lunes, 2 de marzo de 2020

POR UN PLATO DE LENTEJAS






Ya saben: el que obtuvo y devoró compulsivamente Esaú, el hijo mayor del patriarca Isaac, a cambio de renunciar a su herencia como primogénito en beneficio de su hermano Jacob. Conservar una valiosa herencia, sacarle el máximo partido, dinamizarla en beneficio de las generaciones actuales y venideras: no siempre es fácil afrontar y gestionar ese reto.
El paisaje del Maestrazgo es una de esas herencias que confieren identidad y carácter; una combinación de espacios naturales, terrenos cultivados y asentamientos humanos que refleja una particular historia de usos del medio; resultado armónico de la interacción secular entre el ser humano y un territorio de frontera. Este paisaje es uno de los activos patrimoniales del Parque Cultural del Maestrazgo, referencia e imagen de marca difícilmente compatible con actividades industriales que no sean respetuosas con el medio. Por otra parte, sus valores geológicos, reconocidos a nivel nacional e internacional, justificaron en el año 2000 la creación del Geoparque del Maestrazgo, miembro fundador a su vez de la Red de Geoparques Europeos e incorporado luego a la red Global Geoparks de la UNESCO.
El Convenio Europeo del Paisaje, ratificado por España en 2008, establece que “el paisaje es un elemento clave del bienestar individual y social” y que “su protección, gestión y ordenación implican derechos y responsabilidades para todos”. El Mapa de Paisaje del Gobierno de Aragón, en los documentos correspondientes a la comarca del Maestrazgo, proclama asimismo que “El paisaje (… ) se está configurando cada vez con más fuerza como un motor de desarrollo general para toda la comarca” y formula, como objetivo específico, mantener las vistas y los fondos escénicos libres de impactos visuales negativos. Para ello se propone “la minimización de los impactos causados por la instalación de antenas de telefonía móvil, así como por los aerogeneradores…”. En todo caso, “se recomienda la concentración de efectivos (elevada densidad) en pocos enclaves, evitando la dispersión”.
Todo esto es papel mojado a la vista de los nuevos proyectos de parques eólicos presentados formalmente a la Administración por la compañía Green Capital Power, y de los planes que Forestalia está presentando también en los municipios. Decenas y decenas de aerogeneradores de 200 m de altura total que supondrían un grave atentado a nuestra herencia cultural, una merma drástica de su valor paisajístico, un triste contrapunto a los esfuerzos que el Maestrazgo lleva haciendo durante décadas para reivindicar y poner en valor sus recursos endógenos y, de paso, incrementar su autoestima y sus sentimientos de identidad y dignidad como territorio.
¿Y todo ello a cambio de qué? De un cierto impacto económico positivo durante la fase de construcción; poco más. La expectativa que plantea Green Capital Power de que, durante la explotación, los puestos de trabajo vinculados al control y mantenimiento de los parques eólicos sean cubiertos por trabajadores cualificados afincados en la zona es un brindis al sol. Afirmar que las compensaciones económicas que puedan recibir los propietarios de los terrenos afectados conlleven expectativas realistas de “generación de nuevas oportunidades para el nacimiento de empresas” que puedan “frenar el envejecimiento de la población” también lo es. Es recurrente el énfasis que se pone en este tipo de proyectos en calificar de “desierto demográfico” los territorios donde pretenden implantarse, para a continuación anunciar unos supuestos beneficios capaces de revertir su proceso de despoblación. Sabemos que éstos son cálculos prospectivos interesados que tienen muy poca base real, y es materialmente imposible demostrar que puedan llegar a compensar los impactos negativos (visibles, éstos sí, desde el primer momento).  
Los relieves tabulares del Maestrazgo, como buena parte de la provincia de Teruel, puede que presenten unas condiciones físicas adecuadas para la instalación de parques eólicos. En los últimos años hemos asistido a una proliferación de los mismos en algunas zonas de Aragón. Sin embargo, creemos que este despliegue debe tener un límite: el que imponen el sentido común y la responsabilidad que la sociedad y las instituciones han de tener con nuestra herencia natural y cultural. No vale cambiarla por un plato de lentejas.

José Luis Simón
Colectivo Sollavientos



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