rural se podrá romper la dinámica entre fuego y desertización. Por el contrario, si realmente no se afronta la problemática rural en su integridad, de poco servirán millonarias inversiones en medios de extinción o en restaurar zonas quemadas con planteamientos del siglo pasado. Ahora es el momento de anticiparnos al cambio.
Conscientes de la gravedad del momento, desde Sollavientos vamos a iniciar la serie de artículos “El futuro de nuestros montes. Los incendios forestales en la provincia de Teruel” con propuestas, ideas y opiniones para que, desde la reflexión y análisis sosegado, se promueva un debate en la sociedad turolense que nos permita abordar con garantías de éxito la recuperación de las zonas quemadas. Debate que no pretende cuestionar o suplantar al cuerpo técnico del Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Aragón, al contrario. Pretendemos enriquecer puntos de vista y aportar experiencias y conocimientos para que, entre todos, se puedan volver a teñir de verde nuestros montes.
José Antonio Alloza
Colectivo Sollavientos
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